El lanzamiento de la pre-candidatura de Guilherme Boulos, dirigente del combativo MTST (Movimiento de Trabajadores Sin Techo), a presidente de Brasil, apoyado por la mayoría de la dirección del PSOL, abrió un gran debate en ese partido. Recién afiliado, el programa que propone y su defensa de los gobiernos petistas plantean cambios importantes en esta experiencia amplia surgida como alternativa desde la izquierda a la defección del PT en el gobierno. Reproducimos un artículo de un dirigente del PSOL y del MES, cuya postura compartimos, escrito antes de proclamado Boulos.
Boulos y la herencia del lulismo
Para el pueblo brasileño la diferencia entre izquierda y derecha ha pasado a ser muy confusa, sutil, a veces hasta inexistente. Es que los años de gobierno del PT, actuando en nombre de la izquierda, han tenido muchos elementos de continuidad con las experiencias de los gobiernos de los partidos burgueses y de la derecha en un sentido amplio. No es un fenómeno nacional. Pero en Brasil ocurrió recientemente. Enrique Meirelles, por ejemplo, actual ministro de Economía de Temer, fue el nombre fuerte de Lula al mando del Banco Central desde el inicio de las gestiones petistas. Como se sabe, también la apropiación ilegal de fondos públicos fue algo en común. Los elementos de continuismo son innumerables.
Tan es así, que con la crisis de 2008 en el mundo y sus repercusiones en Brasil poco después, la mayoría de la burguesía apretó aún más al Ejecutivo federal para ajustar con fuerza redoblada y recortar los derechos de los trabajadores y el pueblo. El segundo mandato de Dilma intentó cumplir esta tarea eligiendo a Joaquín Levy para el Ministerio de Hacienda (hombre fuerte de Bradesco y de los equipos económicos tucanos), pero el PT no tuvo cohesión para llevar adelante el Plan Levy. Esta falta de cohesión fue la base para que la crisis entre el PT y la burguesía se estableciera. La burguesía ya había notado que la utilidad mayor del PT de controlar la rebeldía del movimiento de masas se había agotado, tal como indicaban las jornadas de junio de 2013. Ahora entendía la dificultad del PT de hacer el trabajo sucio en un momento de crisis económica. También debe ser tomado en serio que la izquierda representada por el PT y los partidos de la burguesía brasileña no son iguales. En este sentido la izquierda (incluso la que podemos llamar la izquierda tradicional o reformista) y la derecha siguen siendo diferentes.
Hay elementos reales de identificación y diferenciación entre tal izquierda y la derecha. La experiencia de las masas con los gobiernos petistas, sin embargo, ha sido interrumpida. Cuando se iba a tomar la decisión final entre dos elementos de la realidad, la identificación y la diferenciación, llegó el impeachment. Aunque no fue planeado de manera unificada por la burguesía y en gran parte se desencadenó motivado por las diferencias de los antiguos aliados petistas del PMDB, entonces atrapados por la operación Lava Jato, terminó contando con el apoyo del capital financiero, interesado en las promesas de Temer de hacer lo que Dilma no tenía gobernabilidad para ejecutar en el terreno económico. Con el impeachment realizado y con Temer gobernando, una parte de las masas vieron que la situación podía quedar, sin el PT, peor que con él. La experiencia en curso de las masas con el petismo fue interrumpida. No toda, porque una experiencia fuerte ya se había hecho. Pero el horizonte de lo posible, tan común en situaciones normales, ha marcado la conciencia de las masas en el sentido de ver sólo dos polos de la política: PT y Lula por un lado y los partidos tradicionales de la burguesía y sus medios corporativos por otro. Un tercer campo fue bloqueado por las dificultades objetivas y la inacción del propio PSOL, impidiendo la lucha por una subjetividad nueva y alternativa. No diferenciarse del PT fue fatal.
Además de estos dos polos, y por los años de régimen común entre el PT y los partidos burgueses, hay un enorme descrédito de las masas con todo lo que está ahí. Una parte de este descrédito ha sido aprovechada por la candidatura de Bolsonaro. Este descrédito, sin embargo, es mucho más grande, más profundo y no sólo tiene tendencias latentes por derecha, sino también por izquierda. Un descrédito con peso de masas, que tiene más peso que todas las fuerzas positivas combinadas. Estamos en una etapa de conciencia negativa predominante en las amplias masas.
