Entre el 10 y el 13 de diciembre de este año Argentina será sede de la XI° Reunión Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC). En noviembre del 2018 se va a repetir el escenario con la Cumbre del G 20. Esto implica que nuestro país recibe a jefes de gobierno y CEOs de las corporaciones más poderosas del mundo que se proponen trazar las reglas de la economía y la política internacional para el próximo período. Nuestro análisis y propuestas socialistas ante este panorama.
La crisis capitalista del 2008 atravesó fases desde entonces hasta ahora. La primera reacción de los capitalistas fue de sorpresa e improvisación. Rápidamente tomaron una decisión en los epicentros de la geopolítica mundial: salvar a los bancos. La burguesía, siempre anti-estatista en su discurso para recortar derechos sociales, actuó con el más explícito intervencionismo al usar fondos públicos para socorrer el sistema financiero en crisis. Después vinieron los planes de austeridad, de ajuste sobre las mayorías, ya que alguien tenía que pagar el costo del salvataje. En los últimos años, después del ciclo de ascenso internacional con los Indignados, The Ocuppy Wall Street y la Primavera Árabe, se verifica un momento de fuerte polarización atravesada por una estrategia del capital: recuperar tasa de ganancia para su valorización. En ese camino, los límites del reformismo progresista en América Latina fueron haciendo entrar en crisis todos los proyectos del bloque bolivariano, devenidos en gestores de la crisis a favor de las corporaciones. El desgaste de esa orientación le abrió paso a expresiones derechistas como Macri en Argentina. Ahora, estos gobiernos -incluyendo a Temer y Maduro- encabezan una dura ofensiva sobre lxs trabajadorxs y el pueblo de conjunto para modificar las condiciones de acumulación capitalista, lo cual traducido significa: confiscan derechos laborales, sociales y ambientales para el 99 %. Las reformas laboral, previsional, sanitaria, educativa y fiscal que promueve Cambiemos, por ejemplo, tiene el propósito de demostrar confiabilidad a la inversión capitalista atrayéndola con la oferta de mayores y más rápidas ventajas comparativas. Eliminar derechos laborales, habilitar lo público como nicho de mercantilización y profundizar la primarización productiva con más despojo y contaminación, son las claves del marco general en la región.
Este telón de fondo tendrán -además de movilización y propuesta alternativa- los eventos de la OMC primero y el G 20 el año que viene.
¿Qué es la OMC? Unos ganan y otros pierden
En «Las Venas Abiertas», Galeano dice que la división internacional del trabajo «consiste en países que se especializan en ganar y otros en perder». Potente caracterización de la asimétrica integración de las regiones al capitalismo mundial. Para tener un cuadro de situación histórico, hay que ubicar que los acuerdos de Bretton Woods (1944), encabezados por EEUU, se propusieron reorganizar en la posguerra un nuevo sistema monetario, financiero y de intercambio. Así se crearon instituciones del capital transnacional para operar como superestructura a escala planetaria:
El FMI y el Banco Mundial, se transformaron en actores de peso globalización
El GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) fue la herramienta para fijar parámetros al comercio internacional
Los procesos descolonizadores en África, Asia y América Latina, fueron escollos para que los monopolios dominaran todo sin contradicciones. En 1971 EEUU rompió los acuerdos de Bretton Woods tensionando las relaciones internacionales. La nueva fase capitalista con la deslocalización como recurso favoreció un cambio de la organización de la producción que pasó a planificarse mediante la relocalización de segmentos fabriles intensivos en mano de obra y/o en uso de recursos primarios hacia la periferia, manteniendo en el centro las funciones de mayor agregación de valor (ingeniería, diseño, marketing, financiamiento, seguros y servicios postventa). La restauración definitiva del capitalismo en China en los 80′ y la crisis pos-caída del Muro, pusieron a competir grandes contingentes de fuerza de trabajo, que presionaron a la baja los salarios en todo el mundo. Este cambio de magnitud planteó un cambio de reglas y así en 1995 se crea, en lugar del GATT, la OMC que en tandem con el BM y el FMI, fueron los arietes en la década del ’90 de los procesos de reformas estructurales neoliberales en los que se recomendó la aplicación de políticas de apertura comercial, desregulación de movimientos de capitales, privatización de empresas públicas y flexibilización laboral.
La hoja de ruta del gran capital
No pudo avanzar fácilmente el gran capital desde Seattle en 1999 hasta hace poco. Hubo fortísimas movilizaciones en la Cumbre de Cancún 2003 y en Mar del Plata 2005 contra el ALCA. Hoy el contexto presenta una relación de fuerzas más contradictoria.
Ahora la OMC reaparece con varios objetivos:
Por una parte, procura reordenar el balance de poder entre las fracciones del capital a escala mundial. El debate sobre si China es o no una economía de mercado es uno de los debates complejos de resolver. Y EEUU no tiene hoy capacidad de imponerse sin consensos
También la OMC busca desplazar la frontera de un nicho comercial nuevo: el comercio de servicios o la propiedad intelectual. En este sentido, uno de los puntos más peligrosos en curso es que se busca lograr una suerte de desregulación preventiva del comercio electrónico y del tráfico de datos.
Además se propone eliminar toda traba a la inversión, garantizando condiciones de explotación laboral y saqueo socioambiental, directamente neocolonial.
Por todo esto, es clave vertebrar un frente único en la movilización para frenar los TLC -Tratados de Libre Comercio-, proponer alternativas anticapitalistas y construir proyecto político internacional con la clase obrera y las mayorías como vértice.
Argentina sin TLC, OMC ni G20
La crisis capitalista es una realidad y es de naturaleza orgánica, estructural, de civilización. Por eso, indudablemente es crucial trazar alternativas al propósito de los que mandan, que consiste en que las mayorías que trabajan paguen la factura.
Contra toda esa agenda, la nuestra identitaria como socialistas arranca de la emancipación definitiva de nuestros pueblos, suspendiendo el pago de la deuda externa, anulando todos los pactos con el imperialismo, nacionalizando sistema financiero, comercio exterior y reorientando el modelo productivo: con reforma agraria, sin agronegocio, con otra matriz de energía y reindustrializando para ganar independencia.
Esta dinámica que deriva en cuestionar el capitalismo, presupone oponer a la «mano invisible del mercado» la «mano visible» de la planificación democrática de la economía con la intervención directa de lxs trabajadorxs del campo y la ciudad. Es clave trazar escenarios de ruptura con el capital y las corporaciones en dinámica al socialismo. Por supuesto, el punto de partido es la movilización sostenida que arranca en lo inmediato por una consigna precisa: Argentina Libre de TLC.
En simultáneo claro, para respaldar este programa y apelar a ese método revolucionario de la movilización de masas, es decisivo construir organización internacional que apueste a la cooperación solidaria de los pueblos y contribuya en cada país con fuertes organizaciones militantes, de izquierda, anticapitalistas y socialistas. En ese rumbo estamos.
Mariano Rosa