Terminó la “Cumbre de los líderes del G20” en Buenos Aires y la ciudad abandonó el virtual estado de sitio en que Macri y Bulrich la sumieron para agasajar a los jefes de las potencias imperiales. Se impone un primer balance después de tanto despliegue y de tanta plata que pagó la Argentina para la festichola de los mandamases del mundo.
Dos símbolos cruzaron la Cumbre. Cuando se instaló, el viernes 30N, un temblor de 3,8 grados afectó inusualmente a Buenos Aires. Pareció que la naturaleza protestaba contra los responsables de la mayor depredación ambiental de la historia humana y de paso acompañaba la enorme manifestación que horas después recorrió las calles de Buenos Aires, enfrentando la campaña de intimidación. El sábado 1D los chalecos amarillos incendiaron París, mientras uno de los protagonistas de la Cumbre, el presidente Macron, habló de un plan que debió tirar por la borda sólo 48 horas después.
Algunos analistas comentan que no fue una cumbre “tranquila”. Se logró sacar una declaración final en la que no se puede ocultar la ruptura de EE.UU. con el acuerdo de París, ni sus presiones –aceptadas, claro está- para cambiar las reglas de la OMC a favor de sus intereses. Y finalmente el “G2”, como ahora se llama a la reunión de Trump con el presidente chino Xi Jinping logró congelar la disputa arancelaria por 90 días.
Lograron además absorber otros problemas molestos, como convivir y fotografiarse con un probado asesino descuartizador del periodista Jamal Khashoggi, el príncipe saudí Mohamed Bin Salmán. Un crimen aberrante, aunque un tanto menor, si se consideran los miles de muertos por las balas de ese dictador en la guerra de Yemen. O el ataque de Putín sobre la armada ucraniana en el estrecho de Kerch. Avatares comunes ya que los “líderes de la democracia” son responsables de las guerras, el hambre y la miseria que asolan al planeta.
El documento final no fue una sorpresa en un G20 bastante devaluado y cruzado por una fuerte disputa entre las potencias. Por eso los resultados de la reunión entre Trump y Xi fue el acuerdo más seguido de la cumbre.
La tregua arancelaria: un acuerdo precario dentro de un tembladeral
Ningún analista internacional serio puede arriesgar sobre el éxito de estos acuerdos. Durante 90 días Trump se compromete a no aumentar, como venía amenazando, los aranceles a los productos chinos del 10% actual al 25%. En la actualidad el 10% se cobra sobre nada menos que 250.000 millones de dólares de exportaciones chinas a EE.UU. El 25% se cobraría sobre esos montos más 267.000 millones restantes. Algo que sería indigerible para los intereses chinos.
Por su parte Xi Jinping se comprometió también a no aumentar aranceles (aunque el volumen es significativamente menor) y comprar de inmediato ‘una cantidad “muy importante” de productos agrícolas, energéticos e industriales de EEUU’ y negociar “cambios estructurales con respecto a la transferencia forzada de tecnología, la protección de propiedad intelectual, las barreras no arancelarias, las intrusiones cibernéticas y el robo cibernético, los servicios y la agricultura…” (BBC News).
Los 90 días propuestos, la magnitud de las exigencias yanquis son, para la mayoría de los estudiosos de la situación internacional, algo muy difícil de cumplir, por más “paciencia china” que tengan sus competidores asiáticos, y una caída de la tregua creará un escenario más tenso.
Trump logró también cerrar un nuevo acuerdo del NAFTA, el tratado de libre comercio que tiene con México y Canadá, con cláusulas mucho más beneficiosas para EEUU que el acuerdo anterior.
Después de la cumbre sigue la crisis imperialista
Lejos de ordenarse el mundo capitalista imperialista, todo sigue cada vez peor. Así ,mientras los chalecos amarillos derrotan a Macron y lo colocan al borde del colapso, el tironeo con Putin por las zonas de influencia se complican con la caída del tratado de freno de la proliferación de armas nucleares de corto y mediano alcance. En Polonia en tanto, la Cumbre Climática de la ONU llama a parar la emisión de gases a la atmósfera porque el planeta no da para más y está al borde del colapso. Mientras Trump desconoce acuerdos del clima o Xi Jinping, que dice aceptarlos, construye a todo trapo cientos de plantas de tratamiento de carbón.
En el fondo de esta disputa cada vez más fuerte, está la imposibilidad de aumentar las tasas de explotación de los trabajadores que el capitalismo necesita para compensar la tendencia a la baja en la tasa de ganancia de un capital cada vez más concentrado. Y al servicio de esa ganancia salvaje no se duda en desarrollar guerras y conflictos regionales, en avanzar sobre conquistas históricas de los trabajadores como los derechos laborales o previsionales, de continuar sin pausa en la depredación ambiental.
El repudio al G20
Como reflejamos en las páginas centrales, desde la izquierda y otros sectores montamos una Contra Cumbre y convocamos a una marcha para canalizar el repudio que generó la reunión de los líderes imperialistas. A grandes rasgos, dos posiciones se expresaron en los debates sobre las salidas de fondo. La de aquellos que creen que la salida “posible” es seguir apoyando las frustradas formaciones de los gobiernos o corrientes “progresistas”, como las que gobernaron en los últimos años y sobre su fracaso se montaron los actuales gobiernos de derecha. Y la de los que con el MST y Anticapitalistas en Red sostenemos que las necesidades de ganancias del gran capital plantean una lucha cada vez más fuerte entre sus intereses y los de los trabajadores y los pueblos. La única salida está en la construcción de alternativas políticas anticapitalistas y revolucionarias, que se construyan sin ningún sectarismo buscando empalmar con miles de luchadores anticapitalistas que existen en el mundo, detrás de un modelo que tiene nombre y apellido: socialismo con democracia.
El triste papel de Macri
Desde Cristina que llamó a no movilizarse contra el G20 y se guardó a silencio, pasando por toda la oposición de las distintas variantes del PJ, la UCR y centroizquierda, Mauricio tuvo gran parte de la superestructura del país a su servicio para fungir de “mayordomo anfitrión” de la Cumbre. Los medios amigos resaltan que logró pasar el trago amargo del frustrado partido entre River y Boca y recomponerse un tanto.
Sin embargo, no todas fueron buenas para Mauricio. Su “amigo” Trump lo dejó mal parado. Llegó tarde a las citas, tiró los auriculares al piso, escribió que los chinos son “depredadores” y como tuvo que desmentirlo le sacó el saludo y lo pasó por encima en la presentación, generando los memes más simpáticos que cruzaron el mundo.
Hizo muchas entrevistas y obtuvo poca plata. Algunas promesas de inversiones y un swap de 8.000 millones de dólares con los chinos. Y por supuesto, el elogio de Lagarde y el FMI, para que siga cumpliendo al pie de la letra el ajuste pactado y entregando al país. Va a quedar en la historia, junto a las “relaciones carnales” de Menem o la entrega de la dictadura, como uno de los gobiernos más pro imperialistas de la historia… y encima tratado como lo que es, un socio muy menor de los que dominan al mundo.
Gustavo Giménez