Cuando cerramos esta edición de AS se conoce la renuncia del presidente Abdelaziz Buteflika. Con sucesivas marchas, huelgas y distintas acciones, millones de argelinos se movilizaron reclamando su salida del gobierno. Su caída es un primer triunfo de la lucha y a la vez un intento de la corrupta camarilla que gobierna el país de detener el levantamiento popular que cuestiona al conjunto del viejo régimen político.
El régimen argelino cuestionado por este multitudinario levantamiento, es heredero de aquel que bajo la dirección del Frente de Liberación Nacional (FLN) gobernó el país a partir del triunfo de la lucha por la independencia de Argelia del imperialismo francés en 1962. Un régimen bonapartista que, bajo algunas formas democráticas, en realidad gobierna con el aparato militar.
Algunos analistas hablan de un “reverdecer de la primavera árabe” para describir lo que está pasando en esta región del planeta. El fallido anuncio del presidente Buteflika de 82 años, que desde que tuvo un infarto cerebral en el 2013 no aparecía en público, de su intención de aspirar a un quinto mandato, fue la gota que rebalsó el vaso y encendió la indignación popular. Las movilizaciones desatadas han sido enormes. Se desarrollan en forma pacífica por ahora, con cientos de miles, llegando a participar de ellas más de tres millones de personas.
En el curso de la movilización, las protestas, que en un principio se centraban contra el viejo presidente, rápidamente pasaron a cuestionar al régimen en su conjunto, incluyendo al Jefe del Estado Mayor general Gaid Salah. Este jefe militar, integrante del gabinete del ahora renunciado Buteflika, el pasado 26 de marzo reclamó la aplicación del artículo 102 de la Constitución, para inhabilitar al presidente antes de que concluya su mandato. Se sumaron a este reclamo Ahmed Ouyahia, ex primer ministro y secretario general del Reagrupamiento Nacional Democrático, principal socio de la coalición del gobierno que encabeza el FLN y la oficialista Unión General de Trabajadores (UGTA).
Pero las movilizaciones del último viernes 29/03, luego de una semana de “marchas gigantescas en las principales ciudades del país: Orán, Constantina, Annaba, Sétif, Tizi Ouzou… y Argel” (1), ya no se contentaban con la exigencia de la salida de Buteflika. Gran parte de las consignas fueron contra este jefe del ejército y el conjunto del régimen exigiendo una constituyente y elecciones transparentes.
En esta profunda crisis que lo atraviesa, el régimen se ha cuidado hasta ahora en no reprimir violentamente al movimiento de masas y busca una salida política para preservarse, ante la falta de una alternativa clara de recambio que surja del levantamiento.
La caída de Buteflika implica la pérdida de su sector del apoyo del FLN, en momentos que como consecuencia de la enorme crisis, se muestran graves fisuras y enfrentamientos entre distintos sectores que hasta hace unas semanas gobernaban unidos. Así lo demuestra la supuesta campaña contra la corrupción (que invade todos sus estamentos), que ha llevado a Alí Haddad, uno de los empresarios más poderosos allegado a Said, el hermano menor de Buteflika, a dimitir de su puesto de presidente de la cámara patronal argelina (FCE) y luego caer preso al haber sido capturado en la frontera con más euros de los que podía pasar.
Una revolución anticapitalista
Lo que estalló y está en curso en Argelia, bajo la forma de un levantamiento democrático contra el régimen totalitario que, tras la figura del anciano Buteflika comprende un “complejo entramado de poder que, a su sombra, ha determinado el destino del país en los últimos años: oligarcas, militares y políticos de varios partidos. Los argelinos les llaman ‘le pouvoir’: ‘el poder’.” (2), es una revolución que cuestiona el sistema capitalista del país. En este sentido tiene gran similitud con los procesos que detonaron la “primavera árabe” y de cuya nueva ola es parte esta rebelión.
Argelia es un país que contando con 40 millones de habitantes alberga enormes riquezas. Su principal riqueza son los hidrocarburos. Es el cuarto exportador de gas y el noveno de petróleo del mundo. Su PBI de U$S200 mil millones es el tercero del continente. También exporta distintos minerales y productos agrícolas y tiene una industria considerable, si la comparamos con la de otros países africanos. Su población en cambio vive luchando contra la pobreza, la mayoría de la juventud no encuentra salida futura mientras la casta corrupta de funcionarios, militares y empresarios que detenta el poder acumula fuertes fortunas. Atrás quedaron los “ideales nacionalistas” de los jefes militares que lideraron el proceso de independencia. Ahora las clases dirigentes acaudillan un proceso de “liberalización” de la economía privatizando recursos controlados por el Estado bajo la mirada atenta del FMI.
Esta crisis económica del país es la que está en la base de la decadencia del viejo régimen, que ya en la década del 90 afrontó una cruenta guerra civil contra las formaciones islamitas. Estas que ganaron las elecciones municipales y que luego eran seguras ganadoras de las presidenciales, fueron ilegalizadas por los militares, lo que dio origen a una guerra civil que duró una década y terminó con 200.000 muertos.
Buteflika surgió en esa crisis como un presidente “pacificador” que logró encausar al régimen político amnistiando a los llamados “terroristas” islámicos, sorteando con eficacia la primera oleada de la primavera árabe del 2011, que estalló con toda su fuerza en el vecino Túnez, dando algunas concesiones democráticas.
La nueva ola de esta “primavera” incendió Argelia. Puso a millones en las calles, tiene al régimen contra las cuerdas y coloca al orden del día la necesidad de una Asamblea Constituyente que reconstruya el país sobre bases anticapitalistas. Para esto es necesario que surja al calor de la movilización y la pelea contra el régimen una dirección revolucionaria de las masas argelinas capaz de derrotarlo y llevar la pelea hasta el final.
Gustavo Giménez
1. El País, de España 29/03/2019
2. Deutsche Welle 05/03/2019
Desde Cabilia, norte de Argelia (1)
“Romper con el sistema es también romper con su matriz institucional”
Es decir, ni una sola institución del antiguo régimen debe quedar en pie. Ni la presidencia, ni la Asamblea Popular Nacional (APN), ni el Senado, ni el Consejo Constitucional, ni el gobierno… El pueblo soberano se ha expresado. Quienes están del lado del pueblo no pueden seguir ni un minuto en una de las instituciones del antiguo régimen. A quienes quieren jugar a dos puntas el pueblo los ha calificado de traidores.
El diputado/militante sincero debe renunciar de inmediato. Es la decisión del pueblo.
Quien no se pliega a la decisión del pueblo está contra el pueblo.
No trabajen bajo la dirección de Buteflika.
Hay que inundar de renuncias el sistema como el pueblo inundó las ciudades desde el 22 de febrero de 2019.
La APN es una de las instituciones de este sistema.
Seguir un minuto más en esa institución y al mismo tiempo movilizarse con el pueblo expresa cretinismo (parlamentario).
Es inaceptable sentarse a la mañana en la APN, a mediodía almorzar en el comedor de la APN y a la tarde manifestar con el pueblo contra el sistema vigente.
La conciencia y la honestidad lo prohíben.
- Viva la movilización revolucionaria del pueblo argelino.
- Por una Asamblea Constituyente soberana, legislativa y ejecutiva a la vez.
Es mi posición.
- Argelia libre, democrática y social.
- ¡Las leyes de la historia son más poderosas que los aparatos!
G. K., 26 de marzo de 2019
1. De la web de nuestros compañeros de La Comuna (Francia): “Publicamos el punto de vista de un participante activo en la lucha del pueblo argelino, con quien en lo esencial coincidimos. Con nuestro cordial agradecimiento.”