2019 es año electoral en Argentina. Por lo tanto, se discuten mezclados, poder y gobierno. Las políticas de ajuste del macrismo colocan en agenda debates de táctica y estrategia en la vanguardia obrera, juvenil y popular. Se reactualiza una controversia clásica en momentos de alta polarización que tiene una ideología que la fundamenta: la teoría de los campos burgueses progresivos. Con este artículo, nuestra contribución militante a esa lucha de ideas.
Nuestro objetivo es auspiciar un debate franco con activistas del movimiento obrero, estudiantil, feminista / disidente y popular. Sin chicanas, ni golpes bajos. Nuestro propósito consiste en sintetizar posiciones en el análisis para construir en política militante de forma conjunta. Es una obviedad que este debate tiene poco sentido con quienes ya se ubican en defensa del PJ o el kirchnerismo como definición estratégica. Con ellos, por ahora no hay debate. Es pura confrontación. La cuestión radica en polemizar con quiénes enfrentan (o sufren y reaccionan) las políticas del macrismo y desde una identificación con las ideas de izquierda, quieren derrotar esa ofensiva y razonan sobre cómo es más efectivo concretarlo. Ese universo nos interesa interpelar.
Males mayores, males menores. Historia.
Los primeros en hacer un planteo relacionado con lo que estamos discutiendo fueron los socialistas franceses de finales del siglo XIX. Plantearon luchar por «reformas posibles», como estrategia. Después el dirigente del Partido Socialdemócrata de Alemania, Bernstein, terminó de perfilar la idea: acumulando cambios en el marco del sistema capitalista y la democracia parlamentaria, se irían preparando las condiciones para construir otra sociedad, en un futuro indeterminado. Sin necesidad de una ruptura con el poder de los patrones, sino por superación gradual y acumulando mayoría política en el parlamento burgués. Ya después en la izquierda rusa y las revoluciones de ese país, fueron los mencheviques, adversarios del partido de Lenin y Trotsky los que levantaron una concepción en esa línea: el escollo más importante de la clase obrera y los campesinos, es la monarquía, el zar. Por lo tanto, hay que aliarse políticamente en un gran frente anti-zarista con todo el mundo, especialmente con la burguesía liberal, democrática. Después Stalin elevó a estrategia esa concepción de campos reaccionarios y progresivos, e impuso una orientación a los comunistas del mundo: había que enfrentar al fascismo –el mal mayor- haciendo frentes para gobernar con los partidos de los patrones democráticos –mal menor. Fue la línea conocida como «frente popular». Tuvo su adaptación por los PC en el siglo XX bajo el formato de «frente democráticos» u otras variantes. En 2004 por ejemplo, en Argentina, el PC rompió el frente electoral de independencia de clase que integraba junto a nuestro partido, Izquierda Unida, para integrarse al «campo progresivo» del kirchnerismo, para enfrentar al «mal mayor» del neoliberalismo. Es decir: como teoría el campismo o «malmenorismo», implica que hay bandos políticos patronales más reaccionarios y otros más progresistas. Las organizaciones de la clase obrera y la izquierda, por su debilidad, tienen que entrar a esos últimos para gobernar oponiéndose al bando más reaccionario. Para la actualidad entonces, esta visión presenta al macrismo como el campo reaccionario al que hay que enfrentar. Para eso, entonces, lo importante y prioritario es unir en un frente político todo el antimacrismo sin más límite que …el propio macrismo.
Dos balances, dos estrategias
Para empezar, hay un primer asunto que radica en el balance del ascenso de Macri. Y no se trata de un rebuscado pase de facturas, sino de un análisis crítico para sacar conclusiones. Los defensores del frente político anti-macrista para gobernar, enumeran varias razones para el ascenso de Macri:
* La batalla cultural perdida en las masas, es decir, que las mayorías no entendieron la dimensión de la presunta lucha emprendida y su largo aliento.
* La fortaleza de los medios de comunicación, que convencen y ganan adhesión para determinado sentido común.
* Más secundariamente, pero también se imputa al voto en blanco que levantamos corrientes anticapitalistas en el ballotage Scioli-Macri.
Entonces: 1) atraso de conciencia de las masas («batalla cultural perdida»); 2) los medios y su fuerza; 3) la opción táctica de la izquierda anticapitalista.
