Macri y el gobierno, en apuros.Ya convencido por Durán Barba, los radicales y Frigerio, de que los números electorales son pésimos para Cambiemos y que en todos los escenarios perdería con Cristina, Macri lanzó un paquetito de medidas buscando moderar el ajuste. Tres serían sus ejes: un acuerdo de precios, aplanar las tarifas de servicios y dar algunos créditos blandos. Son, como hasta los defensores del gobierno han dicho, medidas parches, cosméticas, insuficientes. Intentan acordar con los grandes empresarios que haya de 30 a 60 productos con precio congelado hasta noviembre. Pero los grandes pulpos piden que los dejen aumentar primero y congelar después. Otra medida es prorratear un 15 a 20% más el pago de las facturas, o sea que las privatizadas “nos financien” hasta un 50% del costo de la luz y gas en invierno para pagarlo en verano: una burla, para quienes reconocen que con los tarifazos se la llevan en pala. Además, abrir líneas de crédito blandos a jubilados y destinatarios de planes sociales para promover el consumo. Macri ya sabe que esos sectores todo lo que reciban, así sea prestado, lo utilizarán para comida, ropa o quizás para pagar los remedios (que en un año subieron 65%, mucho más que la inflación general).
Detrás de las medidas, crisis y desgaste. El desgaste electoral de Cambiemos lo reflejan las últimas elecciones provinciales. La bronca popular creciente contra este gobierno ajustador tiene como eje la crisis económica sin retorno a la que llevó la política de ajuste de Macri y el FMI. Veamos sólo algunos datos: si tomamos los tres años de gestión macrista, aparece que el PBI cayó el 1,3%, la inflación subió 155%, el peso se devaluó 280% frente al dólar y la deuda externa creció en 100 mil millones de dólares. Las tarifas subieron un 1.644% (luz), 747% (gas), 512% (agua) y 200% transporte y combustibles. Y todo esto es sin contar este año, que proyecta más tarifazos, más recesión, mayor caída del PBI y una inflación no menor al 45%. Frente a semejante ajuste, los salarios perdieron un 20% del poder de compra en el mejor de los casos (algunos, hasta el 50%).
Ajuste o concesiones: dilema electoralista. El tercer acuerdo con el FMI para “liberar” más de 10.000 millones de dólares implica más ajuste, más achicamiento del gasto (este año ordenó recortar más de $ 20.000 millones) y un escenario recesivo que duraría al menos dos años más. La realidad y la bronca popular hacen que el gobierno tenga que hacer estas mínimas pero reales concesiones a los sectores sociales más desprotegidos. El dilema de Macri es que está en una encerrona: si profundiza el ajuste, cae el consumo y aumenta el malhumor social; en cambio, si fomenta el consumo sus amigos los empresarios rápidamente se abusarán y aumentarán aún más los precios, espiralando la inflación. No parece tener clara una salida que no sea meramente coyuntural hasta noviembre.
Una oposición que no parece tal. Desde una supuesta vereda de enfrente, Lavagna y el kirchnerismo no se diferencian demasiado del plan del gobierno. Kicillof, transformado en el vocero económico del kirchnerismo ante el silencio sepulcral de Cristina, no sólo se reúne con el FMI sino que aparece más que moderado, dubitativo, conciliador, diciendo que habría que cambiar algunos puntos pero no romper con el FMI ni mucho menos. Peor aún es Lavagna, que según su propio twitter pretende “explicarle, civilizada y técnicamente al FMI, que la Argentina no soportará 10 años de ajuste”. ¡Menos mal que tenemos a un “técnico civilizado” que, en caso de ganar, nos representará ante los buitres carroñeros del FMI! Como vemos, los dos principales “opositores” sólo pretenden cambios parciales al brutal plan de ajuste de Cambiemos.
Hay que dar vuelta todo. Desde el MST-Nueva Izquierda, en cambio, venimos insistiendo en que hay que dar vuelta todo este plan y poner en marcha uno distinto al servicio delos trabajadores y el pueblo. Empezando por hacer que la crisis la paguen los que la provocaron y se beneficiaron con ella: los oligarcas y megamineros a quienes les quitaron las retenciones y acumulan fortunas, los banqueros usureros que tienen ganancias de siete a diez veces mayores al resto del mundo, los especuladores de la bicicleta financiera que fugan miles de millones de dólares, las privatizadas que acumulan tres años de ganancias extraordinarias. Para ello hay que dejar de pagar la deuda, nacionalizar la banca y el comercio exterior y reestatizar las empresas de servicios bajo control social. Sólo con estas primeras medidas sobraría plata para poner en marcha un verdadero plan de obras públicas y viviendas populares que dé trabajo digno a millones de personas hoy sin empleo, aumentar los salarios, jubilaciones y planes sociales al valor de la canasta familiar y actualizados por la inflación real. Pero esto no lo llevarán adelante ni el kirchnerismo ni Lavagna: se necesita la unidad de toda la izquierda política y social en un gran frente político y electoral para ser alternativa al ajuste sin fin de Macri, el FMI y sus cómplices.