Un llamado a la unidad de los socialistas revolucionarios

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El presente documento que aquí reproducimos, es un material elaborado en común por el SEP – Partido Socialista de Trabajadores de Turquía- y la corriente Anticapitalistas en Red, de la cual el MST de Argentina es parte. Con este texto estamos fortaleciendo el proceso de unificación entre ambos sectores en el plano internacional, que tendrá una nueva instancia los próximos meses, con un evento internacionalista con representante de diversos países de América, Europa y Asia. Ponemos en nuestras páginas este material a disposición de todo el activismo y la vanguardia, de las y los militantes y simpatizantes de la izquierda y de las y los trabajadores, las mujeres y la juventud, que quieran conocer este nuevo paso internacionalista que estamos dando así como la estrategia política, socialista y revolucionaria que lo sustenta.

La emancipación del capitalismo, que es un sistema mundial, requiere de una dirección internacional que lidere la lucha revolucionaria del proletariado, que es una clase mundial. Esta teoría básica del marxismo toma forma en la Internacional, como un partido mundial. Hoy en día, la necesidad de construir una internacional que sea la vanguardia revolucionaria del proletariado es aún el problema fundamental a resolver de los marxistas revolucionarios. Por ello, es de urgencia para el movimiento marxista revolucionario internacional dar un paso hacia la construcción de un partido mundial de la clase trabajadora para luchar por el triunfo del socialismo revolucionario en todo el mundo.

El sistema capitalista demuestra constantemente que no es capaz de superar la crisis económica, las guerras imperialistas y la creciente lucha de clases. El sistema imperialista ataca los derechos de los trabajadores, agita masacres étnicas y religiosas alrededor del mundo, perpetra invasiones, fortifica a los partidos fascistas, abandona los derechos democráticos, avanza en la destrucción medioambiental del planeta y pone en el poder a líderes sexistas, homofóbicos, nacionalistas, religiosos y autoritarios para intentar superar su crisis y actual estancamiento. Los últimos restos de su prestigio, como las tesis de la victoria del mercado y el liberalismo, el “fin de la historia” y el “fin de la lucha de clases” -declaradas como realidades indiscutibles después del colapso de la URSS en 1991- fueron barridas por la crisis del 2007-8, que se manifestó en el estallido de la burbuja financiera estadounidense debido a la fuga del capital productivo hacia la especulación por la caída sostenida de la tasa de ganancia de las grandes corporaciones.

En una Era en la que la lucha de clases crece a nivel mundial, es vital que los marxistas revolucionarios nos pongamos a la cabeza de las luchas para dirigir la bronca creciente contra el sistema hacia vías revolucionarias. Esto sólo será posible con la construcción de una nueva organización internacional de los socialistas revolucionarios.

La crisis capitalista trae oportunidades

Durante la crisis de 2007-8 y su posterior propagación al sur de Europa en 2010-2011, los Estados Unidos y la Unión Europea socializaron las deudas del capital financiero para rescatar las compañías en bancarrota. Adoptaron una política de baja tasa de interés y le inyectaron al mercado 1,5 billones de dólares a través de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo para protegerse de los efectos de la crisis económica. La exportación de este capital significó transferir la crisis del centro a la periferia. El capital financiero mundial buscaba obtener una mayor parte de la plusvalía producida en los países periféricos a través de una extraordinaria ola de especulación. Esta vez, el resultado fue hundir en la crisis a países como Argentina y Turquía.

Por otra parte, en los países centrales las nubes negras están volviendo a aparecer en el horizonte de la economía capitalista. A once años del estallido de la crisis, sin haberla resuelto, una nueva crisis financiera se avecina. Cada vez más y más economistas burgueses admiten que se viene una nueva crisis, y advierten a los jefes del sistema capitalista imperialista. Este estancamiento del sistema capitalista, inevitablemente, ha agudizado la lucha de clases, y esto aumentará en el futuro. Desde la crisis del 2007-8, ya ha habido luchas sociales decisivas en muchos países del mundo. Hemos observado la escalada en la lucha de clases y grandes levantamientos en Grecia, Egipto, Túnez, Francia, España, Argentina, Brasil, Sudáfrica, Turquía, Irán, Nicaragua, Venezuela y muchos otros países. Crecen las huelgas en Estados Unidos. Ha continuado la resistencia del pueblo palestino contra el Estado sionista de Israel. El Brexit inglés amenaza con derrumbar la Unión Europea.
Desafortunadamente, no hemos contado con una organización marxista revolucionaria internacional desarrollada para poder intervenir con fuerza en estos conflictos sociales. Hoy, revertir esto es de suma importancia, porque en el próximo período las batallas decisivas de la lucha de clases se expandirán y serán más duras. Los trabajadores explotados y la juventud a la que le han robado el futuro no aceptarán ser aplastados por los engranajes del sistema. Tampoco las mujeres soportaran seguir siendo oprimidas y doblemente explotadas. La ira de todos ellos, sus protestas y sus levantamientos son inevitables. También se fortalecerá la tendencia del capitalismo imperialista a intentar aplastar estas resistencias mediante la represión y la opresión. Asistimos a un mundo cada vez más polarizado. Aparecerán nuevas oportunidades que tendremos que aprovechar en pos de la lucha revolucionaria del proletariado y para avanzar en la construcción de la dirección revolucionaria. Para todo esto es vital la unión de las fuerzas marxistas revolucionarias del mundo para liderar la creciente lucha de clases en el próximo período. La unidad socialista revolucionaria de la clase trabajadora y la juventud también es una necesidad para nosotros. La nueva organización internacional que debemos construir deberá formarse en torno a algunos puntos críticos:

