Con la marea feminista nuevos debates cruzan a todo el movimiento feminista, en especial a quienes militamos en el ámbito gremial. Algunas definiciones y claves para avanzar en la construcción de un sindicalismo feminista y de clase.
La participación de la mujer en el total mundial del trabajo remunerado es del 40%1. Organismos imperialistas como el FMI y el Banco Mundial hablan de «reducir la brecha de género» vía una mayor inclusión laboral de las mujeres, pero niegan las desigualdades concretas en el acceso, salarios, precarización, condiciones de trabajo, seguridad social y otras vinculadas a estereotipos patriarcales del sistema capitalista.
La brecha salarial de género a nivel mundial es del 20%, según la OIT. En la Argentina llega al 26% promedio. También sufrimos mayor desocupación y precarización que los varones: 10,2% versus 8,2%. Entre las jóvenes de hasta 29 años el desempleo es de 21,4% y, en los varones, de 15,4%2.
Al mismo tiempo, el 70% de las tareas del cuidado y del hogar, que son gratuitas y en general duran décadas, las realizamos las mujeres. Su valor económico ronda el 20% del PBI, o sea unos cien mil millones de dólares, monto multimillonario que los empresarios se ahorran de pagar.
Esta doble explotación expresada en cifras muestra el enorme beneficio económico que obtienen de nuestro rol como trabajadoras y reproductoras. Ese beneficio extra, aparte de la plusvalía que nos extraen mediante el salario, engrosa sus ganancias. Es por ambas razones estructurales que la clase dominante y sus instituciones defienden el orden patriarcal. Y por eso nuestra lucha es a la vez contra el patriarcado y el capitalismo, que se sustentan entre sí.
Nuestro feminismo es de clase
Además de clasista, democrático y de lucha, el modelo sindical que proponemos, opuesto al de la vieja burocracia, es feminista. Esto significa incorporar las demandas de género a la agenda cotidiana de reclamos y a las negociaciones colectivas de trabajo, así como una mayor representación de las mujeres y las disidencias en todas las conducciones gremiales.
Pero dentro del sindicalismo también se expresa la heterogeneidad del movimiento feminista. ¿Qué determina que unos cuerpos sean más regulados que otros? ¿Qué explica la división sexual del trabajo, la feminización de las ramas vinculadas al cuidado? Para nosotres el único feminismo que logra explicar estos interrogantes es el feminismo clasista, marxista.
Detrás de cada regulación legal o ilegal del cuerpo está la lógica capitalista de mercado, al servicio de extraer mayores ganancias. Ramas como la salud, educación, textil, trabajo doméstico y de cuidados están feminizadas y a la vez son peor pagas si las realiza una mujer. Las redes de trata para explotación laboral o sexual que funcionan bajo la tutela del Estado son otro ejemplo. Y hay más. Pero las causas de toda esa matriz de desigualdades es el modo de producción capitalista, que extrae rédito económico de la opresión de género así como sostiene la explotación de la clase obrera por parte de una clase minoritaria, dueña de los medios de producción: la burguesía.
Nuestra concepción clasista del feminismo se opone a la estrategia de conciliación de clases que nos proponen las «sindicalistas» de la CGT y las CTA, que no cuestionan el origen sistémico de la opresión patriarcal. Como nosotres sostenemos la lucha antipatronal y antisistema, impulsamos que tenga la fuerza de un solo puño: el de la clase trabajadora unida, con toda su diversidad de géneros.
Dar esta batalla política al interior de todos los sindicatos, incluso en los sectores más machistas y prejuiciosos, es una tarea primordial. Esto también nos enfrenta a toda la burocracia sindical y sus prácticas patriarcales, por ejemplo la de jamás consultar a las bases. La crisis de la burocracia saca a relucir su ligazón cómplice con el gobierno, las patronales y todo el sistema. Por eso ante el 8M exigimos el paro general: la agenda feminista debe ser tomada por todes les trabajadores y no sólo por las mujeres.
Nuestra estrategia: el socialismo
No nos inmovilizan las sirenas del posibilismo que se contenta con reformas parciales, mayor visibilidad, tener voz y ser consultadas porque es «políticamente correcto». A diferencia del feminismo liberal y reformista, que es policlasista, nosotres luchamos por una revolución social que permita construir un país y un mundo «donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres», como decía Rosa Luxemburgo. La base de esa nueva sociedad socialista será a partir de los escombros de ésta, capitalista y patriarcal.
Nuestras propuestas
- Licencia por violencia de género, licencia parental por nacimiento o adopción y licencia por cuidado de familiar a cargo (para compartir la labor doméstica), jardín infantil en el lugar de trabajo o reintegro total por la patronal, comedor en el lugar de trabajo, lactario (como dispone la Ley 2.958 porteña), protocolo por violencia, abuso de poder o acoso laboral (con asistencia interdisciplinaria).
- Igualdad de acceso a los cargos jerárquicos, que son mejor pagos, como otra medida hacia la eliminación de la brecha salarial de género.
- No al aumento de la edad jubilatoria. Es un plan mundial del FMI para elevar la explotación. Para las mujeres no implica «igualdad» como miente el gobierno, ya que omite la tarea doméstica femenina, que no es remunerada.
- Licencia por día femenino, distinta de la licencia médica común. Las estatales bonaerenses y las municipales de Córdoba, por ejemplo, reconquistaron este derecho que suprimió la dictadura. No es «estigmatizante» como mienten las patronales, sino reconocer que más del 40% sufrimos molestias físicas durante el período menstrual y a más del 14% directamente nos impide trabajar.
- Cupo laboral trans para incluir en el Estado, sus contratistas y proveedoras a les compañeres trans, que siempre sufren mayor discriminación en el empleo. Inmediata aplicación de la ley bonaerense 14.783 (1%), la ley chubutense (0,5%) e impulsar una ley nacional.
- Proporcionalidad de género en la conducción según la base del gremio. El cupo del 30% no alcanza: hay que reformar los estatutos de cada sindicato, empezando por los de mayoría o alta composición femenina (docencia, salud, etc.) para que toda comisión directiva exprese esa proporción.
- Integración de las listas sin sesgo de género. Cuestionar el techo de cristal imperante en los sindicatos y centrales, democratizando el acceso de compañeras a los cargos de decisión como las secretarías generales, gremiales y de organización.
- Secretarías y comisiones de género permanentes. Pese a la lucha que venimos dando las trabajadoras, muchos sindicatos aún no han creado tales secretarías y en otros como ATE Capital Federal esa secretaría tiene un carácter formal ya que no integra la comisión directiva permanente.
Estas y otras demandas de género cuestionan la doble opresión de las trabajadoras y visibilizan la desigualdad y el rol de reproductoras que nos asigna este sistema capitalista y patriarcal. Desde el MST y nuestra corriente sindical ANCLA (Agrupación Nacional Clasista Antiburocrática) luchamos por dar vuelta todo eso.
Ingrid Urrutia, delegada gral. ATE INCAA