Faltan pocos días para que se complete el plazo de inscripción de alianzas electorales y candidaturas. La clase dominante se está anotando un triunfo táctico como es llegar a las elecciones. La agenda pública transita ese escenario: las opciones electorales. Polémica con el proyecto del PJ oficial y CFK.
Joaquín Morales Solá escribió un libro en 1990, no muy consistente, pero con una título sugerente como disparador para este artículo: “Asalto a la ilusión”. Trata sobre el gobierno de Alfonsín y la frustración masiva con el proyecto de la UCR que prometía que con la democracia alcanzaba para “comer, educarse y curar”. Desde entonces, pasaron otras ilusiones: el menemismo, y su promesa a derecha, de modernización y “primer mundo”; la ilusión de la Alianza con De la Rúa y Chacho Álvarez para superar al PJ; el primer kirchnerismo de Néstor; y ahora, estamos frente al intento de montar una nueva ilusión: con la unidad del PJ, los K, Massa y todo lo que se oponga al macrismo, terminar con el gobierno de Cambiemos y su ajuste, recreando las condiciones de recuperación económica del 2003. Cada frustración anterior, históricamente hablando, fue el resultado de dos variables que confluyeron: por un lado, los límites de la economía capitalista y un país semi-colonial; y la segunda, un fuerte descontento y movilización social, que enterró cada proyecto político y sus falsas expectativas para los sectores populares. Así progresó la conciencia colectiva, de forma desigual, un poco dramática y a la vez, inevitable. Nuestro rol militante, revolucionario, consiste en anticipar tendencias, prever dinámicas, alertar políticamente y construir alternativa para ser opción ante nuevas decepciones, casi seguras por sus límites de clase. Queremos discutir entonces, con esta nueva (falsa) expectativa que se intenta crear en torno al proyecto de la fórmula Fernández-Fernández.
La prioridad, sacar a Macri. La promesa, recrear el 2003
Las dos cuestiones conectan en la propuesta del pejota-kirchnerismo: desalojar a Macri del gobierno es una tarea fundamental y obvia, como condición necesaria para recrear las condiciones de la economía en 2003 que permitieron un recupero positivo de la situación social. Dicho esto, podríamos hacer los siguientes comentarios:
- El mundo y el país del 2003 presentó un panorama definido por variables que hoy no están en la realidad.
- Para poder garantizar una reorientación de la economía a favor de la mayoría, desalojar a Macri es condición necesaria, pero no suficiente.
Lo primero conviene explicarlo mejor. En 2003 el mundo presentaba guarismos de crecimiento y en especial, China, crecía a tasas superiores al 10 % anual. Ese gigante capitalista, explotador de fuerza laboral propia (la base de su “milagro”, por otra parte), demandaba soja a niveles superiores a la oferta disponible. Eso disparó el precio de esa commoditie llevando la tonelada a casi 600 dólares. El Estado dispuso de ingresos extraordinarios por retenciones. Hoy, los últimos informes semestrales del FMI y Banco Mundial, reconocen “desaceleración” en las economías avanzadas y la soja está a menos de la mitad del precio que en 2003. Los organismos internacionales prevén hasta el 2022 declive económico. En segundo lugar, en 2003 la economía “rebotó” por efecto artificial de un ajuste enorme: la devaluación del 300% de la moneda, y del salario, por parte de Duhalde en 2002. Eso abarató la fuerza laboral para los patrones que, sin riesgo e inversión, recontrataron mano de obra barata con tasas de rentabilidad ventajosa. Hoy la capacidad instalada del país está ociosa en un 50 %, el capital presiona por las reformas laboral y previsional, y toda la inversión es especulativa, no productiva. Para cambiar esa dinámica, el próximo gobierno debería aprobar las reformas laboral y jubilatoria, como presiona la burguesía y el FMI. Veremos, pero tendrá que eventualmente asumir el costo de un fuerte conflicto social de final abierto. Muy distinto al 2003, con el trabajo “sucio” ya realizado por Duhalde. Finalmente, el tabú que los “Fernández” y su equipo económico, oscurecen: el rebote del 2003 tuvo en la suspensión del pago de deuda una fuente de recursos muy importante. Hoy anticipan que bajo ningún concepto van a dejar de pagar deuda, sino a renegociar. En fin, muy distinto el país y el mundo al 2003. Para terminar este tramo: desalojar a Macri es condición necesaria, pero no suficiente para un ciclo ascendente de la economía a favor de la mayoría. Para eso habría que tomar medidas de ruptura con las corporaciones y reorganizar las reglas de la economía, con sentido anticapitalista (como lo explicamos en otros artículos de esta prensa). Nada más lejos del binomio Fernández y su perspectiva que cuestionar al FMI, el poder de la banca, los pooles, la estructura impositiva y la matriz primaria y subalterna de la economía del país. Por lo dicho entonces: no alcanza con cambiar el collar si el perro sigue siendo el mismo.
