Entre agosto y octubre de 1917, los bolcheviques pasaron de la clandestinidad al poder. Analizamos al camino hacia la insurrección de octubre.
Los bolcheviques eran un partido minoritario en la izquierda rusa tras la revolución de febrero que derrocó al zar. Los socialistas moderados del Partido Socialrevolucionario (SR) y los mencheviques tenían la mayoría de los diputados y la conducción de los soviets de obreros y soldados que surgieron en Petrogrado y se expandieron por toda Rusia.
En julio, tras encabezar un levantamiento de los obreros y soldados más radicalizados de la capital, fueron reprimidos por el Gobierno Provisional. Lenin, acusado de ser espía alemán, tuvo que huir a Finlandia, mientras otros dirigentes, incluyendo a Trotsky fueron encarcelados, y el partido fue ilegalizado. Dos meses después los bolcheviques ganaban la mayoría en los soviets de Petrogrado y Moscú, extendían su influencia al interior del país y comenzaban a preparar la toma del poder. ¿Cómo lograron semejante recuperación en tan poco tiempo?
Los SR y mencheviques estaban presos de una contradicción. Las masas que los veían como sus dirigentes habian echado al zar para acabar con la guerra y la escacez, pero ellos primero apoyaron, después integraron, y finalmente encabezaron el Gobierno Provisional que no tenía la menor intención de romper los compromisos que tenía con los Aliados en la guerra. Los bolcheviques, en cambio, insistían en cumplir con los reclamos de la revolución, y planteaban que los soviets tomaran el poder para poder garantizarlos.
La idea de un gobierno de los soviets creció en la misma medida que la desilusión con los SR y mencheviques. Como escribió el historiador Alexander Rabinowitch, «(En septiembre) el humor de las masas no era específicamente bolchevique en el sentido de que reflejara un deseo de un gobierno bolchevique… A los soldados, marineros y obreros de Petrogrado les atraía más que nunca el objetivo de crear un gobierno soviético, uniendo a todas las fuerzas soviéticas. Y para ellos los bolcheviques representaban el poder soviético, la democracia soviética».
Dos hechos precipitaron el ascenso bolchevique: el intento de golpe de estado facista del general Kornilov y la represion del levantamiento de campesinos.
Los SR eran los representantes tradicionales de los campesinos, y aunque venían prometiendo una reforma agraria desde febrero, se fue evidenciando rápidamente que el gobierno no tenía intención alguna de efectuarla. La paciencia de los campesinos se agotó cuando comenzó la cosecha y estalló la revolución agraria, con masivas tomas de tierras. Kerensky, dirigente SR, ordenó una brutal represión para defender la propiedad de la burguesía terrateniente. Los bolcheviques, que habían comenzado a construir lazos con el campesinado a partir de su trabajo con los soldados en las guarniciones en Petrogrado y el frente -ya que la mayoría de los soldados provenían del campo- surgieron como único aliado de los campesinos, adpotando su reclamo por la reforma agraria.
El golpe de Kornilov en agosto fue instigado por el propio presidente Kerensky para reprimir a los soviets y asegurar el poder del Gobierno Provisional. Cuando se dio cuenta que Kornilov también derrocaría al propio gobierno para instaurar una dictadura militar, acudió al soviet, que tuvo que recurrir a los bolcheviques, que ya gozaban de un apoyo mayoritario en la capital.
Liberados de la carcel y la clandestinidad, los bolcheviques encabezaron el Comité Militar Revolucionario que derrotó el golpe de Kornilov y expuso a Kerensky y su intento de aplastar los soviets.
En septiembre los bolcheviques lograron la mayoría de los soviets en Petrogrado, donde Trotsky fue electo presidente, y Moscú. Mientras tanto, el Gobierno Provisional entraba en su crisis de parálisis más aguda, el partido SR se dividía en dos, con un ala rompiendo hacia posiciones cercanas a los bolcheviques, y el partido menchevique se desarticulaba con deserciones de miles de afiliados hacia las filas bolcheviques.
Lenin, desde Finlandia, comenzó a plantear con creciente insistencia que el momento para voltear al gobierno de Kerensky y tomar el poder había llegado. La mayoría de la dirección bolchevique, sin embargo, temía una repetición de las jornadas de julio, y se opuso a la postura de Lenin, llegando incluso a quemar una de sus cartas.
Pero Lenin estaba convencido que la situación había cambiado. En una de sus cartas exclamo: «Camaradas, miren al rededor, vean lo que sucede en el campo, vean lo que sucede en el ejército, y verán que los campesinos y los soldados ya no pueden tolerar la situación… Vayan a las guarniciones, vayan a las unidades cosacas, vayan a los trabajadores y explíquenles la verdad. Si el poder pasa a manos de los soviets… habrá un gobierno de obreros y campesinos en Rusia; este inmediatamente, sin perder un sólo día, ofrecerá la paz a todos los pueblos en guerra… si el poder pasa a manos de los soviets, las haciendas de los terratenientes serán declaradas propiedad inalienable de todo el pueblo».
La discusión es ardua, Zinoviev y Kamenev se oponen a la insurrección que propone Lenin, sosteniendo que hay que hay que seguir reclamandole una asamblea constituyente al gobierno; Trotsky aprueba la insurrección, pero opina que debe ser decidida en el congreso nacional de soviets que se celebraría semanas después; Lenin asevera que no se puede esperar y llega a amenazar con dimitir del Comité Central por considerarse censurado por el mismo. Finalmente, el 10 de octubre decide viajar clandestinamente a Petrogrado para discutir el asunto en persona. Afeitado y con peluca, llega a una reunión que duraría largas horas y terminaría aprobando en inicio de los preparativos para la insurrección 10 votos a 2.
Lenin acertó en la necesidad de preparar la insurrección, pero se equivocó en desestimar la forma en que debía darse. De haber sido llevado adelante desde el partido sin la legitimidad del congreso nacional de soviets, la insurrección de octubre no habría gozado del apoyo masivo que tuvo. Fue el régimen centralista-democrático del Partido Bolchevique, y su relación orgánica con la clase obrera, lo que le permitió llegar a las conclusiones y políticas que hicieron posible el surgiemiento del primer Estado obrero de la historia.
Federico Moreno