La hoja de ruta del gobierno nacional, junto a sus socios provinciales, no se tomó vacaciones. Son conscientes de que el desgaste pegó un salto en diciembre y saben que difícilmente se detenga. Por eso al coctel de despidos y represión le sumaron en los últimos días un tarifazo a los principales servicios. Pararle la mano a este ajustador serial es posible y cada día más necesario.
Con la firma del Pacto Fiscal y su aprobación legislativa el gobierno nacional logró reunir al 99% de los gobernadores para el trabajo sucio de profundizar el ajuste. Apurado por los números de una economía que no repunta y que, mas allá de las mentiras oficiales, sostiene indicadores preocupantes en cuanto a déficit fiscal, balanza comercial, inflación, pobreza, etc.
Lo que pretende ocultar el macrismo es que la brutal transferencia de recursos de las arcas del Estado a los sectores concentrados de la economía está pasando factura, las famosas inversiones no llegan ni en dibujitos y la disparada del dólar empuja la inflación y la sangría de la deuda externa que no para de crecer.
Se trata de una unidad para ajustar. El pacto fiscal no es otra cosa que un pacto entre el gobierno nacional, las autoridades provinciales y una porción importante de la burocracia sindical. Pacto que implica profundizar el saqueo al pueblo que vive de su trabajo por diversas vías y al mismo tiempo mina las bases de cualquier recuperación económica a corto o mediano plazo. Salvo en los acartonados y sobreactuados discursos del presidente y sus ministros, en ningún lado se ve recuperación alguna, sino todo lo contrario. Las condiciones de vida empeoran, la imagen del gobierno pierde terreno y se van generando las condiciones para un descalabro de proporciones. El “modelo” de quitar impuestos a los empresarios y oligarcas, despedir masivamente, permitir la fluctuación monetaria, imponer salarios a la baja y el aumento brutal de las tarifas de los servicios es un cóctel que difícilmente termine con buenas noticias para el pueblo trabajador.
Peores servicios, mucho más caros
El tarifazo de los últimos meses es un verdadero mazazo a los bolsillos populares. Luz, gas, agua, prepagas, transportes, telefonía, peajes, naftas, etc, subieron entre el 8% y el 40% y si sumamos los aumentos de los dos años de cambiemos, los números toman el carácter de estafa descomunal.
En el caso de los servicios básicos, los aumentos vienen acompañados de cortes de luz y un empeoramiento general de las prestaciones. Las empresas amasan fortunas sin poner un peso para mejorar la infraestructura. Incluso, según las estadísticas, hoy se consume menos, el servicio es peor y de promedio pagamos 100% más que hace dos años, con variaciones de acuerdo al rubro.
Un caso paradigmático es el del servicio eléctrico, que año tras año colapsa en verano en casi todo el país, sin que eso implique sanción alguna para las empresas, ni seguimiento para que garanticen obras, ni nada por el estilo. Sin embargo, son de las mayores beneficiadas con los aumentos de tarifas, superando el 150% en los últimos dos años.
El transporte es otro caso paradigmático, el último aumento supera el 37%, en el amBA y no baja del 20% en la mayoría de las provincias, el esquema, aunque más variado que en la energía también esta atravesado por empresas monopólicas, con contratos que nunca se cumplen, servicios deficientes y un salto en la precarización y el riesgo para la salud de trabajadores y usuarios.
La contrapartida de esta política impositiva para las mayorías tiene que ver con la quita masiva de impuestos nacionales y provinciales a las principales actividades económicas del país como la agropecuaria, los incentivos y facilidades para el desarrollo de las industrias de la muerte del petroleo y la minería, la desidia de violentar toda soberanía destruyendo los principales recursos de control y desarrollo nacional como el INTI, el SENASA o el CONICET, por la vía del despido masivo de técnicos y profesionales.
La receta de Macri cuenta con el apoyo y el impulso entusiasta de gobernadores y burócratas, pero genera malestar en capas cada vez más amplias del pueblo trabajador, las peleas contra este robo son claves para lograr pararle la mano.
Martín Carcione