El 2 de febrero de 1989 asume Carlos Andrés Pérez, dirigente de Acción Democrática. Su campaña denunciaba al FMI y sus políticas. Sin embargo, su primera acción de gobierno es la sanción de un paquete económico con todas las medidas impuestas por el Fondo y la firma de una Carta de Intención en la que se comprometen los recursos petroleros. Al ponerse en práctica el 27 de febrero la primera de ellas, el aumento del transporte público, estalla la rebelión. El Sacudón, como también se conoce a esta sublevación popular, se inicia en la ciudad dormitorio de Guarenas a las 6 de la mañana de ese día y desde allí se extiende a Caracas y a las principales ciudades del país.
Durante el 27 y el 28, Caracas es controlada por la población. Barricadas, saqueos a comercios que acaparaban para especular con la liberación de precios, enfrentamientos con la policía que fue derrotada en las calles, y con las fuerzas armadas. Una lucha a la que se incorporan los barrios más desprotegidos y marginados. El enfrentamiento que comenzó con un reclamo puntual reflejaba años de hartazgo con la crisis económica y los gobiernos del acuerdo político conocido como Pacto de Punto Fijo que estableció la alternancia en el poder entre la socialdemócrata AD y el socialcristiano Copei.
Si “El Sacudón” duró el 27 y el 28 de febrero del ’89, la situación no pudo ser calmada sino hasta 3 semanas después. Según datos oficiales en los días del Caracazo la represión estatal se cobró la vida de 300 personas, aunque los organismos de derechos humanos, cuyos datos son más confiables, estiman en 3000 los asesinados en todo el país. Ni la masacre ni el orden conseguido a punta de represión “normalizaron” la situación. El Caracazo abrió una nueva etapa en las luchas del pueblo venezolano que llevó a lo que sería conocido como Revolución Bolivariana.
Carlos Andrés Pérez fue destituido en 1993. Ya en febrero de 1992 se había producido el levantamiento militar de Chávez. Y la siguiente elección presidencial fue ganada por un frente de pequeños partidos de centro, de centroizquierda y de izquierda reformista, conocido como “el chiripero”. El fundador de Copei y uno de los primeros presidentes del Pacto de Punto Fijo, Rafael Caldera, rompe con su partido para presentarse con ese frente, con la promesa de indultar a Chávez. El derrumbe del régimen político del puntofijismo fue precedido por el estallido de una brutal crisis económica que tuvo su manifestación visible en el Viernes Negro de febrero de 1983 mostrando el agotamiento económico del modelo. El mismo que hoy intentan reeditar, con sus acuerdos con el FMI, entrega petrolera incluida, Guaidó y su Plan País.
Ascenso, estancamiento y derrumbe del Proceso Bolivariano
La década transcurrida entre El Sacudón del ’89 y la elección de Chávez en 1999, son años de un enorme ascenso del movimiento de masas. Los viejos partidos, los sindicatos de la CTV, todas las organizaciones sociales creadas bajo el puntofijismo y funcionales a él y hasta las propias fuerzas armadas no pudieron recuperarse de El Caracazo. Masacraron la rebelión, cerraron filas para intentar aplicar el plan del FMI, trataron de cerrar las puertas a la lucha obrera y popular, pero no pudieron.
Lo que luego se conoció como Proceso Bolivariano fue en primer lugar un proceso de reconstrucción, un proceso constituyente, del movimiento social. Miles de nuevos sindicatos y decenas de miles de nuevos líderes, de organizaciones campesinas, y de organizaciones territoriales fueron tomando en sus manos las luchas por las necesidades populares. Por el salario y las condiciones laborales, por la distribución de la tierra cultivable, por las necesidades de las comunidades como el agua potable y los servicios y la salud vivieron un momento de gran participación popular. Este proceso de reconstrucción de los liderazgos sociales que comenzó antes del gobierno de Chávez se mantuvo durante los primeros 6 ó 7 años de su gobierno, cuando comenzó su estancamiento y declive.
