Cuando escribimos estas líneas la Armada, con la aprobación del ministro de Defensa Aguad, ha abandonado la «búsqueda y rescate» al señalar que los 44 marinos están muertos. En otras declaraciones se ha dicho que aunque continúa la búsqueda, quizás nunca se encuentre el submarino. Compartimos el dolor y la indignación de los familiares. Exigimos con ellos saber toda la verdad sobre lo ocurrido.
No podemos aceptar la idea de que el «accidente» nunca sea esclarecido, como no la aceptan los familiares, que iniciaron una causa penal por abandono de persona. Su indignación empieza a generalizarse entre la gente al descubrirse cómo la Armada y el gobierno mintieron descaradamente sobre lo ocurrido con el ARA San Juan.
Las familias que reclamaron una y mil veces la presencia de Macri, que se movilizaron solitariamente por las calles de Mar del Plata, que denunciaron las deficiencias técnicas del submarino, que fueron maltratadas y despreciadas por el gobierno y los jefes militares, merecen saber lo ocurrido, como lo merece todo el pueblo argentino.
Ahora, pese al enorme operativo desplegado para encontrar el submarino y a la supuesta intención de seguir buscándolo un tiempo más, la Armada ha señalado que quizás nunca se lo encuentre. Nos sumamos a la sana desconfianza de que tras esa afirmación no se encuentra en primer lugar una imposibilidad técnica… sino la intencionalidad política de que nunca se sepa la verdad.
Es que más allá de que las razones del hundimiento fueran el estado obsoleto de la nave, el mal mantenimiento producto de la corrupción al interior de la Armada, o el ataque de un misil inglés ante la violación del área de exclusión imperial, como es la otra hipótesis que se maneja, la causa común de todas las posibilidades es que un arma que debería ser utilizada para la defensa de nuestra soberanía marítima, no era rentable en el marco de una política justamente opuesta.
Una política de entrega, de creciente utilización del presupuesto y de utilizar también a las fuerzas militares, como ya se utilizan todas las de seguridad, al servicio de la represión interna. La reciente instrucción del nuevo procurador macrista para «realizar los estudios necesarios para diseñar una estructura dedicada a facilitar y elaborar una estrategia integral contra el extremismo violento y el terrorismo internacional», va en ese sentido.
La corrupción al interior de la fuerza, esgrimida como un argumento que justificaría el mal mantenimiento en la reparación de media vida cuando gobernaba el kirchnerismo, no es sino la expresión de una política que ha privilegiado los negocios de funcionarios del Estado con las contratistas, que con la era K estuvo al orden del día y que con Macri no ha cambiado.
No existe en este sentido mucha diferencia entre la tragedia de Once y una de las causas posibles de esta tragedia. Existe un hilo conductor entre aquellos negociados y de los que ahora Macri pretende desligarse, al echarle toda la responsabilidad a los jefes de la Armada y la gestión K, para tratar de despegar su responsabilidad política luego de dos años de gobierno.
El rol de las FFAA
Muy lejos de los ejércitos libertadores de Belgrano o San Martín que todos recordamos con gran orgullo, nuestras FFAA se han convertido en un aparato armado al servicio de defender los intereses de las clases capitalistas dominantes en nuestro país, hace rato totalmente entregadas al imperialismo. Su historia ha sido la de golpes y represión, de derrota a manos de un pueblo que luchó y venció políticamente a los responsables de los 30.000 compañeros desaparecidos.
Solo en una oportunidad contradijeron ese rol. Fue cuando en 1982 Galtieri creyó que ya le había prestado tantos servicios al imperialismo yanqui, que le iban a perdonar su travesura de invadir las Malvinas para luego negociar algún mejor arreglo con los ingleses, que le permitiera remontar la decadencia del régimen que encabezaba.
Como en el cuento del «aprendiz de brujo» las cosas se le fueron de las manos, porque el imperialismo solo quería la rendición incondicional y había desatado con la recuperación de las islas una enorme movilización antiimperialista, que sí quería recuperarlas y que terminó derrocándolo cuando este traicionó abiertamente.
Desde entonces nuestras fuerzas armadas están sometidos a un operativo que se ha extendido en el tiempo, que pese al cambio de discursos y relatos no se ha detenido, y que cuando empezó se lo conoció con el nombre de «desmalvinizar».
Inservibles para una represión interna abierta, a la que se destinó a la Gendarmería o Prefectura, se las ubicó en misiones en el extranjero al servicio de intereses imperiales como la vergonzosa misión en Haití o convenientes operaciones de inteligencia interna como la que realizaba Cristina con el genocida Milani, complementando el Proyecto X de Gendarmería.
¿Para qué se necesitan aviones y naves de combate en condiciones, si no vamos a combatir con nadie, ni vamos a atacar los intereses de las empresas que explotan nuestras Malvinas y vamos a dejar que sigan depredando nuestros mares? ¿Para qué vamos a necesitar un misil como el Cóndor, una fábrica militar de aviones o incluso Fabricaciones Militares, que en estos mismos momentos atraviesa un conflicto por el despido de 600 trabajadores de una planta muy precarizada?.
Investigación independiente y democratización de las FFAA
Cada día que pasa y se conocen nuevas mentiras como la revelación de las llamadas y comunicaciones desde el submarino las horas posteriores a su pérdida de contacto, existe la certeza de que nos están mintiendo en la cara sin ningún disimulo.
Hace falta una comisión investigadora independiente encabezada por los familiares de los marinos del ARA San Juan, con personal técnico especializado totalmente independiente del gobierno y las fuerzas armadas, organismos de derechos humanos del país y del plano internacional, facultados por ley con plenos poderes para meterse en cada reducto necesario para saber la verdad.
Una comisión de esas características podría empezar a desentrañar la trama de complicidades entre los funcionarios responsables del área de defensa de este gobierno y los anteriores, los jefes de las fuerzas, los contratistas del estado y los acuerdos y secretos con las potencias extranjeras, que ahora permiten a los yanquis maniobrar en nuestro territorio.
Y este sería un gran paso en el camino de diseñar una política distinta de defensa de nuestra soberanía. Una que empiece por romper todos los pactos y acuerdos políticos y militares que nos atan al imperialismo, empezando por echar a las tropas yanquis, por desconocer los pagos de la fraudulenta deuda externa y sancionar a las multinacionales que explotan los recursos malvinenses.
Que diseñe unas fuerzas armadas distintas, basadas en la defensa de nuestra soberanía, donde se descabece a las cúpulas entreguistas y corruptas, empezando por la de la Armada, con un control popular estricto y la más amplia democracia interna. En la que la tropa y los cuadros medios tengan derechos gremiales y políticos, sean parte de la elección y control de sus mandos y tengan el derecho de rebelarse contra todo intento de represión a las luchas populares.
En definitiva unas Fuerzas Armadas al servicio de las necesidades de nuestro pueblo. No contra el pueblo y lamentablemente contra aquellos integrantes pobres de sus filas, a los que ni siquiera se toman el trabajo de cuidar… mostrando su carácter y su desprecio de clase.
Gustavo Gimenez