La negación por sí misma es incapaz de ofrecer una alternativa. Sin embargo, creemos que una política de emancipación debe apoyarse en ella. Ocurre que una parte de los dirigentes del PSOL apuesta por ser una herencia del petismo y en particular de Lula. Este sector del PSOL, que ahora cuenta con la voluntad de Guillermo Boulos de ser candidato a presidente en una alianza de movimientos sociales con el partido, se apoya en el hecho de que Lula todavía tiene un peso electoral de masas. De hecho, en términos positivos hay dos tendencias fuertes en la conciencia de las masas, además de la negación y la repulsión a todos los partidos. Los que consideran que la izquierda y la derecha son todos iguales, y los que diferencian izquierda y derecha pero consideran que el PT es la única izquierda o que es el líder de la izquierda, en especial Lula. Pero en este punto también el PSOL debería entrar y construir lo nuevo. En sus años de existencia el partido ha logrado existir. Se convirtió en un hecho. En algunos lugares comenzó a disputar con el PT y a ocupar el espacio que hasta entonces era del PT. Y ocupaba este espacio no subordinándose, sino postulándose como alternativa. En algunos estados en los que el PT se hundió antes de que el PSOL naciera, el trabajo fue más fácil. Es el caso de Río de Janeiro, donde el PT fue liquidado en 1998, con la intervención del propio Lula y de José Dirceu contra Vladimir Palmera. A nivel nacional, sin embargo, el proceso fue más difícil y el trabajo estaba y está en curso, como en Río.
Este trabajo, sin embargo, con la política que está llevando adelante el liderazgo de Boulos, sufrirá un cambio de rumbo y confundirá más al PSOL con el PT. Eso es porque Boulos quiere tener como línea central de su campaña heredar los votos de Lula. Para ello se presenta como defensor de Lula. Y no se presenta sólo como defensor del derecho de Lula a ser candidato. Tal defensa es lícita. Pero Boulos reivindica el carácter progresista de los gobiernos del PT, como ejemplos limitados de gobiernos progresistas, dando a entender que fueron gobiernos populares que sólo se equivocaron porque confiaron en la posibilidad de conciliación con la burguesía. Creo que esta línea es la renuncia a la construcción de una verdadera nueva izquierda. Y creo que es una línea pragmática que se opone a la necesidad de una nueva política. Incluso porque, si es para defender el carácter progresista de los gobiernos petistas y del liderazgo de Lula, reivindicándolo como el principal exponente de la izquierda, entonces lo cierto y valiente sería defender el nombre que Lula va a indicar, en caso de que no pueda ser candidato.
De nuestra parte, de los que fundaron el PSOL y saben que la derecha actual y la izquierda actual dirigida por el PT tienen en común la defensa de la política sin la participación activa de las masas, no vamos a renunciar a luchar por un camino realmente nuevo. El lulismo fue una expresión de una estrategia de conciliación de clases, como incluso Boulos ha dicho algunas veces. Querer ser su heredero inevitablemente, es una forma de valorar esta estrategia. Si es para afirmar lo nuevo, hay que ser realmente nuevo. Hegel decía que los muertos entierran a sus muertos. En términos de cambio revolucionario es el caso, aunque en el terreno electoral sé que no es el caso del lulismo en estas elecciones. Pero su herencia depende de los petistas. Nuestro cálculo no puede tener como eje obtener los votos que Lula no puede tener, una orientación electoralista que nos aleja de la necesidad de construir una verdadera novedad política (y creo que será una línea estúpida en términos electorales porque los votantes preferirán el indicado por Lula y no a quien sólo se declara su amigo y aliado). Debemos apostar a la construcción de un proyecto propio que muestre, a quienes creen que la izquierda y la derecha son iguales, que otra izquierda es posible; a los que creen que Lula es la izquierda posible, que otra izquierda es necesaria; y a los que no creen en más nada, que confíen sólo en sí mismos.
Roberto Robaina