Cataluña concentra la tensión del proceso de lucha de clases en Europa y a escala internacional. La burguesía continental en pánico amenaza, agrede, extorsiona, procura aterrorizar. El pueblo catalán está desplegando una movilización enorme. Hay contradicciones agudas en la dirección del proceso en curso. Hay una feroz lucha política de ideas a escala mundial. Las corporaciones mediáticas fabrican mentiras a escala industrial. Nuestra intervención de respuesta, desde la trinchera del pueblo republicano
En la confrontación contra la derecha fascista, incluso en el terreno de la guerra civil, el peso del programa, la lucha de ideas lo domina todo en términos estratégicos. La burguesía lo sabe y por eso, utiliza todo su fuerza material para blindar ideológica y políticamente a la reacción. Es una línea internacional. Trotsky decía que el problema de la burguesía republicana en España, en el 30 del siglo pasado, era que se proponía hacer “media revolución, y las revoluciones se hacen enteras, completas o se vuelven contrarrevolución”. Hoy el proceso político en Cataluña se juega en las calles, de forma desigual pero masiva y toda pacífica, sin los métodos de autoorganización de la clase obrera. El bloque españolista de conjunto intensifica su amenaza, con lo cual no se hace más que aumentar la polarización y acumular más y más contradicciones. No podemos descartar que se desenvuelvan de forma explosiva, virulenta. Sin embargo, lo central pasa hoy por intervenir en el duro debate político internacional que pretende aislar la lucha por la independencia de la clase obrera española y de la solidaridad internacional. Frente al confusionismo interesado de la burguesía solidaria entre sí, nuestros planteos al servicio de una clarificación marxista para el apasionante debate presente.
Falacia 1: Cataluña es como Malvinas, y los catalanes como los kelpers
La comparación se completa diciendo “si estás por la autodeterminación de los catalanes, por qué también no le reconocemos el mismo derecho a los kelpers”. Es muy simple este debate. Los kelpers no son una nacionalidad autóctona de las islas, oprimidas por la Argentina. Son población implantada por el ocupante colonizador inglés como parte de una estrategia de ocupación en el siglo XIX. Es decir: no hay ningún derecho histórico vulnerado, sino una operación montado por el imperialismo inglés. Nada que ver con el caso catalán, nacionalidad preexistente al Estado Español, que como tal surge con las invasiones napoleónicas del siglo XIX. Es decir: España como un Estado indivisible, con una lengua única, con un esquema de apropiación y despojo económico de las regiones a favor de la burguesía rica españolista, es una construcción reciente y reforzada por la dictadura franquista tras ganar la guerra civil en 1939. Es decir: frente a una nacionalidad de casi mil años de preexistencia, se invoca una unidad forzada por el fascismo en el siglo XX. Una aberración
Falacia 2: La independencia catalana es secesión, como Santa Cruz de la Sierra en Bolivia
Este argumento también se repite, una y otra vez. A veces se remite a “Córdoba” o “Buenos Aires”. En fin, varias cuestiones. Primero, que en el caso de la Medialuna en Bolivia, no hubo un proceso de base popular en las calles reclamando derechos violentados. Fue la burguesía gringa de esa región, racista y odiosa del sustrato campesino, original y popular del proceso boliviano la que impulsó la secesión. Un programa totalmente reaccionario, derechista, enemigo de la clase trabajadora. En Cataluña se movilizan millones en un proceso que reclama república, independencia y derechos. Es decir: que arrancó democrático y va cobrando dinámica cada vez más anticapitalista por sus objetivos y los enemigos que enfrenta.
Falacia 3: La autodeterminación divide a la clase obrera, fortalece a la burguesía
En Cataluña hay un proceso popular que cuestiona el Régimen del 78 y la Moncloa. Impugna objetivamente el austericidio de la Troika, es decir, la hoja de ruta de la burguesía hegemónica en Europa. Por lo tanto, si la independencia se consuma, si se impone la República Catalana se estimula y fortalece el proceso más general de lucha contra la monarquía y la arquitectura de la impunidad al franquismo, los privilegios de la iglesia y la corona, más los beneficios de la fracción financiera del gran capital en la península. Por eso, apoyar la independencia en Cataluña y la convocatoria a una Constituyente libre, soberana y democrática, incluye el llamado al conjunto de la clase obrera a abolir la monarquía que nadie votó y convocar a un proceso Constituyente para hacer de España “un país para el pueblo”.
Falacia 4: El proceso es burgués, totalmente extraño a los intereses de la clase obrera
Lenin escribió en 1916 frente a la insurrección en Irlanda y criticando durísimo a los izquierdistas que no la apoyaron que “quien espere la revolución social pura, no la verá jamás. Será un revolucionario de palabra, que no comprende la verdadera revolución”. Altamira, el PO y otros grupos sectarios, subestiman el proceso catalán, lo minimizan. El PTS actúa de forma casi idéntica haciendo una petición de principios a cada ascenso revolucionario que está dando la crisis capitalista desde 2008, que los excluye de intervenir positivamente. El argumento típico del sectario consiste en identificar las contradicciones de la dirección del proceso con la base del movimiento que se desenvuelve. Si hay una cosa que la movilización catalana no tiene es apoyo de la gran burguesía que despliega un consecuente terrorismo económico con la migración de empresas desde el 1-O. La autodeterminación es un derecho elemental de los pueblos y refleja cuando expresa volumen de fuerzas masivo, contradicciones insalvables. El proceso catalán tiene la independencia como punto del iceberg pero se combina dialécticamente con la insatisfacción de derechos sociales básicos incompatibles con el españolismo monárquico.
Independencia, república y revolución hasta el final
Trotsky aconsejaba a los revolucionarios en España tres cuestiones: 1) ninguna alianza política con la burguesía; 2) ser los mejores soldados contra el fascismo y 3) transformar España en un “país del pueblo, de las masas”. En Cataluña hay una enorme revolución democrática llena de contradicciones en su orientación política, por las conducciones que más peso tienen. Lo central hoy es apoyar la “energía elemental de las masas” sin desconocer los límites de su dirección política actual, militando para construir alternativa que “complete la revolución hasta el final”. En la etapa presente es multiplicar la solidaridad internacional con la independencia y la república. En esa orientación nuestro planteo consiste en colocar en agenda la necesidad de una Constituyente sin pactos, sin acuerdos por arriba, con total libertad y soberanía popular para decidir sobre todo: la deuda externa, el sistema financiero, fiscal, la tierra, el trabajo, la educación, la casta. Todo. La revolución irrumpió. Ahora, frente a la reacción derechista, como decía el poeta:”A galopar hasta enterrarlos en el mar”. Viva la revolución catalana.
Mariano Rosa