Inflación, tarifazos, devaluación, paritarias con techo, son algunos de los problemas más acuciantes que vivimos los trabajadores, producto del ajuste sin fin del PRO en el gobierno. Sin embargo y a pesar de todo este ajuste, la crisis económica continúa y lo peor es que se están incubando elementos que podrían empeorarla.
Han pasado más de dos años desde que el PRO asumió el gobierno. Al igual que el kirchnerismo, crearon su propio relato, basado en que había que ajustarse para encaminar la economía. Sus ejes eran “volver al mundo” en materia económica internacional, bajar el déficit a través de sacar los subsidios a las empresas de servicios públicos y transporte y bajar el costo laboral de las empresas para atraer inversiones y mayor trabajo, para esto había que controlar los aumentos salariales y aplicar la reforma laboral al servicio de las patronales.
En la práctica casi nada de esto se cumplió y todos sabemos que menos que menos, trajo alguna mejora a la situación crítica que arrastrábamos de años anteriores.
La situación económica actual
De manera muy resumida podemos decir, que la integración al mundo como les gustaba decir, no trajo inversiones, ni en forma de lluvia ni a cuentagotas. Sí nos hizo endeudar de manera exponencial: sólo en el 2017 se tomó deuda por U$S 35.000 millones y para este 2018 rondaría, con suerte los U$S 30.000 millones, el mayor endeudamiento de toda la región.
En cuanto al déficit fiscal, a pesar del tremendo ajuste que hemos sufrido los sectores populares desde hace dos años, con tarifazos de más del 400% y despidos que continúan en el Estado, sigue creciendo. Y esto es así por varias razones. La primera por el gran endeudamiento externo que exige pagos de intereses y capital a los usureros internacionales (aunque ahora también quieren empezar a endeudarse internamente con el BCRA, al mejor estilo Cristina). La segunda razón es porque le bajaron los impuestos y retenciones a los grandes pulpos exportadores sojeros y mineros. La tercera es que al bajar la actividad económica y el consumo, el Estado recauda menos. Y, finalmente, la devaluación hace que proporcionalmente debamos más porque el dólar está más caro.
Pero de lo que afecta más directa y evidentemente a los de abajo, la inflación es el problema fundamental. Y a dos años de gobierno, el fracaso de éste para combatirla es claro. El año pasado cerró arriba del 24% y para este habían calculado el 15% pero luego lo subieron al 17,4% y ya todos calculan que estará arriba del 19-20% (aunque los más pesimistas, luego de considerar que febrero cerrará arriba del 2%, opinan que podría ser superior a la del 2017). Y el principal responsable en forma directa es el propio gobierno ya que con sus tarifazos del 60-70% y los aumentos de combustibles, acelera el espiral inflacionario. Pero también lo es en forma indirecta, ya que al no controlar los precios, ni la especulación de los grandes formadores de precio y al cambiar las metas anuales, lo que hace es fomentar lo que llaman “expectativas inflacionarias”, que en la práctica significa que los empresarios remarcan por las dudas y muy por encima de la inflación real. Como siempre los más perjudicados somos los sectores populares y los más pobres, ya que lo que más aumenta son los alimentos y demás productos de primera necesidad. Pretende controlar la inflación poniendo techo a las paritarias, cuando en realidad los salarios en estos años aumentaron menos que la inflación general y siempre corren por detrás de los precios.
Mientras que los grandes empresarios del campo y la ciudad y las empresas de servicios, por el contrario, son muy beneficiados por la inflación y devaluación (lo contrario a lo que declaran a los medios). La quita de subsidios y los tarifazos aplicados, redundaron en superganancias, como admitieron las empresas de energía (sin que nadie haya controlado el verdadero valor de la tarifa) o pagando el gas mucho más alto que los valores internacionales. La dolarización del precio del petróleo, no sólo les hizo recuperar ganancias en forma inmediata sino que se benefician de cada devaluación, ya que los costos de extracción son en gran parte pesificados. Eso sí, a Macri no le preocupa la presión inflacionaria que ocasionan sus socios capitalistas, sino que busca siempre ajustar a los trabajadores y jubilados.
Perspectiva: los problemas que siguen y los que vendrán
Para los próximos meses la crisis continuará, porque como ya dijimos, la inflación no se detendrá, el déficit seguirá creciendo y las inversiones genuinas no vendrán (sobre todo luego de los hechos de diciembre, que demostraron que existe gran resistencia popular al ajuste) en forma masiva.
Pero además se agregará el problema del estancamiento de la economía, ya que el aumento de la actividad registrado en 2017 se debe en gran parte a la construcción por la obra pública, que se hizo con un nivel de endeudamiento insostenible en el tiempo y que nos condena a pagar deuda en forma creciente por años. Por eso la perspectiva más probable es que el crecimiento se vaya frenando en el 2018 para dar paso a un estancamiento o recesión posterior.
Los aumentos de la tarifa del transporte público, de la electricidad y de la medicina privada muestran que el gobierno es el principal impulsor de la carestía que afecta en primer lugar a los trabajadores.
Un plan económico alternativo
Desde el MST proponemos un plan opuesto al del Gobierno. Que parta de dejar de pagar la deuda externa y de endeudarnos. Con nacionalización de la banca y el comercio exterior. Que aplique impuestos progresivos a las grandes fortunas y ganancias de las corporaciones, en lugar de impuestazos al pueblo trabajador. Que con esos recursos se implemente un aumento general de salarios y jubilaciones, que cubra el costo de la canasta familiar y actualizados trimestralmente con la inflación. Con fuertes medidas para combatir de verdad la inflación, mediante la eliminación del IVA a los productos de consumo masivo y la implementación de la ley de abastecimiento y control de precios para todos los que hoy especulan con altísimos precios de las mercaderías y evitar el desabastecimiento. Y la implementación de un plan de obras públicas con la construcción de 1 millón de viviendas populares que significan menos dinero que lo que se endeudó Macri en el 2017. Sólo con medidas de este tipo podremos lograr que el costo de la crisis la paguen los que la generaron y no los trabajadores y el pueblo.
Gerardo Uceda