Pasaron las elecciones y dejaron bastante tela para cortar. Más que la foto estática hay que tratar de ver la película en desarrollo, ya que el mundo y la región están en rápido movimiento y nuestro país no es una isla.
La derrota del macrismo cancela el proyecto al que buena parte de la burguesía y el imperialismo apostaron para «normalizar» el país en modo capitalista. Luego del ocaso del período K, con Macri buscaban imponer un programa de centroderecha que cerrara las grietas del régimen político y sentara las bases de un salto en el ajuste y la entrega a gusto de las corporaciones y la guerra comercial imperialista.
Mientras otros leían ese proceso como un giro a la derecha sólido y duradero, nuestro partido y nuestra corriente internacional definíamos el escenario como de polarización social. Para imponerse, la derecha tenía que derrotar al pueblo trabajador en la lucha de clases. Pero la elección confirma que eso no pasó. Y Chile, como antes Ecuador, Puerto Rico, Haití, la crisis política en Perú y el acelerado desgaste de Bolsonaro, entre otros procesos, marcan un rumbo opuesto de rebeliones y ascenso de la lucha social.
Cambiemos (casi) fue
La elección certificó lo que habían adelantado las PASO: la mayoría le bajó la persiana al macrismo. La que sufrió el golpe más duro fue Vidal, que hasta hace poco era la sucesora «natural» de ese proyecto y ahora termina fuera de pista.
Pero luego de la crisis post internas, el gobierno batalló y recuperó votos. Macri endureció la polarización y dirigió su perfil al ala dura antiperonista. Y perdió la presidencia, pero no desapareció. Ganó en la zona central del país, algunos municipios del conurbano bonaerense y Larreta retuvo cómodo la CABA. Desde allí el macrismo intentará sostenerse como principal oposición y buscar una nueva oportunidad. Pero su repunte no compensa la derrota general. La renuncia de Carrió y las disputas internas auguran que no será fácil sostener la unidad de Juntos por el Cambio.
La causa de la derrota oficialista está en su plan económico y el rechazo popular que provocó. Por eso el resultado no sólo es un golpe al macrismo, sino también un alerta para el propio AF, cuyo segundo tramo de campaña fue mucho más light y lleno de compromisos hacia las corporaciones, la burguesía y el FMI.
Cambiemos ya fue, pero deja un país devastado y con todas las alarmas encendidas. Las ilusiones de una transición ordenada y de restablecer un bipartidismo deben mirarse en ese espejo. Más temprano que tarde, si hay ajuste no habrá calma social.
Fernández, tibio
Se debate si la campaña peronista entre las PASO y las generales reflejó cierto exceso de confianza. Opinamos distinto: Fernández y el Frente de Todos tomaron nota de la crisis abierta con el resultado de agosto y actuaron para aplacar el descontento social y canalizar todo hacia el voto en octubre. O sea, colaboraron en sostener a Macri y su «gobernabilidad». Lo que menos quería ni quiere Alberto es que Mauricio se vaya antes. Por eso su campaña fue muy cuidadosa de los pactos institucionales y los compromisos con el Fondo, las privatizadas, las megamineras y el agronegocio. Sin decirle reforma laboral, también prometió «modernizar las relaciones laborales»… Esto no significa que el futuro gobierno sea igual al que se va. Pero sus principales definiciones están abriendo serias dudas en un sector de sus votantes.
La pieza clave del plan de Fernández es el pacto social entre gobierno, empresas, burocracia sindical e Iglesia. Tejen dicho pacto para controlar lo más posible al movimiento obrero y de masas. En suma, buscan evitar que las calles de Buenos Aires se vean en pocos meses como las de Santiago de Chile hoy.
En síntesis, casi el 90% del electorado votó por Macri o Fernández. Pero el panorama aparece complicado y no pareciera que el gobierno entrante vaya a disponer de cien días de gracia. Más bien el desayuno Alberto-Mauricio expresa un virtual cogobierno de aquí al 10 de diciembre y una colaboración activa de allí en adelante.
Las tareas de la nueva coyuntura
Si bien en las páginas centrales analizamos los resultados y los desafíos de la izquierda, el cambio político que representa la derrota del macrismo plantea nuevas tareas y refuerza algunas que ya venían en agenda. Primero, mantener la exigencia de ruptura con el FMI y la pelea por la soberanía económica del país. Este será un tema de debate permanente. Otra tarea fundamental del próximo período es fortalecer y ampliar la unidad del sindicalismo combativo y postular con fuerza al clasismo frente a las variantes burocráticas.
Un gran desafío tendrá también el movimiento feminista y disidente para vencer las presiones celestes antiderechos, a las que se suma la visita del Papa al país hacia mediados de 2020. La juventud deberá enfrentar la precarización, ese modelo Rappi que los capitalistas buscan extender a más ramas de la producción y los servicios. Y la solidaridad con Chile seguirá presente.
Junto a estas tareas tenemos otra que enlaza a todas: fortalecer una alternativa política de los trabajadores, las mujeres y la juventud, que crezca y pueda actuar en cada lucha, en cada barrio, en cada facultad y colegio, para abrir una perspectiva antiimperialista y anticapitalista para miles y miles. Esa herramienta que construimos en el MST, en el marco del FIT-Unidad, tiene las puertas abiertas para que te sumes.