MST - Movimiento Socialista de los Trabajadores Lunes 27 de Agosto, actualizado hace 4 hs.

Brasil: Debates ante la detención de Lula

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La detención de Lula provocó un salto de la crisis política que atraviesa Brasil. Rechazamos esta medida proscriptiva y autoritaria, aunque mantenemos que el PT no es una salida para enfrentar a la derecha y proponemos una comisión investigadora independiente para perseguir toda la corrupción.

Finalmente Lula cayó preso. El 5 de abril el Supremo Tribunal Federal (STF) rechazó el hábeas corpus que los abogados del ex presidente habían presentado, y el juez Sergio Moro ordenó su detención. Tras amagar con resistirse, Lula protagonizó un acto en el sindicato metalúrgico de Sao Bernardo do Campo y se entregó a las autoridades.

Una proscripción antidemocrática

Lula fue condenado a 12 años de prisión por recibir un departamento en forma de soborno de la constructora OAS. Pero no existen pruebas materiales de que sea dueño de dicho inmueble, y la única evidencia usada para condenarlo se basa en las declaraciones de dos ejecutivos de OAS que están presos por corrupción y recibieron reducciones de sus penas a cambio de incriminar al ex presidente.

El verdadero motivo del encarcelamiento del líder petista es la convicción de la derecha brasileña de proscribir su candidatura a las elecciones presidenciales que se celebrarán en octubre. Lula encabeza las encuestas, con una intención de voto por encima del 30%, secundado por el ultra-derechista Jair Bolsonaro, que mide 15%. La burguesía brasileña, golpeada por el rechazo masivo al brutal ajuste que viene aplicando, no tiene candidato pero se juega la vida a que sea uno propio que polarice con Bolsonaro. El establishment necesita profundizar el ajuste para recuperar rentabilidad capitalista y, para ese fin, le resulta indispensable contar con un gobierno incondicional de su propio riñón.

La condena a Lula es arbitraria y selectiva. El mismo STF que apresuró su decisión, encubre y retrasa otros casos ligados a la operación Lava Jato, como el del presidente actual Michel Temer. Es una decisión políticamente motivada, autoritaria y completamente antidemocrática. Efectivamente proscribe su candidatura y cercena el derecho democrático de millones de brasileños a votar por quién quieran.

Esta arremetida contra los derechos democráticos es parte de una escalada autoritaria y represiva general. Un primer manotazo fue la destitución de Dilma y la respuesta represiva del ilegítimo presidente Temer a las protestas contra sus medidas de ajuste. La reciente militarización de Río de Janeiro va en el mismo sentido. El cobarde asesinato de Marielle Franco -que no es la única política asesinada estos años- es particularmente característico de la escalada represiva en curso. Marielle era concejal del PSOL, militante socialista, referente de la izquierda y las luchas de trabajadorxs, mujeres, negrxs y la disidencia sexual. Era exponente del ascenso juvenil, democrático y antisistémico que recorre Brasil desde las masivas movilizaciones de 2013. Ascenso que la burguesía pretende y debe derrotar para lograr imponer su ajuste.

La proscripción de Lula viene con la misma marca represiva. No es menor que días antes de que el STF rechazara el hábeas corpus, el jefe del ejército de reserva amenazara públicamente con un golpe de estado si el ex presidente quedaba en libertad.

Por todo esto, desde el MST y nuestra corriente internacional, rechazamos la proscripción de Lula, defendemos su derecho democrático a presentarse en las elecciones de octubre y el de los brasileños que lo quieran votar a poder hacerlo, y exigimos su inmediata liberación. Esto no equivale a eximirlo de culpa por las acusaciones que pesan en su contra. Los gobiernos del PT estuvieron infestados de funcionarios corruptos y entablaron todo tipo de negocios con empresas corruptas. Lula y todos aquellos acusados de corrupción deben ser juzgados, pero no confiamos en una justicia igualmente corrupta y políticamente comprometida. Por eso, proponemos que una comisión investigadora independiente se haga cargo de los casos de corrupción de la casta política y empresarial, porque es la única garantía de llegar a juicios justos para que vaya preso hasta el último de ella.

