Hace pocos días el presidente trazó coordenadas de agenda ante la burguesía reunida en el CCK. Explicó los vectores clave de su programa: cambiar globalmente las condiciones de acumulación capitalista en el país. En simultáneo apuntó a la educación pública y la universidad con precisión milimétrica. Meritocracia, privatismo, eficientismo. Las marcas de identidad de una orientación clasista.
Ante el aplauso entusiasta de gobernadores, patrones y burócratas, Macri exigió el “esfuerzo de las universidades para reducir entre todos el gasto público”. El razonamiento capitalista analiza que Argentina tiene una desproporción de ingresantes, docentes e instituciones universitarias, en relación a la cantidad de graduados. Es la tasa de eficiencia que aplican. La deriva política de este análisis mercantilista define un rumbo: hay que equiparar a la tasa de eficiencia el presupuesto, ergo, número de ingresos, docentes y cantidad de universidades a la baja. Claro que con menos presupuesto en becas, planes de inclusión, condiciones laborales docentes de mayor precariedad e infraestructura más deficitaria, la profecía se cumple, inexorable: menos graduados, obviamente.
Para tomar un indicador al que adhiere el economicismo burgués, el PBI, la participación del presupuesto universitario da la siguiente involución:
* 0,87% en 2015
* 0,77% en 2017
Si medimos las becas, hay que marcar que pasamos de 62 mil en 2015 a 34 mil en 2017. Para el 2018 se presupuestaron 19 mil, es decir: baja nominal abrupta sobre un total de un millón 600 mil universitarixs en Argentina. El tijeretazo anunciado implica asfixia al salario docente, presión global sobre el funcionamiento de las universidades -el 90 % del presupuesto va a salarios, el resto a todo lo demás- y aval desde arriba, desde el poder político para habilitar el ingreso de corporaciones del capital a lucrar con el producido de la universidad pública bajo la cobertura de “generación de recursos propios” de las instituciones. Un chiste. Los hijos de la UCA al comando de la educación, son el lobo cuidando las gallinas. Eso está pasando. Hay que retomar agenda de lucha y programa alternativo. Pero, como todo ejército que se prepara en su trinchera, hay que arrancar con un relevamiento propio para integrar contradicciones y lastres.
Escollos por triplicado
La universidad como institución, está gobernada por una camarilla privilegiada que opera como correa de transmisión y mediación político-económica del capital al interior de las mismas. Los rectores y decanos, asentados en la aristocracia de los titulares de cátedra con derecho a voto calificado y en unidad con la burocracia estudiantil radical hoy PRO, son la base del poder que controla los negocios de la universidad. Son una mafia organizada sin ideología, solo con intereses económicos. Pero este que es el principal obstáculo para el estudiantado, no es ni de lejos el único. Ni siquiera el más dañino. Son más diáfanos políticamente: enemigos declarados de lo público, del cogobierno con mayoría estudiantil, de la democracia real. Lo peor es el posibilismo de la década anterior que con su discrecionalidad y corruptela, también en las universidades, facilita las campañas derechistas de Cambiemos y sus aliados en esta geografía. Ahora, el kirchnerismo estudiantil en franco retroceso global -en sociedad con grupos como Patria Grande-, es militante convencido del escepticismo, la sobrevaloración de Macri y la total desconfianza en las fuerzas organizadas del movimiento estudiantil. Los límites de ese proyecto, como corriente capitalista, no-revolucionaria, ni siquiera consecuentemente antiimperialista, se revelan como un veneno mortal para enfrentar esta etapa. Sin embargo, tampoco desde la izquierda emergió un polo superador. El FIT de conjunto, el PO en la UBA, pero igual el PTS, expresan un escepticismo con otra apariencia. El sectarismo, la autopreservación del aparato menor de un Centro de Estudiantes o de la tupacamarizada FUBA, corrobora que se aspira como máximo propósito a eso: retener alguna ubicación superestructural sin adhesión por la base, incluso replicando modalidades burocráticas aberrantes como la de suspender cuatro años consecutivos el Congreso de la FUBA por la especulación de los votos de congresales. Es una adaptación aparatista, gravísima en la izquierda. Es la refracción estudiantil de la asimilación parlamentarista y de la negativa a marchar por Maldonado a pocos días de las elecciones por cálculo electoral que protagonizó este sector de la izquierda. Es decir: esta izquierda, el FIT, tampoco sirve.
Por otro 1918 y un nuevo proyecto de izquierda en la juventud
Estamos a pocos meses del centenario de la Reforma del 18 contra las camarillas profesorales ligadas al clero y lo peor de la patronal oligárquica de ese momento. Ya trazamos más arriba el cuadro de adversarios y enemigos de clase hoy. Es fundamental en esta etapa retomar una agenda revolucionaria para la universidad en sintonía con un proyecto de ruptura a escala social y política con todos los límites del capitalismo.
Esto supone exigir presupuesto como prioridad, en lugar de deuda externa y subsidios a las privadas. Esto implica la democratización global de la universidad, para liberar la vitalidad de su mayoría estudiantil co-gobernando con las capas más explotadas de esta institución un nuevo rumbo para la educación superior. Nada de esto es posible sin trazarse la perspectiva de unidad obrero-estudiantil para resistir en lo inmediato la avanzada macrista. Y a la vez, apuntar como estrategia hacia otro modelo social y político, sin corporaciones, sin aparato represivo, sin minorías privilegiadas ni castas, sin opresiones de género. Para multiplicar estas causas es imprescindible una potente organización militante que en cada aula, pasillo y hall de las universidades de toda la Argentina haga crecer el proyecto que encarna el MST, por esa hoja de ruta. Coincidir en plataforma de acción y programa tiene que tener como derivación lógica militar en nuestra organización, por estos propósitos. Eso le queremos plantear a cada activista estudiantil al cual le lleguemos con este debate a la ofensiva. Es simple: para ganar hay que unir en las calles un frente único antimacrista, y en el plano político unir la izquierda que se proponga ser alternativa real, no auxilio izquierdista del régimen. El MST y su juventud militante, lucha por todo esto. Incansablemente. Por otro 1918.