  • La unidad internacional buscará construir el frente único de resistencia y ofensiva de la clase trabajadora siendo activa en los frentes de defensa de los trabajadores. Con el método del programa de transición, tendrá una línea para conectar las luchas actuales con la revolución permanente.
  • Contra la tendencia de los gobiernos burgueses al autoritarismo, luchará por defender los derechos democráticos. Esta lucha estará organizada en base a la independencia de clase.
  • Participará fuertemente en los movimientos de la clase trabajadora, la juventud, las mujeres y la disidencia sexual. En estas luchas, la disputa por la dirección de estos movimientos de masas ira de la mano de la construcción de partidos leninistas.
  • Luchará contra la intervención y la ocupación imperialista, fortaleciendo la lucha anti-imperialista del proletariado y los sectores populares. Contra las guerras étnico-religiosas impulsadas por los imperialistas, levantará el principio de unidad de clase y hermandad de los pueblos. Organizará la resistencia contra el fascismo, el chauvinismo y todo tipo de fundamentalismo religioso.
  • Enfrentará al campismo en todas sus variantes. Contra los gobiernos y regímenes nacionalistas o con roces con el imperialismo que aplican medidas de ajuste y utilizan la represión cuando sus pueblos le quitan su apoyo y deciden enfrentarlos. En estos procesos impulsamos el desarrollo de la iniciativa independiente de la clase trabajadora, intentamos romper la influencia de las fuerzas burguesas reaccionarias sobre el movimiento y nos oponemos a cualquier tipo de injerencia imperialista.

La unidad de los socialistas revolucionarios debe distinguirse de la izquierda reformista, que no se ve a si misma como sepulturera del sistema sino como enfermera del mismo, y también del centrismo, que oscila entre la revolución y la reforma. También de los escépticos y sectarios, que dónde logran cierto peso obstaculizan el desarrollo de la lucha de clases y el avance de la dirección revolucionaria. Sin competir contra estas fuerzas por la dirección de los trabajadores y la juventud, y finalmente derrotarlas, no será posible convertir la crisis capitalista en revolución social.

Otro punto importante es el método para la construcción de la unidad internacional de los socialistas revolucionarios. Este debe ser apropiado para el contexto revolucionario internacional. Esta construcción no puede realizarse mediante un partido hegemónico con partidos subordinados en otros países. La experiencia a lo largo de muchos años nos ha demostrado esto. Tal método se apoya en una base nacionalista contraria al internacionalismo, que finalmente termina en la dominación de la perspectiva nacional. Además, este método alimenta el sectarismo y el territorialismo, divide y debilita la lucha revolucionaria del movimiento marxista revolucionario. Por lo tanto, es necesario tener otro método para unir a los socialistas revolucionarios. Aunque vengan de distintas tradiciones, los marxistas revolucionarios del mundo deben unirse en base a ciertos principios políticos e ideológicos que lleven a la unidad internacional. Proyectar una liga internacional sin matices y discusiones es un tipo de nacionalismo burocrático; no obedece a la dialéctica ni a la praxis revolucionaria. En lugar de repetir las mismas palabras, debemos basarnos en la discusión fraternal, en políticas probadas en la lucha de clases, y en aprender de aquellos procesos. La organización internacional que tenga principios comunes en torno a los problemas concretos planteados por la lucha de clases internacional y que construya herramientas de lucha en base a las demandas de la lucha de clases y campañas internacionalistas para golpear como un solo puño logrará avances reales hacia la construcción de un partido mundial.