Lamentablemente, un sector de la izquierda, representada por Izquierda Socialista (FIT) en Argentina y su grupo brasileño, el CST, no parece percibir que la detención y proscripción de Lula se trate de un inaceptable cercenamiento de los derechos democráticos, ni que sea parte de una avanzada represiva dirigida esencialmente contra los trabajadores y el pueblo brasileño. Como afirmó su diputado Juan Carlos Giordano:

Lula fue condenado por corrupción… Lula traicionó a la izquierda y a los trabajadores. Por eso la verdadera izquierda no lo puede defender.

Pero no hace falta defender a Lula para defender los derechos democráticos. La proscripción de un candidato por parte de la justicia burguesa es un grave cercenamiento de esos derechos, por más capitalista que sea el candidato. No ubicarse junto al pueblo trabajador en defensa de sus derechos democráticos lleva a Izquierda Socialista a ubicarse junto a la derecha reaccionaria y su orientación de ajuste y represión.

La metamorfosis del PT

Defender el derecho de Lula a presentarse a las elecciones, sin embargo, no significa apoyarlo políticamente, como hace otro sector de la izquierda. El PT que gobernó Brasil y que encabeza Lula hoy, tiene poco y nada que ver con el PT que surgió del movimiento obrero brasileño en los ´80s.

Nuestra corriente fue parte del PT cuando se fundó en 1980 como alternativa política de los trabajadores que reivindicaba el socialismo. También participamos de la formación de la CUT, que surgió en aquellos años al calor de las huelgas del ABCD paulista, como nueva central sindical, contrapuesta a burocracia de la vieja CGT. Pero a lo largo de los ´90s, en la medida que el PT se hizo electoralmente competente, se fortalecieron los sectores que a su interior impulsaron la adaptación del partido a las reglas de juego de la democracia capitalista. Le siguió un proceso de burocratización, tanto del PT como de la CUT.

Para cuando Lula ganó la presidencia en 2003, el PT estaba terminando su metamorfosis. Una de las primeras medidas de su gobierno fue una reforma jubilatoria contra los trabajadores. Los diputados que fueron expulsados por negarse a votarla, junto a nuestra corriente y otros sectores de izquierda, formamos la base del PSOL que hoy encarna una alternativa por izquierda a la crisis brasileña.

El PT en el gobierno se dedicó a demostrarle a la burguesía que era una opción confiable para sostener sus intereses. Lula, y luego Dilma, gobernaron junto a los bancos, la oligarquía y las multinacionales. Incluso entre los demás gobiernos “progresistas” de la década pasada, el PT se ubicó a la derecha, como contrapeso al bolivarianismo. Se opuso y bicoteó -en sintonía con la burguesía imperialista- las medidas regionales más progresivas del chavismo, como el ALBA y el Banco del Sur. Aunque implementó políticas que aliviaron las condiciones de los sectores más empobrecidos de la sociedad brasileña, no adoptó medidas que afectaran el modelo económico capitalista. El resultado fue una orientación liberal que perjudicó a lxs trabajadorxs y terminó minando la base social del PT.

¿Y si era tan bueno, por qué está preso?

Hay un lógico debate en torno a por qué la derecha brasileña está tan obstinada en sacarse de encima al PT. ¿Si durante años le garantizó fabulosas ganancias, crecimiento y estabilidad a la burguesía, por qué quieren hundir al PT? ¿Por qué destituyeron a Dilma, con la crisis política que les costó? ¿Por qué prefieren la incertidumbre de una elección en la que ganaría el voto en blanco, a la estabilidad de un nuevo mandato de Lula?

Una primera respuesta se encuentra justamente en la pérdida de base social del PT. Este le sirve a la burguesía en la medida en que contiene a las masas frente al avance de políticas favorables al capital. Ante el ascenso revolucionario continental de comienzos del milenio que se llevó puesto los regímenes de varios países y sus partidos tradicionales, a la burguesía no le quedó otra que aceptar gobiernos que entregasen algunas concesiones al movimiento de masas a cambio de salvar lo esencial del modelo capitalista semi-colonial. El PT podía cumplir ese rol mientras gozara de la confianza del movimiento de masas. Las movilizaciones de 2013 demostraron que había perdido esa confianza, y junto con ella, la utilidad que tenía para los intereses de la burguesía.