En ellos hay que buscar la energía social que derrotó al golpe de Estado de 2002 y al sabotaje petrolero de 2002-2003. En ellos hay que buscar a los protagonistas de la recuperación de la industria petrolera, a los que intentaron la recuperación y el control de las industrias básicas. Por otra parte la participación política fue mucho más limitada y controlada desde arriba. La construcción de un liderazgo del tipo del bonapartismo sui generis que encarnaba Chávez, no dio espacio a la participación activa y democrática de las bases del bolivarianismo. Ni para avanzar en la construcción de una dirección colectiva del proceso. La visión campista impulsada por Chávez limitó la libre circulación de ideas, acalló la crítica y los alertas que, desde la izquierda del proceso, se realizaban. Mientras que desde el punto de vista económico el estímulo al desarrollo de una burguesía nacional basada en la economía mixta y de puerto, importadora, abría camino a una desenfrenada corrupción y generaba una enorme dependencia del modelo rentista cuyo agotamiento fue causa esencial del Caracazo. En estas contradicciones es que hay que buscar las razones del estancamiento y, después de la muerte de Chávez, del derrumbe del Proceso Bolivariano.
Ya con Maduro en el gobierno, con la caída en picada de los precios del petróleo, se abre una profunda crisis económica. Se mantiene la lógica de la economía mixta que profundiza la corrupción y se comienza un proceso de verdadera contrarrevolución económica y reacción política. El triunfo de la derecha en las elecciones legislativas del 2015 es un síntoma claro de descontento creciente y castigo hacia el madurismo. Al contrario de cambiar el rumbo y tomar las medidas progresivas necesarias para frenar la crisis, el gobierno mantiene el pago de una deuda sospechada de fraudulenta, profundiza en la corrupción, la entrega de los recursos naturales, el desfalco y en las contrarreformas económicas y sociales. Reconfigura el régimen político apoyándose cada vez más en las fuerzas represivas, la policía política y las fuerzas armadas, gobernando desde abril de 2016 en un Estado de Excepción permanente y violando todas las garantías constitucionales.
En este contexto es que aplasta las movilizaciones del año 2017 dirigidas por la MUD que colabora en el desmonte de esa movilización. Pero la profundización de la crisis, el agotamiento del rentismo, la lógica de saqueo de los recursos públicos van desmantelando incluso, hasta la industria petrolera. Con una inflación que supera el millón por ciento, sin medicamentos ni alimentos, con los servicios públicos devastados, en estas condiciones es que ya desde el año 2018 se viene produciendo un proceso de ruptura de sectores populares con el gobierno de Maduro.
Recuperar tres claves del Caracazo
El Caracazo son las jornadas heroicas del 27 y 28 de febrero pero sobre todo es el proceso que describimos en este texto. Como proceso hay tres claves que debemos recuperar los que queremos enfrentar la intervención extranjera y al fondomonetarista Guaidó, pero no aceptamos la disciplina política del gobierno de Maduro, un gobierno que hay que reemplazar desde el punto de vista de los trabajadores.
La primera es la movilización autónoma. Un debate sobre el Caracazo es su carácter espontaneo en el sentido de no reconocer ninguna dirección. Este hecho, tiene un lado positivo que rescatar. Al oponerse a todas las direcciones tradicionales, tanto políticas como sindicales, el Caracazo desarrolló un proceso de movilización autónoma, que fue la primera prueba de fuego que pasaron muchos de los que luego protagonizaron la reconstrucción de los liderazgos populares. Porque esta autonomía en la movilización, esta falta de reconocimiento a todas las viejas direcciones, es la puerta que abre el camino a que la movilización no solo sea autónoma sino permanente.
La segunda es el desarrollo de un nuevo proceso constituyente. Es con el marco de la movilización autónoma que en pocos años se produjo el reemplazo de los viejos liderazgos sociales por nuevos. Un proceso constituyente que puso todo en debate. Desde el modelo rentista hasta la administración del agua potable para las barriadas populares. Desde la situación de las redes eléctricas hasta el estado de los hospitales… Un proceso en el que lo que dominaba era la voluntad de lucha, la actividad práctica, la exigencia al poder y sobre todo el estado democrático de debate plural y participativo.
La tercera es política.Una de las limitaciones del Caracazo fue que el proceso de reconstrucción de los liderazgos en el ámbito social no se trasladó al terreno político, y esto debe hacerse en dos sentidos. Primero: debe abarcar el debate sobre qué país quiere y necesita construir el pueblo que vive de su trabajo. Qué hacer con el petróleo, con la deuda externa, con los fondos desfalcados a la nación. Cómo reorganizar políticamente al país. Cómo democratizarlo y qué modelo de fondo construir. El otro aspecto de esta clave es la construcción de una organización política propia de los trabajadores y el pueblo oprimido.
Estas claves que proponemos no responden sólo a la coyuntura de incertidumbre actual. Sino y sobre todo a la preparación para los nuevos Caracazos que inevitablemente vendrán.
Carlos Carcione