El 21 de febrero de 1848 se publicaba en Londres la primera edición del Manifiesto Comunista, escrito por Marx y Engels en forma de panfleto para difundir las ideas de la Liga de los Comunistas entre los obreros europeos.
Mientras la burguesía consolidaba su poder en Europa y se extendía el régimen de producción capitalista por el viejo continente, la joven clase obrera daba sus primeras luchas contra la miseria y la explotación. La Liga buscaba explicar teóricamente lo que sucedía y al mismo tiempo prepararse para las revoluciones que se avecinaban, dándole una perspectiva a la lucha de la clase obrera. El Manifiesto Comunista fue la piedra fundacional del marxismo como corriente político-ideológica y la base para la organización de la clase obrera y de poderosos partidos marxistas, así como de las diferentes organizaciones internacionales de trabajadores.
En estos 170 años el mundo ha sufrido inmensos cambios y evidentemente algunos aspectos del Manifiesto han quedado desactualizados. El propio Marx junto a Engels y luego otros marxistas como Lenin y Trotsky fueron actualizando la teoría al calor de los nuevos procesos, especialmente las revoluciones de 1848, la Comuna de París y la Revolución Rusa.
Sin embargo, aunque los intelectuales a sueldo de la burguesía lo hayan dado por muerto, el reformismo lo haya declarado caduco y el stalinismo lo haya bastardeado, sus tesis centrales mantienen plena vigencia.
“La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”
El Manifiesto comienza con una síntesis de la concepción materialista de la historia, fundamental no sólo para interpretar científicamente el desarrollo de las sociedades sino para ubicar al propio sistema capitalista como parte de ese mismo desarrollo dando por tierra con los argumentos sobre la eternidad de ese régimen de producción.
“Opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.” (…) “La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas.”
La lucha de clases nace de los intereses irreconciliables entre explotadores y explotados, en la actualidad la burguesía y el proletariado. La socialdemocracia primero y más tarde el stalinismo con su política de conciliación de clases, al revisar esta tesis fundamental contribuyeron (y lo siguen haciendo) al sostenimiento del orden capitalista. Los revolucionarios seguimos sosteniendo que la transformación social necesaria sólo puede venir de la lucha implacable contra la burguesía.
El sistema capitalista
Aunque es en El Capital que Marx va a desarrollar su crítica a la sociedad capitalista, en el Manifiesto ya esboza las primeras ideas: el pago de la fuerza de trabajo como equivalente al costo de su reproducción y la apropiación de la plusvalía por los capitalistas; la competencia como la ley fundamental de las relaciones sociales; la ruina de las clases intermedias, la concentración de la riqueza en un número siempre decreciente de propietarios en un polo y el crecimiento numérico del proletariado en el otro y la preparación de las pre-condiciones materiales y políticas para el socialismo entre otras.
Como si nos estuviera hablando del mundo actual, describe las crisis cíclicas que llevan a la “epidemia de la superproducción” en la cual la gente muere de hambre porque hay demasiada producción. A diferencia de los Modos de Producción anteriores, en que las crisis se ocasionaban porque la humanidad aún no producía lo suficiente para satisfacer las necesidades básicas, las crisis actuales se deben a la propiedad privada de los medios de producción. La destrucción de fuerzas productivas y conquista de nuevos mercados, así como el aumento de la explotación de los trabajadores permite a la burguesía superar las crisis preparando crisis mayores y aumentando la miseria de las masas populares.
Basta conocer el informe del Foro de Davos que revela que el 82% de la riqueza mundial generada durante el año pasado fue a parar a manos del 1% más rico y que el 56% de la población global vive con entre 2 y 10 dólares por día, para notar la vigencia del Manifiesto.
“Toda lucha de clases es una lucha política”
“Los obreros arrancan algún triunfo que otro, pero transitorio siempre. El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera.”
Mientras exista el capitalismo todo lo que conseguimos por un lado, la burguesía lo recupera por otro. Si, por ejemplo, logramos con una dura lucha un aumento de salarios, la burguesía, a través de la inflación recupera lo que perdió y nosotros perdemos lo que ganamos. La lucha de clases es política porque el objetivo de los trabajadores es avanzar de las peleas reivindicativas a la disputa por el poder. Y eso solamente es posible con la “organización de los proletarios como clase, que tanto vale decir como partido político.”
El anarquismo y el sindicalismo ya desde tiempos de Marx, o el autonomismo en la actualidad intentan disociar las luchas cotidianas de la lucha política. Pero no disputar el poder político implica dejarlo en manos de la burguesía, que lo utiliza para seguir explotando y arrojando a la miseria a la inmensa mayoría del pueblo.
La clase obrera como clase dominante
Para poder transformar las relaciones sociales, la clase trabajadora debe tomar el poder político para comenzar a transformar todas las relaciones sociales; y al liberarse de la explotación, liberará de toda explotación al conjunto de los oprimidos.
“De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía no hay más que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado. Las demás perecen y desaparecen con la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto genuino y peculiar. El primer paso de la revolución obrera será la exaltación del proletariado al Poder, la conquista de la democracia.”. Sólo ahí se puede empezar a hablar de democracia ya que se trata del poder para la clase mayoritaria.
“El proletariado se valdrá del Poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase gobernante, y procurando fomentar por todos los medios y con la mayor rapidez posible las energías productivas.”
“Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa.”
La revolución es mundial
Aunque empieza siendo nacional (por su forma, no por su contenido) el Manifiesto plantea que la pelea contra la burguesía es internacional. El propio desarrollo capitalista va borrando las diferencias nacionales al conquistar el mundo entero, por lo tanto la revolución no puede detenerse sólo en el plano nacional.
“La acción conjunta de los proletarios, a lo menos en las naciones civilizadas, es una de las condiciones primordiales de su emancipación. En la medida y a la par que vaya desapareciendo la explotación de unos individuos por otros, desaparecerá también la explotación de unas naciones por otras.”
“Un fantasma recorre Europa…”
Con esta frase comienza el Manifiesto Comunista. Expresaba el temor del poder económico, político y religioso a las ideas comunistas que se expandían por Europa. A 170 años, cuando crece la resistencia a los planes de la burguesía en todo el mundo y el conjunto del sistema capitalista está cuestionado, aflora nuevamente el temor a las ideas socialistas que vuelven a ganar fuerza entre sectores cada vez mayores de la vanguardia obrera y juvenil. Así lo reflejan por ejemplo artículos y editoriales de los grandes medios analizando el crecimiento del trotskismo que es hoy la única corriente que mantiene los ejes que detallamos en este artículo. Por nuestra parte reafirmamos, como hace 170 años:
“Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución (socialista). Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar.
¡Proletarios de todos los países, uníos!”
Emilio Poliak