La burocracia sindical demostró ser el mayor garante de los intereses del Gobierno de turno y los patrones. Con el cinismo característico de siempre, declaran que van a abrir una agenda con el gobierno. Todos cerraron filas y ninguno sacará los pies del plato: luz verde para la profundización del ajuste. La necesidad de una nueva conducción sindical cada día más imprescindible.
El día 3 de octubre se reunió el Confederal de la CGT, con mayor consenso y representatividad que en el silbado congreso de secretarios generales en Ferro. El encuentro «voto» facultar al Consejo Directivo a mantener el dialogo con el Gobierno y esperar hasta el 22 de Octubre para «evaluar la situación». ¿Increíble no? ¿Evaluar la situación? ¿qué sería lo que tienen que evaluar? ¡Sin palabras!
Lo concreto es que son los responsables máximos de que el gobierno se haya estabilizado y haya salido victorioso del primer test electoral. Y ahora lo que los burócratas le garantizarán es que se siga fortaleciendo de cara a octubre al no realizar ningún tipo de acción, aún cuando es obvio que el ajuste sigue su curso y la estrategia del gobierno es lograr mayor poder político para poder encarar las reformas antiobreras con mayor ahínco.
Sin embargo, después de todos estos tiempos de traiciones y entrega por parte de los «sindicalistas», los trabajadores se siguen haciendo una pregunta que puede pasar por obvia, pero evidentemente no lo es:
¿Los sindicatos no están para defendernos?
Categóricamente no, los sindicatos dirigidos por estos burócratas no están para defendernos. Estos dirigentes están para defenderse. De hecho esta nueva confluencia después de los «roces» fue posible porque los burócratas tienen un programa común: garantizar la gobernabilidad para no «morderle la mano a quien les da de comer».
Dependen más de la plata de las obras sociales, de los descuentos compulsivos hacia los trabajadores y los acuerdos con los empresarios (en las últimas paritarias el aporte extraordinario directo de los empresarios a los sindicatos es mayor que el aumento a los trabajadores) que del aporte voluntario de los trabajadores. Estas son las razones profundas por las cuales cada día estarán más y más alejados de sus representados. Esta putrefacción es la que también explica que el Gobierno termine capitalizando la detención del Pata; es la que hace posible que en Brasil tras garantizarle sus intereses dejaran pasar la reforma laboral como si nada.
En definitiva, el modelo sindical que impera en la Argentina y el mundo está moldeado a los intereses de los sectores dominantes. Desde la reglamentación, aceptación y regulación de los sindicatos por parte del Estado hasta por la imposición verticalista y la cultura antidemocrática. Los sindicatos juegan el rol de contención de la clase obrera. Como una más de las instituciones del Estado capitalista su funcionalidad es la de garantizar la reproducción del sistema. Entonces surge una segunda pregunta:
¿Con otros dirigentes estos sindicatos pueden darle verdadera respuesta a los intereses de los trabajadores?
La respuesta vuelve a ser no. No alcanza con nuevos dirigentes, es necesario construir una nueva cultura sindical, fundada sobre otros principios y puesta en función de fines revolucionarios. Esto es: que estén al servicio de lograr la movilización combativa y también creadora de los trabajadores. Creadora en el sentido de fortalecer su independencia y autonomía política.
Otro sindicalismo no solo es necesario, sino que también es posible
Dialécticamente, la entrega por parte de estos burócratas y la descomposición social de todos los sindicatos genera las condiciones propicias para el surgimiento de un nuevo proyecto sindical. Todo exceso, genera su contrario. El terreno está fértil para que florezca un nuevo modelo sindical. Para ello es necesario agrupar a las comisiones internas combativas y adoptar un programa profundamente democrático que tenga como norte reformular la cultura sindical.