Para fortalecer un alternativa revolucionaria

La más reciente evidencia de que los gobernados ya no quieren ser dominados como lo vienen siendo, y que los que gobiernan ya no pueden controlarlos, es el movimiento de los chalecos amarillos en Francia. Sin embargo, como vemos en esta experiencia, la dirección revolucionaria con peso de masas, que es la única que puede solucionar esta contradicción, aún no ha sido construida. El resultado de la crisis de dirección de la clase obrera se demuestra en el surgimiento de partidos racistas, de extrema derecha y demagogos populistas de derecha en gran parte del mundo. La victoria de Bolsonaro en Brasil es el más reciente ejemplo. Trump, Erdogan, Xi Jingpin, Putin, etc. son resultado de la crisis de dirección del proletariado y una burguesía acorralada.

La crisis del capitalismo, en muchos casos, lleva a un giro a la izquierda de las masas. Pero, por la crisis de la dirección revolucionaria, esta ola dilapida su fuerza contra el dique de la burocracia sindical, el populismo de izquierda y el neo-reformismo. En Francia, por ejemplo, el Partido Comunista francés, stalinista y reformista, junto a los líderes sindicales de la CGT, inicialmente intentaron deslegitimar a los chalecos amarillos, luego recomendaron posponer las acciones de lucha y lograron mantener las apariencias llevando a cabo acciones mínimas, a pesar del pedido de las bases trabajadoras de un paro general. Un gran favor para Macron y la burguesía, sacudidos por las acciones de los chalecos amarillos. El populista de izquierda Luc Mélanchon y su organización Francia Insumisa -que creció gracias al giro a izquierda de las masas- también intentó desacreditar a los chalecos amarillos, y solo demostraron su apoyo luego de que el movimiento tomara dimensiones extraordinarias. No sorprende que Le Pen se haya fortalecido frente a esta actitud del reformismo, la burocracia sindical y el populismo de izquierda, al igual que toda la extrema derecha en Europa.

Vale la pena ejemplificar un poco más. No hay duda que el vergonzoso desempeño de Die Linke en Alemania, adaptado al neoliberalismo, le allane el camino a la extrema derecha de AfD. La italiana Rifondazione Comunista, que tuvo una performance similar, le dejó las calles  al movimiento populista de derecha 5 Estrellas y la extrema derecha de la Alianza del Norte. La eurocomunista Syriza y su líder Tsipras se convirtieron en los salvadores de la burguesía en Grecia. El gobierno del PT en Brasil hizo posible la victoria de un personaje de extrema derecha como Bolsonaro. El kirchnerismo es el responsable del triunfo de Macri. En Venezuela el gobierno de Maduro alimenta a la derecha golpista y proimperialista. En India, los stalinistas reformistas del CPI y CPI (M) le dejaron el terreno listo para gobernar al autoritario populista de derecha Modi. En todos estos ejemplos, los partidos reformistas han apoyado las políticas neoliberales, que consisten de privatizaciones y paquetes de ajuste social. El enojo y la frustración de las masas trabajadoras es el puntapié inicial de la extrema derecha ante la ausencia de una alternativa socialista revolucionaria fuerte.

La experiencia de los populismos, nacionalismos y reformismos de izquierda en América Latina también ha terminado terriblemente. Todos los líderes de estas experiencias se hundieron en la corrupción. En Venezuela y Nicaragua, la burocracia en el poder apostó a transformarse en una nueva burguesía y convirtieron a sus gobiernos en autoritarios y represivos para defender sus privilegios y evitar ser aplastados por las mismas contradicciones que generaron. En Brasil el PT gobernó junto a sectores de la gran burguesía y actuó activamente en la región para evitar que las rebeliones populares de principio de siglo y los nuevos gobiernos que surgieron se salieran de los límites del capitalismo. En Argentina, el kirchnerismo -ala izquierda del burgués PJ- actuó para evitar que el giro a izquierda que desató el Argentinazo en 2001 fuera capitalizado por la izquierda revolucionaria. Lo que hace a Argentina diferente es que pese a la mediación del kirchnerismo la organización de la izquierda socialista revolucionaria es importante y extendida y las masas tienen opciones revolucionarias. Como resultado, la extrema derecha y las tendencias autoritarias no han podido fortalecerse, mientras que los socialistas revolucionarios sí se han fortalecido, aunque por el escepticismo y el sectarismo del FIT hacia el resto de la izquierda revolucionaria todavía no se haya pegado un salto cualitativo.

