Deuda externa, banca y comercio exterior ¿Seguir en el Fondo o lograr la independencia económica?

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Con la estafa de la deuda y la fuga de capitales, seguirán el hambre y la entrega. Hay que tomar medidas en serio para parar la sangría y la usura.

La profunda crisis económica que atraviesa Argentina (y el mundo) y las incertidumbres en relación a las posibilidades de que se profundice abren espacio para debatir medidas consideradas excepcionales en el marco del sistema capitalista. Sin ir más lejos, los socialistas las comprendemos como pasos transicionales hacia un ordenamiento distinto de la producción y la sociedad. Pero ¿Qué significa romper con el FMI, dejar de pagar la deuda y nacionalizar la banca y el comercio exterior?

La deuda: mecanismo de sumisión y usura

Como ya lo expresamos innumerables veces en estas páginas, la deuda externa es mucho más que un instrumento macro económico, es un mecanismo de sumisión política que actúa direccionando la economía de los países al servicio de las necesidades del imperialismo, provocando profundas consecuencias sociales.

En nuestro país, por ejemplo, la deuda no ha parado de crecer a pesar de que ya pagamos varias veces los montos originales. La acumulación de intereses y las sucesivas “reestructuraciones” (hoy “reperfilamientos”) hacen que el monto total supere los USD 300 mil millones, más del %100 del PBI.

Si bien existen numerosas vertientes que suman a esa deuda, los principales organismos mundiales son el FMI y el Banco Mundial, ambos con sede en EEUU y hegemonizados por este país, sus “préstamos” vienen acompañados por paquetes de medidas económicas y monitoreos permanentes, es decir pasan a controlar la economía de los países priorizando aquellos perfiles que favorecen el cobro de sus préstamos por sobre las necesidades de las mayorías.

Estos mecanismos son archi conocidos en la historia, local y mundial, pero solo para tomar el último acuerdo con el FMI implicaba la reducción del gasto público, regulaciones para la actuación del Banco Central e incluso los segmentos en los que se puede o no usar el dinero del préstamo.

Por supuesto, mientras que los especuladores fugaron casi la totalidad del dinero que ingresó, el FMI no controló ni un milímetro, sino que se enfocó en las contra reformas estructurales representadas en el ajuste brutal de Macri y los gobernadores, así llegamos a la situación actual, con un brutal endeudamiento y sin recursos que hayan ingresado efectivamente, una verdadera estafa.

Por eso cualquier posibilidad de desarrollo independiente para nuestro país y para cualquier país del mundo tiene que partir por desconocer esa estafa, ese robo millonario, y disponer libremente de los recursos controlando los principales resortes económicos al servicio de las mayorías. Este paso implica la necesaria ruptura con el FMI y también con el Banco Mundial y la convocatoria a todos los países deudores a unirnos en un gran frente para enfrentarlos.

Complementos fundamentales

El default tramposo declarado por el macrismo, lejos de enmarcarse en el camino que señalamos en el punto anterior busca renegociar las condiciones de pago sobre la base de profundizar el sometimiento.

Nuestra propuesta mientras tanto, apunta a recuperar independencia económica y política, y por eso es clave asociarla a dos medidas muy concretas: la nacionalización de la banca y el monopolio del comercio exterior por parte del Estado.

Nacionalizar la banca implica la centralización en manos del Estado, con el control y la gestión por parte de sus trabajadores, de todo el ahorro nacional y los instrumentos de crédito e inversión, hoy mayoritariamente en manos de corporaciones internacionales que solo se plantean multiplicar sus beneficios. Estas corporaciones son los vehículos fundamentales de la fuga de capitales, además de disponer sin mayores regulaciones de los recursos que producimos los trabajadores del país, sin ir más lejos miles de millones de pesos de salarios y jubilaciones que pasan por las entidades bancarias.

Si fuese el Estado quien monopolizara esos recursos se podrían disponer para responder a las prioridades que se establezcan socialmente, por ejemplo el desarrollo de la obra pública, la implementación de créditos hipotecarios para la construcción de viviendas o el impulso a áreas especificas de la industria y la ciencia. Hoy, la anarquía capitalista reconoce solo el orden de la apropiación privada del resultado del esfuerzo cotidiano de millones.

El comercio exterior sigue una lógica idéntica y profundamente relacionada con las corporaciones financieras, el intercambio comercial con el mundo hoy se da con apenas algún puñado de regulaciones aduaneras, pero centradas esencialmente en capturar una porción de dólares para cumplir justamente con los compromisos de deuda externa. Es por eso que las principales exportaciones del país están centradas en las materias primas o con escaso procesamiento como la producción agrícola, petróleo, sus derivados y diversos metales.

El monopolio del comercio exterior permitiría que el Estado regule el intercambio de mercancías con el mundo, garantizando en primer lugar ponerle un freno a la especulación de los precios, evitando que sea un instrumento más de la fuga de capitales y por supuesto alentando los intercambios que favorezcan un desarrollo integral y al servicio de la reconversión tecnología y productiva con un centro en las mayorías populares, existen ejemplos de este tipo de medidas en nuestro país, sin ir más lejos durante el primer gobierno de Perón (en realidad el decreto es de Farrel) se conformó el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) que centralizaba el comercio exterior y estaba bajo control del Banco Central.

Muchos de los que hoy dicen que es imposible pensar en este tipo de medidas esconden esta parte de la historia y nos acusan de utópicos. Lo cierto es que salir de la crisis en la que nos encontramos solo es posible si se aplican medidas de fondo, de lo contrario, por más que se vaya Macri, con Alberto seguirá el ajuste y el FMI.

Martín Carcione

 


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