Cuando el lunes 18 enormes columnas de trabajadores y la izquierda llenaban Plaza Congreso y una juventud sin miedo enfrentaba la represión, el argentinazo de 2001 volvió a sobrevolar… ¿por qué después de 16 años su fantasma recorre el país y en cada crisis profunda como la que vivimos estos días se hace presente?
En el aire se respiraba, si los gases lo permitían, ese aroma a decisión y valentía, a bronca y a la seguridad de que éramos muchos, muchísimos, que podíamos torcer el curso de la prepotencia del gobierno y el PJ que lo apoyó… Ese aroma era el del Argentinazo. ¿Por qué volvió a las calles?.
¿Qué razones estructurales hacen que un gobierno que hasta unas semanas atrás tenía aire reeleccionista, recule en el primer intento para aprobar la reforma y luego gane la votación por poco margen? ¿Por qué las cacerolas volvieron a sonar por las noches? ¿Cómo un gobierno triunfante en las recientes elecciones ve diluir una parte de su capital político tan rápido?
La crisis estructural del país
El Argentinazo surgió de la decadencia más profunda que atravesó el sistema capitalista argentino. De un endeudamiento extremo que llevó los salarios y los niveles de pobreza y desocupación a niveles nunca vistos. Ayer, una de las medidas más odiadas y recordadas del ministro Cavallo y la actual ministra Bullrich, fue bajar los salarios de los jubilados y estatales un 13%. Aunque no estemos todavía en los albores insurreccionales de 2001, la historia comienza a repetirse…
El detonante de la respuesta popular fue democrático aunque tuvo un componente social. Ya existían ese 19 de diciembre múltiples saqueos que cruzaban todos los barrios pobres del país, pero lo que arrojó la gente a las calles fue el decreto de estado de sitio de De la Rúa. Recordando aquel entonces, la protectora de este régimen patronal, Elisa Carrió, frenó el intento macrista de la reforma por decreto. El miedo no es zonzo… dice el dicho. La memoria tampoco podríamos agregar…
Y quizás, luego del odio que genera que para pagar la deuda o para arreglar las cuentas de Vidal y los gobernadores, mientras le rebajan impuestos a las grandes empresas, se la agarren con los más indefensos, con los jubilados y los más pobres… la otra bronca es ver de nuevo reprimir con saña e impunidad, como hace tiempo no se veía.
La revolución del 19 y 20 de diciembre liquidó al viejo régimen político.
Entre las lecciones de aquellas jornadas se encuentran varias que nos ayudarán a comprender la actual crisis.
Primero: no pudieron sacar a las FFAA a la calle como en otras épocas de nuestra historia contemporánea. Otra revolución democrática, la de 1982 las dejó inutilizables políticamente y todavía no se han recuperado. Por eso no hay 2×1 que pase, por eso cuando apareció el cuerpo de Santiago Maldonado zafaron gracias al bombeo del kirchnerismo y a la estupidez del FIT, que se negó a movilizar inmediatamente.
Segundo: el Argentinazo hirió gravemente el régimen político. Con el kirchnerismo se recuperó la imagen presidencial, pero el parlamento y la justicia quedaron en terapia intensiva y murió definitivamente el régimen bipartidista que administró el país por 20 años. La UCR se hundió como partido nacional y el PJ se convirtió en un grupo de caudillos provinciales luego funcionales al fenómeno k.
Tercero: La otra pata del régimen, la dirigencia de la «traidora CGT» tuvo una sobrevida importante, ya que pese a ser un cadáver maloliente tuvo, como el régimen, la ayuda de la ineptitud de la izquierda para construir un polo unitario alternativo. Y esa sobrevida sirvió para evitar que el movimiento obrero participara a través de sus organizaciones del proceso del Argentinazo, que no hubiera ningún paro general en medio de la crisis y miseria más grande que atravesó nuestro país y que ahora pudiera pasar esta ley repudiada por el 80% de los argentinos.
Macri se sostiene en este régimen político, pero no puede soslayar la crisis que es secuela del 2001. En particular en la complicidad de la CGT que le ha permitido avanzar sobre los derechos de los trabajadores mirando para otro lado, cuando no colaborando en forma abierta. Sin eso, no hay acuerdo parlamentario o político que lo sostenga.
La experiencia del Argentinazo está viva
Quizás sean las movilizaciones de estos días las que marquen el comienzo del fin del sueño PRO. Todavía no está listo el helicóptero en el que se fugó De la Rúa y los enfrentamientos van a agudizarse. Se acabaron los rodeos y llegó el momento de los enfrentamientos decisivos de la mano de la velocidad de la crisis económica.
Se empezaron a descongelar los elementos que incorporó el Argentinazo. Fundamentalmente aquellos que hacen a la posibilidad de generar una nueva dirección política y sindical de los trabajadores, que fue la gran falencia que le permitió a Duhalde maniobrar y tapar el agujero trayendo a Kirchner, que con la ayuda de la CGT, la plata que entró por exportaciones y la baja salarial de la devaluación, logró capear en aquel entonces el temporal.
La crisis del régimen político sufrió un nuevo golpe con la bronca y el cuestionamiento al gobierno de sectores medios y de trabajadores. Y de la mano del PJ, cómplice de las medidas de ajuste, se cae el sustento político de la burocracia sindical, liberando fuerzas para que surja una nueva conducción de los trabajadores.
Se trata de trabajar para que se desarrolle lo que estuvo ausente en aquellas jornadas y que permitió «que vuelvan todos». El protagonismo del movimiento obrero con nuevos dirigentes ganando terreno y una alternativa de izquierda unitaria con peso en franjas de masas. En eso estamos.