En los Estados Unidos y Gran Bretaña, las masas de izquierda se han referenciado en líderes neo-reformistas como Sanders y Corbyn, por la insuficiencia de la izquierda revolucionaria. Aunque el reformismo no promete cambios radicales, al ofrecer objetivos accesibles, le es atractivo a aquellos decepcionados por las políticas neoliberales de años. Por lo tanto es necesario prestar especial atención al entusiasmo de la juventud hacia estos líderes reformistas ya que después de décadas, en el corazón del imperio, miles de jóvenes están identificándose con  los ideales del socialismo. Es preciso adoptar tácticas ante procesos como éstos para entrar en contacto con las masas y acelerar la construcción del socialismo revolucionario. Es inaceptable que la vanguardia revolucionaria se torne aislacionista, sectaria e intérprete de los procesos. Pero, por otra parte, es necesario evitar actitudes que fortalezcan las ilusiones que las masas depositan en los partidos y líderes reformistas. Y es necesario decir la verdad a los trabajadores y la juventud, nunca confundir las banderas y ni esconder la crítica. No sorprende observar que Sanders y Corbyn se han moderado, incluso siendo oposición. Este giro a derecha debe ser interpretado como una especie de preparación para intentar demostrar a los líderes imperialistas que ellos son figuras que pueden conciliar con el sistema. Al mismo tiempo, esta derechización provoca que sectores de vanguardia hagan rápidamente la experiencia con ellos y avancen hacia posiciones que los acercan a la izquierda revolucionaria, siempre que ésta sepa darse una política y orientación hacia ellos.

Los efectos del centrismo

Nuestra estrategia principal es la construcción de partidos leninistas. En el caso del SU, el rechazo  a construir partidos bolcheviques y la adopción como estrategia de la perspectiva de establecer partidos de masas con fuerzas reformistas, no es otra cosa que la adaptación al reformismo. En el proceso de construir un partido leninista, la vanguardia revolucionaria puede adoptar la táctica de unirse a estos partidos para entrar en contacto con las masas de trabajadores y la juventud, sin comprometer su posición crítica por un instante. Pero generar ilusiones sobre esos partidos es un error grave. Estos partidos tienen un programa limitado y luchan por su ubicación parlamentaria. Por lo tanto, mientras más se acercan a ser gobierno, más se acercan a integrarse al sistema. Sus líderes sólo intentan ser el ala izquierda de la burguesía, y cualquier intento de ocultar esto significaría engañar a la clase trabajadora. Esta es la pura realidad, no sectarismo.

La tarea principal de la tradición trotskista es construir partidos leninistas revolucionarios con peso de masas. Estos partidos asegurarán la superación de la influencia de la traicionera aristocracia obrera que perjudica la lucha de clases, impulsarán a los que luchan para garantizar la continuación de la movilización revolucionaria; liderará el camino a la formación de órganos de autogobierno obrero y finalmente la destrucción del poder burgués. Aquellos que nieguen esta tarea con la proclamación de una “nueva era”, colaboran con desarmar a la vanguardia obrera.

Los conceptos de partido leninista, centralismo democrático, poder proletario, democracia obrera, vanguardia revolucionaria, etc., son repulsivos para los partidos que se reivindican marxistas y se han adaptado a los sistemas parlamentarios burgueses. Esos movimientos se han moderado bajo la hegemonía intelectual de la democracia liberal, moviéndose hacia un nivel de crítica aceptable para el sistema. La mayor prueba de esto es el apoyo político de algunas organizaciones que se reclaman trotskistas al gobierno de Syriza a pesar de sus traiciones. Resumiendo, en el próximo período veremos la exacerbación de la crisis capitalista, la agresión imperialista y la lucha de clases. Por eso, crear una alternativa revolucionaria internacional de la clase trabajadora es nuestra tarea revolucionaria.

No podemos aceptar que las únicas alternativas para la clase trabajadora sean los partidos reformistas y la burocracia sindical bajo la dominación de la aristocracia obrera. Las consecuencias serían desastrosas para el proletariado mundial. Las formaciones centristas, aún confusas, están tambaleando, junto a la burocracia reformista, son también un callejón sin salida para el proletariado.

No se puede construir un partido leninista sólo a nivel nacional. El internacionalismo proletario no es un principio abstracto, sino una lucha real y una solidaridad que ha surgido de la propia lucha de clases. Urge crear una organización mundial de marxistas revolucionarios para acelerar la lucha de clases en el mundo. El SEP y Anticapitalistas en Red se encaminan a crear esta organización. Llamamos a las organizaciones e individuos socialistas que quieran ser parte de la construcción de una nueva organización internacional socialista revolucionaria a contactarse con nosotros, para levantar la lucha y la esperanza por un futuro socialista.

                                                                                                               Febrero 2019

Alejandro Bodart en Turquía

Durante estos días, nuestro dirigente Alejandro Bodart se encuentra en nombre de la corriente Anticapitalistas en Red, junto a las y los compañeros del SEP de Turquía, conociendo su experiencia militante y su trabajo político y social, siendo parte de reuniones, charlas y otros eventos de intercambio internacionalista. También participará en reuniones con dirigentes de la izquierda paquistaní, griega y de otros países de la región, que siguen con atención el proceso de unificación entre Anticapitalistas en Red y el Sep. Al regreso de su viaje, socializaremos las conclusiones políticas y las tareas que se desprenden de este viaje.

 

 

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