Nuestra valoración, es distinta, para no decir, opuesta:
* Los 12 años de gobiernos kirchneristas contaron con ventajas económicas enormes: superávits gemelos (de recaudación / gastos y de importación / exportación); suspensión impuesta por el 2001 al pago de deuda, entre otras variables. Es decir: condiciones económicas favorables, históricas para generar cambios de fondo, de independencia estructural.
* Socialmente, el nivel de adhesión llegó en 2011 al 54 % en votos y hegemonía en el movimiento obrero y popular, seguro. Por lo tanto, masa crítica de apoyo, mayoritaria para respaldar medidas de ruptura.
* Contexto geopolítico regional en sintonía: repliegue del imperialismo yanqui después del fracaso del ALCA y gobiernos del mismo espectro progresista en todo el continente.
Entonces, ¿por qué gobierna Macri? Porque CFK decide como señal de confiabilidad al capital a partir del impacto de la crisis internacional, administrar gradualmente el ajuste: inflación, impuesto al salario, eliminación gradual de subsidios, devaluación. A ese combo, se sumó la obscena corruptela evidente. Así, en 2015, como remate del giro a derecha del progresismo, se propone como candidato a un conservador hijo del menemismo: Scioli. Una franja del electorado, castigó al kirchnerismo con Macri. Esa es la explicación multicausal del cambio político.
Remedio izquierdista para una enfermedad senil
La coyuntura regional en la actualidad es de fuerte polarización. Las derechas que ganaron elecciones no lograron imponer en la lucha de clases un cambio en las relaciones de fuerza para ajustar en las condiciones requeridas por el imperialismo, el capital en esta etapa. Frente a ese panorama, el kirchnerismo y las llamadas fuerzas progresistas proponen frentes políticos para gobernar donde se sume todo lo que no es macrista (ya lo explicamos). El eje de toda la estrategia es electoral, vale decir: de administrar del poder del capital, los bancos, las corporaciones. Por eso, la línea no consiste en intervenir en el proceso de lucha de clases con los métodos de la clase obrera para derrotar la línea continental del imperialismo que se propone legalizar nuevas condiciones de acumulación y valorización en la región, con deuda externa, especulación, reformas laborales, fiscales y previsionales. Todo al servicio de mayor plusvalía capitalista, de mayor ganancia patronal. Así se explica que entonces, los frentes «malmenoristas», se desvivan por dar señales de confiabilidad burguesa al FMI y la UIA. Se proponen administrar con rostro «social», «humano», «pos-neoliberal», el capitalismo. La trampa política de esa orientación, la utópica ilusión en esa salida tiene una explicación práctica: para asegurar un shock de reactivación de la economía se requieren fondos, recursos. Esas divisas se fugan con la deuda externa y la bicicleta financiera. Por lo tanto, asegurar el derecho al trabajo y pagar deuda externa, son decisiones contradictorias. Lo mismo si hablamos de aumentar los presupuestos de salud, educación o jubilaciones. Todas promesas del frente anti-macrista. Sigamos con más explicaciones prácticas. Si el derecho a preservar la fuente laboral es prioritario frente a la ganancia patronal, hay que prohibir por ley despidos y suspensiones. Estatizar todo empresa que incumpla. Y si apelan al derecho comercial burgués con el «procedimiento preventivo de crisis», para despedir legalmente, que abran los libros contables de las empresas, y que los trabajadores investiguen si es verdad que tienen crisis los patrones. Más ejemplos. El año pasado, todo el kirchnerismo y parte del PJ, en diputados e incluso en el senado, votaron por el aborto legal. Pero ahora, resulta que ese derecho es secundario, frente a la «contradicción principal» que consiste en juntar votos contra Cambiemos, y eso implica gobernar con los anti-derechos. Para sintetizar: la propuesta de frente «malmenorista» frente a Cambiemos, anticipa un programa derechista de administración conservadora del capitalismo, ya que no se propone tocar ningún interés patronal o imperialista –por el contrario, se desvive en garantías de confianza burguesa- y por lo tanto, de antemano anula toda posibilidad no ya de una consciente revolución social, sino ni siquiera de una plataforma consecuente de reformas duraderas que aseguren derechos sociales y políticos. Estos, no tienen cabida en el capitalismo y su régimen de castas y burocracia. Por eso, a la enfermedad senil del «mal menor», de la «contradicción principal», le oponemos el remedio superador de una salida anticapitalista, unitaria y transformadora. Abramos un debate a fondo, sobre este rumbo. Las elecciones pasan, la lucha de clases queda, y define.
Mariano Rosa