Pero hay un factor más. Además de la necesidad política de gobiernos que contuvieran, la burguesía también tuvo cierto margen económico para tolerar esos gobiernos que no controlaban directamente, durante la década pasada. Los precios de los commodities que exportan las economías latinoamericanas, que se mantuvieron altos esos años, incluso tras el estallido de la crisis mundial en 2008, hacían posible que gobiernos como el de Lula, Kirchner o Chávez, cedieran algunas concesiones al pueblo, y a la vez, garantizaran altas ganancias a la burguesía. Pero a partir de que la crisis entrara con fuerza en la región en 2012-2013, ese margen se esfumó. Ya no sería posible sostener ese juego a dos puntas. O se ajustaban las ganancias capitalistas, encarando un rumbo de confrontación decidida con la burguesía y medidas anticapitalistas; o se ajustaba al pueblo. Sin excepción, los gobiernos “progresistas” optaron por la segunda.

El brutal ajuste que aplica Temer lo inició Dilma. Al hacerlo, dinamitó su base social. El PT dejó de serle útil a la burguesía y cuando ésta orquestró su impeachment, tampoco hubo una masiva y aguerrida masa dispuesta a defender a Dilma. La jugada no le salió del todo bien a la derecha. El proceso Lava Jato destapó una caja de Pandora que terminó con empresarios de primera línea y políticos de todos los colores procesados por corrupción. Desataron la crisis política que están padeciendo y que no saben donde termina.

Pero no hay vuelta atrás. Hoy la crisis económica no le permite margen alguno a la burguesía, que necesita aplicar un ajuste aún mayor para recuperar rentabilidad. Lula, aunque encabeza las encuestas, ya no tiene la base social como para asegurar que pase ese ajuste. La burguesía necesita un gobierno propio que se juegue, ya no a contener a las masas para ajustar, sino a derrotarlas. Y Lula no les sirve, no constituiría el gobierno directo de la burguesía que están necesitando.

La alternativa es por izquierda y anticapitalista

Si la derecha brasileña logra, o no, derrotar a los trabajadores está por verse. Lo cierto es que necesitaremos una herramienta política tan decidida como la que buscan ellos. Por lo cual, a nosotros tampoco nos sirve Lula. Incluso ante el ataque más autoritario de la derecha, que removió a su partido del poder y lo metió a él en una celda de 15 metros cuadrados, Lula se esmera en demostrar que no enfrentaría al ajuste de la derecha -aclaró explícitamente que no revertiría las medidas de Temer- y asegurar que es un político confiable para el establishment.

Con el discurso que pronunció en el sindicato metalúrgico antes de entregarse, aseguró que él confía en esa justicia que lo está encarcelando y proscribiendo: “Si no creyera en la Justicia, no habría hecho un partido político. Yo habría propuesto una revolución en este país”.

No. Para enfrentar el ajuste de la derecha, hace falta una alternativa que no crea en esa justicia y que sí se proponga hacer una revolución. El PSOL viene creciendo como alternativa a izquierda del PT y referencia de las luchas de lxs trabajadorxs, la juventud, lxs negrxs, las mujeres y la disidencia sexual. Pero no sin problemas. Los sectores más moderados del PSOL han impuesto la candidatura de Guilherme Boulos para las presidenciales de octubre. El dirigente del Movimiento de Trabajadores Sin Techo es muy cercano a Lula y se postula como “heredero” político del ex presidente. Pero para enfrentar la agenda de la derecha y plantear un rumbo distinto no sirve oprimir el botón de reinicio del PT. Hay que hacer algo completamente distinto. Está en manos de la izquierda del PSOL resistir los intentos por reeditar la experiencia del PT y encarar una orientación de ruptura con las estructuras tradicionales de la política capitalista brasileña. Nuestro enérgico apoyo a ellos en esa gran tarea.

Federico Moreno