La lección de Lenin (salvando las distancias)
Las elecciones en esta democracia de patrones distorsionan los intereses sociales, de clase. Obliga a elegir entre “males mayores y menores”. El voto “útil” como herramienta. Y a la vez, en la coyuntura, terminar con el macrismo es un sentimiento mayoritario en la clase obrera, la juventud y los sectores populares. Sobre esa base, y la inexistencia de una alternativa de masas desde la izquierda, la presión electoral hacia el “mal menor”, actúa en el debate político y confunde a muchísima gente honesta, con la que discutimos regularmente. Así, opera sobre partidos como el nuestro la presión electoral de “no dividir el voto anti-macrista”, “ahora saquemos a este gobierno y después vemos”, “seguro nada puede ser peor” y otras consideraciones de este estilo que queremos discutir. Para empezar, ya lo dijimos más arriba y en otros artículos de esta edición y en anteriores: el mundo y el país al que vamos es de reforzamiento de la crisis económica y recesión capitalista. Habrá que decidir cómo se sale de esa situación, que en definitiva es qué clase social va a pagar el costo de la crisis. Entonces, el “votemos ahora contra Macri y después vemos”, es una trampa inmediatista para no discutir con qué programa económico se sale de la crisis y a favor de qué sector. Denunciamos que todos los opositores al macrismo (incluyendo a Lavagna, Massa y Alternativa Federal) no tiene un programa alternativo a favor de la clase obrera, la juventud y los sectores populares: son recambios de administración capitalista del país, todos. Sobre la deuda externa coinciden: hay que pagar renegociando, y eso, es más ajuste y “reformas estructurales”. Por lo tanto, no podemos contribuir ni votando ni de ninguna manera a ilusionar falsamente con proyectos que van a ser continuidad en lo esencial del modelo económico actual. Al revés: lo denunciamos y explicamos pacientemente, aunque no guste.
En segundo término, nuestra concepción política, indica que vamos a choques, confrontaciones y un aumento del conflicto social en el próximo período. Estamos convencidos que la tarea para la clase obrera y la juventud es prepararse en los lugares de trabajo y estudio, para organizar las luchas que se van a venir. Y a la vez, sembrar estas ideas que seguramente pueden tener menor adhesión electoral, pero nuestra estrategia no pasa por los votos, sino por fortalecer una organización de lucha de clases para contribuir a definir en ese terreno una salida de gobierno sin patrones ni burócratas, un gobierno obrero, popular y de izquierda. Para eso hace falta una gran fuerza política implantada en fábricas y empresas, con miles de militantes juveniles activando en ese sector dinámico y desarrollo territorial para movilizar contingentes populares en apoyo a esta orientación. Salvando las distancias, claro, Lenin planteaba al comienzo de la revolución rusa en 1917 que hay momentos de la lucha política donde la tarea de los socialistas es explicar pacientemente sus ideas a contracorriente y saber asumir la condición de minoría temporal, confiando en el propio programa y, sobre todo, en las masas que van a ir completando la experiencia con las falsas ilusiones de proyectos ajenos de clase. El MST milita con este enfoque y claro, propone unir la izquierda anticapitalista y socialista, como táctica para facilitar una aceleración de esa experiencia de masas ofreciendo una alternativa con volumen y autoridad por su fortaleza, inserción y vocación de poder. En cualquier caso, la clave es fortalecer esta herramienta militante, colectiva y con estrategia clara que estamos construyendo. Con constancia y paciencia para sembrar y acumular influencia, y la audacia para aprovechar las oportunidades a más amplia escala que van a llegar más temprano que tarde. Este es nuestro mensaje y reflexión para actuar y organizarnos políticamente, sin concesiones.
Mariano Rosa