Hay un proceso juvenil de luchas en todo el mundo. Es protagonista de revoluciones en las plazas del norte de África, de la indignación antiausteridad de Europa y encabeza dos olas enormes: la feminista disidente y ahora la socioambiental. Sus rasgos, contradicciones y los proyectos políticos en disputa. Nuestra perspectiva.
El marxismo definió hace mucho a la juventud, sus aspiraciones y luchas, como caja de resonancia social. Sería como un sector cuya naturaleza lo hace anticipar fenómenos de alcance social general. Desde el 2008 en adelante, con el punto de quiebre de la crisis capitalista mundial, los procesos más relevantes de lucha a escala internacional, la tienen de protagonista:
- En las plazas del Magreb en los dos momentos de las “primaveras árabes”.
- En la indignación contra los autoritarismos como en Hong Kong, Puerto Rico o Brasil.
- Y en dos luchas clave de los últimos años: la ola antipatriarcal y ahora el ingreso en escena con la lucha socioambiental.
Por lo tanto, una primera tarea de “diagnóstico” es precisar los rasgos y proyectos en disputa al interior de la juventud.
El mundo, el sistema, los partidos
Los movimientos de juventud más dinámicos tienden al internacionalismo, difuso, pero internacionalismo al fin. No se aferran a estrechos nacionalismos, se identifican con procesos que trascienden las fronteras: la juventud hongkonesa convoca a jornadas mundiales –como el 29 S–; el proceso antipatriarcal protagonizó paros internacionales el 8 M y las protestas socioambientales tienen agenda internacional. Es tan concreto: capitalismo, patriarcado, planeta o naturaleza son categorías que gravitan en la nueva generación. El proyecto del capital, no enamora. Hay desencanto, falta de perspectiva y subversión en los jóvenes.
Por otra parte, la generación “verde” es antiautoritaria, reclama derechos democráticos, a decidir, tiende a lo colectivo y lo asambleario. Estas marcas la hacen difícil de maniatar, y son la base de su vitalidad.
Los partidos tradicionales están desprestigiados en la juventud. Es un hecho. Igualmente, los burócratas de los sindicatos. A la vez, desde arriba, los mandamases del poder promueven la “apartidización” consciente, la formación de “agrupaciones independientes”, esencialmente para alejar a la actual generación de la radicalización en los métodos, el programa y la militancia. Pero, la simpatía hacia las ideas antisistémicas es casi inevitable.
Es por izquierda, militando por cambiar el sistema
En etapas de crisis, el capitalismo refuerza en la juventud una perspectiva: el “posibilismo”, que es la forma adaptada al siglo XXI –pero como recurso, viejo– de instalar la falsa ideología de que no se puede cambiar el sistema, que casi es imposible. Y, por lo tanto, hay que buscar reformas positivas, lo “posible”. Ese descreimiento en los cambios de raíz, tiene un objetivo –ganar tiempo y separar a lo mejor del activismo joven de las ideas socialistas– y a la vez, es un camino sin salida ya que, en los marcos del capitalismo y su democracia, no se pueden asegurar duraderamente ninguno de los derechos más básicos. Repasemos ejemplos puntuales y a la vez representativos:
La democracia por la que luchan los jóvenes de Hong Kong o en Puerto Rico, choca con los intereses capitalistas de China y EEUU, por lo tanto, sin cuestionar su propio capitalismo, romper con sus burgueses y partidos, y tender puentes hacia la clase trabajadora y la juventud de China o EEUU, difícilmente se pueda lograr quebrar el escollo autoritario y asegurar esa conquista no como logro temporal, sino como derecho inamovible.
Patriarcado y capitalismo, se retroalimentan. La doble opresión es un negocio capitalista. Derechos democráticos de las mujeres, y emancipación de clase como trabajadoras, son tareas inseparables. Y eso es, cuestionando capitalismo, gobiernos patronales y luchando por una salida obrera y socialista.
¿Qué más decir sobre las medidas de salvataje socioambiental? Todas son incompatibles con el capital.
Por lo tanto, democracia, derechos de género y emancipación, defensa del planeta y la vida, en definitiva, futuro, es con lucha anticapitalista por una reorganización socialista y con democracia real de todos los países, empezando por Argentina. No se trata de una propuesta forzada “ideológicamente”, sino de una salida realista, práctica y concreta para –otra vez– asegurar derechos duraderos, no reformas episódicas.
Aterrizaje argento
Bajado el debate al panorama de la juventud en nuestro país, las claves son las mismas. Ya está derrotado políticamente el macrismo y su modelo con el FMI, el ajuste, los antiderechos y el lobby clerical. ¿Cómo se supera esa experiencia?
Nuestra hoja de ruta es consecuente con un programa opuesto estructuralmente al contenido social, de clase, de intereses representados por el macrismo. Entonces, para asegurar inclusión laboral con derechos, sin precarización; educación pública masiva y de nivel, como piso, lo primero es una potente reactivación de la economía. Esa inyección es con recursos, y los recursos tienen que salir de las fuentes fundamentales que hoy los aspiran: deuda externa, especulación financiera de los bancos, beneficios fiscales a pooles de siembra, mineras y petroleras. Pasado en limpio: necesariamente para tener plata hay que suspender el pago de la deuda, nacionalizar todos los bancos privados –no los ahorros de los sectores medios–, impuestos a las corporaciones y la renta financiera, estatizar el comercio exterior. Medidas elementales, de una orientación independiente. ¿Qué dice el probable futuro presidente Alberto Fernández sobre todo esto? Concluyente: pagar deuda, de impuestos a los bancos ni habla, ni tampoco de las privatizadas. En resumen: la estructura básica de capitalismo de saqueo se anticipa continuidad.
El macrismo fue bloqueo a derechos democráticos como aborto, ESI o Estado laico. Nuestro programa es categórico: defendimos en las calles esas causas, las levantamos como política pública. ¿Y Fernández? El aborto “no es prioridad”, la ESI no se aplica, y más que separar Iglesia de Estado, militan para que el Papa venga en 2020 a la Argentina.
Sobre privilegios de casta y burocracia sindical, el macrismo reforzó todo. ¿Y el Frente de Todos? Lo mismo, sin cambios. Es más, propone integrar al cogobierno del “pacto social” a los burócratas que cogobernaron con Macri. Bueno, otra vez, lo nuestro como siempre del mismo lado: desmantelar privilegios, democratizar de verdad todo el sistema político, y otro modelo para los sindicatos, sin burócratas, con democracia por la base.
El macrismo profundizó el extractivismo neocolonial y depredatorio. ¿Y Fernández? Señala Vaca Muerta como el “motor del país”, la megaminería lo mismo de Cuyo y el agronegocio como ingreso de dólares para “crecer y cumplir con los compromisos” (con el FMI). Entonces: en materia de modelo extractivo, no hay grieta, sino continuidad. Nosotros, se sabe: ni fracking, ni megaminería, ni agronegocio. Otro modelo de producir, sin saqueo, sin depredación. Y con los pueblos –no Barrick o Chevron– decidiendo ante cada controversia.
Al final entonces, un mensaje: luchar por las banderas de nuestra generación, supone ser de izquierda, anticapitalista, feminista y socialista. Para que esas ideas sean política pública desde el poder, y derechos asegurados que no dependan de las muy variables coyunturas, hay que construir un fuertísimo partido que las respalde y multiplique. El MST es ese propósito. Hay que hacerlo enorme. Lo mejor de la Generación Verde lo tiene que hacer.
Mariano Rosa