Acción global contra el cambio climático ¿Qué culpa tiene Greta?

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La acción global del 20 al 27 fue emotiva, impresionante. Colocó un proceso nuevo en agenda que llegó para quedarse. En América Latina y Argentina el cambio climático se combina con otro fenómeno: el extractivismo. En esa semana Greta, la estudiante sueca, criticó a varios países entre ellos Argentina por su política ambiental. La reacción del kirchnerismo fue brutal y defensiva. Aprovechemos para discutir estrategia socioambiental.

La semana de acción mundial contra el cambio climático fue un punto de quiebre, efectivamente. Difícilmente el debate socioambiental vuelva a recluirse a los ámbitos más cerrados de la militancia activa o la academia. El tema ya está colocado en el plano internacional, a escala masiva. Frente a este panorama, los poderes políticos y económicos mundiales se defienden a partir de difundir ideologías falsas y engañosas. Lo explicamos en artículos anteriores. Desde el bizarro negacionismo de Trump o Bolsonaro, hasta el imposible capitalismo verde de Macron o Merkel y el “keynesianismo ecológico” de la izquierda demócrata en EEUU. Se trata de reacciones defensivas de un capitalismo que, ante la movilización planetaria, recibe un cuestionamiento directo en uno de sus pilares más sensibles: la matriz de energía basada en hidrocarburos que, junto a la agroganadería contaminante, son las causas claves de la alteración increíble del clima sobre la Tierra. En diciembre de este año, en Chile, se reúne la COP25. Se trata del evento que promueve la ONU para abordar los temas socioambientales con la participación de los principales países capitalistas. Es un recurso efectista que tiene ya 25 años y persigue como propósito humanizar a los responsables de la depredación planetaria. Sin embargo, moviliza activismo, refuerza la agenda sobre el tema y estimula formas de organización paralelas o alternativas con formato de contracumbre. Ya se prepara el país hermano para ser escenario de este evento clave e instancias de debate crítico de organizaciones sociales y políticas de la región y el mundo. De hecho, la estudiante sueca Greta Thunberg, anunció su participación en la convocatoria.

Soberanía para depredar

Hace pocos días, la estudiante sueca criticó a varios países por su papel contaminante. En realidad, firmó un documento de exigencia a los países del G20, entre ellos el nuestro, Argentina. Desde algunos “tanques de ideas” del kirchnerismo salieron con saña a repudiarla. Los argumentos para denunciarla serían:

  • Greta es en realidad un ariete de las corporaciones.
  • Su planteo es una forma de injerencia imperialista sobre Argentina.
  • Los “argentinos” vamos a decidir qué hacer con la economía y con todo (una extranjera no nos va a venir digitar la economía, claro).

En fin, lo interesante sería repasar entonces, qué programa en materia de matriz productiva reivindica el Frente de Todos. Veamos. Hay por lo menos tres sectores que el candidato Fernández enfatiza como sus prioridades y motores de desarrollo nacional: Vaca Muerta, megaminería y sojización. Aquí van algunas apreciaciones sobre los mismos:

Vaca Muerta: se aprobó con cláusulas de confidencialidad bajo el gobierno de CFK, con ventajas fiscales y “flexibilidad” cambiaria para Chevron y otras corporaciones del sector. Es decir, libertad para fugar divisas. El fracking está mundialmente cuestionado por sus derivas contaminantes y, a la vez, significa más hidrocarburos y calentamiento global. La ecuación integral sería: sometimiento neo-colonial, depredación y autoritarismo para decidir.

Megaminería o la panacea del litio: Hemos explicado hasta el aburrimiento el impacto de esa modalidad; Fernández la reafirma, los pueblos la cuestionan. ¿Un eventual gobierno de AF va a habilitar un debate social en la cordillera, en las regiones impactadas? ¿Va a activar mecanismos “democráticos” para que los pueblos ejerzan “su” soberanía elemental? Por ahora, la soberanía (literalmente), la ejerce la Barrick Gold en la cordillera.

Finalmente, el agronegocio: ¿Qué decir sobre este punto? El impacto de los transgénicos en la salud humana está probado. Agrotóxicos, en especial el glifosato, que hasta la OMS en 2015 incluyó en su lista de cancerígenos. Argentina a esta altura ya tiene el récord mundial de litros promedio de glifosato por habitante. Hace pocos días, en campaña, el candidato AF criticó un fallo judicial en Entre Ríos que limitaba las fumigaciones cercanas a escuelas y zonas residenciales. ¿Entonces? ¿Qué soberanía? ¿Independencia nacional? ¿Qué derecho a decidir?

En definitiva: se impone un fuerte llamado a reflexionar a los miles que, como nosotros, quieren sacarse de encima a Macri y repudian su modelo, pero que tienen que asimilar que con AF hay continuismo en la matriz extractiva. Más allá de las estudiantes suecas y las soberanías de cartón pintado.

Gane quien gane

En la política tradicional predomina una especie de “Consenso del Extractivismo”. En definitiva, para Argentina y el continente, el horizonte insuperable es el actual modelo de acumulación capitalista. Y la perspectiva de la economía mundial con un retroceso del comercio y, por lo tanto, de la demanda de commodities y una baja de su precio, más la presencia del FMI con el sometimiento de deuda e intereses de usura, hace desesperar por dólares para pagar ese saqueo a los gobiernos de tinte “progre” o “reaccionario”. La crisis del capital estrecha los márgenes, limita la cosmética populista y los hace a todos más parecidos que distintos. Por eso, la clave de la próxima etapa tiene varias coordenadas:

  • Unir la lucha en defensa de los derechos económicos y políticos de las mayorías, con la agenda socioambiental, antiextractivista. No son incompatibles, son complementarias.
  • Levantar en las luchas obreras la unidad de la justicia social y socioambiental. Nuestras banderas multiplican derechos, no los separan.

Y finalmente, insistir con una orientación: hay que reorganizar toda la economía sobre bases nuevas. Se puede producir sin depredar, si la lógica apunta a garantizar lo necesario socialmente y no lo requerido por la ley antihumana y clasista (burguesa) de la acumulación privada, capitalista, patronal.

Si pensamos en la comida como derecho social y el territorio no es campo de valorización especulativa, sino patrimonio común para hacer del alimento un bien común saludable, suficiente, accesible. Si el agua vale más que el oro (y el litio). Si la política pública desde el poder, planifica una transición decidida a una matriz de energía limpia y renovable. Si prohibimos el negocio de las corporaciones, incluyendo el FMI y su deuda de usura, y reactivamos la economía nacional. Si los servicios públicos los recuperamos de manos de concesionarias del lucro, y los ponemos bajo control social de trabajadorxs y usuarixs. Si luchamos por otra democracia política, sin casta privilegiada, con el real derecho a decidir de la mayoría que no vive del trabajo ajeno. Si esta apuesta tiene proyección latinoamericana, regional, internacional como norte, porque al mundo del capital le oponemos el planeta de los de abajo. Esa es nuestra estrategia. Somos esa izquierda. Antes, durante y después de las coyunturas electorales.
Porque hay vida después del modelo extractivo, y vale la pena, absolutamente.

Mariano Rosa

 

 


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