Al servicio del pacto social ¿Unidad CTA-CGT?

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El anuncio de regreso de la CTA a la CGT, bendecido en un acto por Alberto F., lejos de significar la «unidad del movimiento obrero» implica un acuerdo de cúpulas al servicio de la colaboración de clases. Necesitamos una nueva dirección democrática y combativa, para defender nuestros derechos, echar al FMI y no para pactar con las patronales.

El jueves 3 de octubre, en un acto presentado como plenario sindical, Alberto Fernández, Máximo K. y otros dirigentes del Frente de Todos aplaudieron la decisión anunciada por Hugo Yasky, secretario general de la CTA-T, de «regresar al seno de la CGT». Moyano, Palazzo, Santamaría y otros cegetistas acompañaron a los referentes de CTA que «votaron» (obviamente sin ningún mandato de bases) no sólo esta confluencia sino, una vez más, el apoyo a la candidatura de les Fernández.

Si bien por ahora solo se trata de una carta de intención, es importante despejar toda duda de que pueda encerrar algún paso real y progresivo hacia la unidad de nuestra clase. Veamos.

No hubo unidad contra Macri, sino a favor de Fernández

Muchos se preguntan con razón: ¿por qué no se planteó la unidad para luchar contra el gobierno de Macri, su política antiobrera y el FMI? Los que ahora se ponen la camiseta de la gesta unitaria dejaron pasar durante cuatro años cientos de miles de despidos, pactaron suspensiones, baja salarial, dividieron o directamente no apoyaron las luchas. Y transaron con el gobierno y las patronales la reforma laboral que derrotamos en las calles les trabajadores, con el sindicalismo combativo y la izquierda y no con los dirigentes de las centrales.

La CGT metió violín en bolsa cuando Macri vetó la ley antidespidos, no le dio continuidad a los escasos paros domingueros que convocó por presión de las bases y cambió salario por bonos de miseria.

Las CTA no fueron alternativa, CTERA no organizó la pelea docente y gremios como ATE ni siquiera coincidieron en algunas tibias medidas por disputas de aparato. Si el ajuste no fue derrotado y Macri se mantuvo en la Rosada es por el rol a favor de la gobernabilidad, más allá de las diferencias de estilo, de todos estos dirigentes burocráticos. Así como no se unieron para pelear contra Macri, sí obedecen a la política impulsada por Fernández de implementar un pacto social al servicio de subordinar a les trabajadores a los intereses patronales para que la crisis la sigamos pagando nosotres.

¿Ni de los gobiernos ni de los patrones?

El plenario realizado en Lanús fue en realidad una parodia de democracia sindical, sin consulta a las bases ni mandato alguno. Docentes y estatales enrolades en esa CTA fueron convidades de piedra a la hora de resolver esta pretendida unidad con los dinosaurios de la CGT. Además de la democracia sindical, estuvo ausente todo vestigio de autonomía.

De los dirigentes de la CGT no se pueden esperar decisiones consultadas. Su modelo sindical, blindado por los sucesivos gobiernos, es verticalista, autoritario y de pensamiento único. Pero la CTA, que se había fundado en aquel encuentro de Burzaco en los años ’90 como una alternativa a la vieja CGT, terminó reproduciendo el viejo modelo burocrático, dividida en tres sectores por peleas de aparato y ahora se plantea una «vuelta a la CGT» como el capítulo final de su decadencia y la confesión de que cultiva el mismo modelo.

Yasky, que ya había renunciado a la autonomía durante el gobierno K, está al frente de este intento. Micheli fue parte del acto. Y el sector de Godoy y De Gennaro, si bien no se han sumado por ahora porque «hay que discutir una serie de cuestiones» son parte integrante del mismo Frente de Todos de Fernández. Atrás quedó eso de «ni de los gobiernos ni de los patrones».

El verdadero objetivo

La convocatoria a una concertación entre gobierno, patrones y dirigentes sindicales, bendecida por la Iglesia, es uno de los ejes centrales que articularía el programa de gobierno de Fernández. Requiere imponer reglas de juego para contener el gasto social, colocando un dique a los reclamos salariales. Instalando un clima de «paz social» para que los patrones hagan sus negocios y a la vez cumplir los acuerdos con el FMI. La UIA, los patrones rurales y los banqueros ya hicieron su diferencia con la devaluación que hubo y la que vendrá después de la elección y están más que predispuestos a la mesa de concertación. Pero falta un actor: necesitan una pata sindical. Y como reconoce el propio Fernández, «es una tarea difícil». Necesita unir el rompecabezas de la burocracia, las distintas fracciones en pugna de la CGT y las CTA, una tarea que intentaron varios gobiernos, Macri incluido, y no lograron por la división y desprestigio de la burocracia. Pese a la colaboración con la gobernabilidad y en la entrega de conquistas gremio por gremio, no se logró el pacto social de conjunto.

Ahora Fernández lo intenta de nuevo. Por eso alentó esta alquimia por ahora juramentada entre el moyanismo y la Corriente Federal de la CGT, con la anuencia de Daer, que suena como futuro ministro de Trabajo, y la CTA de Yasky. En otras camarillas de la CGT no es bien vista esta unidad. Algunos porque apoyan a Lavagna, otros porque le reclaman a Fernández cargos y espacios en el próximo gobierno y todos porque privilegian sus porciones de poder y privilegios en el aparato cegetista y no están dispuestos a compartirlos. Más allá de su evolución, este proyecto de unidad burocrática está al servicio de la subordinación de los trabajadores a los intereses empresariales. Necesitamos otra unidad, la verdadera unidad de les trabajadores. Para desarrollar la lucha, defender nuestras conquistas y al calor de ello ir cambiando los dirigentes.

Por una nueva dirección democrática y combativa

Más que nunca necesitamos fortalecer el proceso de recambio sindical que viene madurando, más allá de sus desigualdades, en la mayoría de los gremios. El numeroso activismo rebelde que le gana terreno a la vieja dirigencia es la única garantía de avanzar en la lucha y lograr poner en pie una nueva dirección. Hay que fortalecer las autoconvocatorias, seguir recuperando cuerpos de delegados, internas y sindicatos.

Siendo esta una tarea prioritaria, es menester avanzar a la vez en la coordinación de los espacios ganados a la burocracia. Porque la CGT hace tiempo que tiene fecha de vencimiento y la CTA ha fracasado. Hay que poner en pie una nueva central democrática, que esté al servicio de desarrollar los conflictos, articularlos y organizar medidas nacionales para derrotar el mayor ajuste que se viene. En ese camino, un eslabón importante es fortalecer y ampliar el espacio de coordinación nacional que hoy existe y del que somos parte desde ANCLA: el Plenario del Sindicalismo Combativo.

Tanto la disputa en los gremios como las tareas de coordinación solo van a avanzar si se basan en una nueva cultura que revolucione la vida sindical desde abajo, un nuevo modelo sindical. Donde la base decida todo. Con unidad basada en la integración de todas las corrientes de opinión. Que destierre los privilegios y limite los mandatos para evitar la burocratización. Con perspectiva de géneros e integración proporcional de las mujeres y disidencias. Un sindicalismo con verdadera autonomía del Estado, los gobiernos y los partidos patronales y que apoye la construcción de una alternativa política clasista y anticapitalista para que gobernemos lxs trabajadorxs.

Nuestra corriente sindical, ANCLA, está al servicio de estos desafíos y te invitamos a trabajar con nosotres.

Guillermo Pacagnini

 


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