Alberto reconoce que el principal problema económico del país es la deuda. En los últimos tiempos ha centrado su discurso en que va a pagar pero sin ajustar al pueblo. Nosotros opinamos que esto no es sólo utópico sino directamente una falacia. La única forma realista de salir de la crisis es hacer lo contrario, no pagar la deuda y usar esos recursos para reactivar la economía en beneficio del pueblo trabajador.
Hace meses que el ahora presidente electo viene afirmando que la deuda es el principal problema económico de la Argentina. Coincidimos. También dijo que el endeudamiento macrista había sido innecesario y apabullante, mayor que el recibido por Néstor en 2003 y que la plata se la llevaron los amigos de Mauricio. También coincidimos.
Pero si bien dijo que fue una timba financiera obscena, a tasas astronómicas y que gran parte de la deuda contraída se había fugado del país, desde el principio salió a reconocer que la deuda es «legítima y se va a respetar» y también dio el antecedente que Cristina «había pagado todo y más».
En los meses siguientes, el Frente de Todos fue aclarando más su punto de vista, dejando en claro que no estaba en sus propósitos no pagar. Planteando, a lo sumo, la necesidad de alargar los plazos (es decir, un reperfilamiento a lo Macri pero más largo). Despejando toda duda: ni siquiera propondría hacer quitas de capital o intereses, lo cual es música para los oídos de los buitres. Ahora, a pocos días de asumir, está hablando de que va a pagar pero «no a costa del hambre del pueblo», es decir una especie de pago sin ajuste.
Desde el MST creemos que esto es sencillamente imposible y veamos por qué.
¿Cuánto debemos pagar?
Discuten entre Fernández y Lacunza si la deuda es el 100% o el 68% del PBI, según se la considere después o antes de la devaluación del peso. Pero según el propio ministro saliente sería de U$S 314.618 millones.
Todos reconocen que esta suma es impagable con el nivel de reservas que dejará Macri en el Central, que en el mejor de los casos llegaría a U$S 11.000 millones de libre disponibilidad para pagar. Con esto sólo alcanzaría para cubrir los compromisos del primer trimestre del 2020. Pero el panorama se complica mucho más en los meses siguientes, donde los pagos por capital e intereses llegan a una suma de U$S 63.000 millones y un total cercano a U$S 200.000 millones en los próximos cuatro años.
De toda esta deuda, el FMI se ha transformado en el máximo acreedor, con el préstamo acordado a Macri, de U$S 56.000 millones, de los cuales ya fueron desembolsados U$S 44.000. De este modo el Fondo recibirá en los próximos cuatro años 1 de cada 3 dólares que deba pagar nuestro país. Por eso están discutiendo si hacen y de qué forma el desembolso de lo que resta para completar el crédito otorgado, ya que todos saben que las posibilidades de afrontar los pagos es más que incierta.
Pero, en términos concretos, ¿cuánto significan todos estos números en ciento de miles de millones de dólares? Por ejemplo, el presupuesto en educación ronda los U$S 3.700 millones y el de salud sólo representa el 8% de lo que se paga de deuda Externa. Esto significa que los pagos de la deuda se llevan 10 veces más de lo que se gasta en salud y educación y esto empeorará en los próximos cuatro años donde los pagos se incrementan exponencialmente.
El verso de pagar sin ajustar
Frente a esto la política de Alberto Fernández es lograr de manera rápida un acuerdo con el FMI y el resto de los acreedores. Es acordar un estiramiento de los plazos de pagos, ya que de la manera en que están programados son imposibles de pagar por más que se dedicase todos los ingresos del Estado, incluyendo impuestos y retenciones a las exportaciones. Pretende además que este acuerdo se concrete en el periodo de supuesta «luna de miel» con su base electoral.
Por ahora, ha sostenido que no pretende realizar ninguna «quita» o rebaja del capital adeudado, lo que en términos concretos significa un regalo para los acreedores, dado que los valores actuales de comercialización de los bonos argentinos de deuda estan en el orden del 50%, esto quiere decir que por la desconfianza que existe en el mundo que se puedan pagar, su valor ya cayó a la mitad. Por eso reconocerles el 100% del valor en un nuevo acuerdo, así éste contemple dos años iniciales sin pagar es un verdadero regalo para los acreedores.
Por otra parte, el presidente electo cuenta con una reactivación económica, al estilo de lo que sucedió en 2003 de modo que el aumento de la producción, el consumo y supuestas exportaciones redunden en mayor recaudación, para poder pagar deuda.
En este sentido la gran apuesta de Fernández son los ingresos por Vaca Muerta, que más allá de la discusión del fracking y contaminación que no abordaremos aquí, está por verse si realmente logrará ser la locomotora que tire del tren de la economía argentina. Esto es fundamentalmente porque Vaca Muerta está parada, por falta de créditos para hacer las inversiones necesarias para ponerla en producción. Créditos que no llegan precisamente porque el riesgo país tan alto hace que las condiciones de tomar crédito a nivel internacional sean casi nulas y no rentables por las altas tasas de interés que nos cobran.
La única salida es no pagar
Desde el Movimiento Socialista de los Trabajadores, sostenemos que la propuesta de Alberto Fernández es una gran mentira. Aun si consiguiera estirar los plazos de pago a 10 años, si contamos los intereses que se agregarían por este alargamiento de los plazos, los montos a pagar seguirán siendo superiores en 4-5 veces el presupuesto total de salud y educación juntos. Es completamente utópico creer que se puede cumplir con los pagos sin ajustar. El pago de la deuda significará, seguramente, la reducción de los presupuestos en todos los gastos del Estado, sobre todo en lo que respecta a salarios, jubilaciones y planes sociales. Es por eso que una pata fundamental del plan esbozado por Alberto es lograr un pacto social, que incluye a los grandes empresarios, burocracia sindical y la iglesia. Los primeros mensajes que han mandado los burócratas sociales van en el sentido que afirmamos: que no se puede pretender un aumento del 35% -dicen desde la CGT- o que habría que congelar los salarios, según afirmó Yasky. Todo esto con un panorama inflacionario que aún en el escenario más optimista no bajaría del 30% para los próximos dos años.
Por eso sostenemos que la única salida real a la crisis que vivimos es no pagar un peso a los acreedores externos, incluyendo una auditoría de toda la deuda, sobre todo la que se tomó en los últimos años, ya que no creemos, como lo hace Fernán-dez, que ésta sea legítima al tratarse de un gobierno democrático, dado que no fue consultada ni siquiera al Congreso y el destino de los fondos está cuestionado ya que la mayoría habría ido a la bicicleta financiera, fugándose del país.
Con los fondos que se ahorrarían de no pagar los intereses y capital de la deuda, sobraría plata para duplicar los presupuestos de salud, educación y ciencias; aumentar los salarios al valor de la canasta familiar y actualizarlo por inflación. Es también la única manera de poder encarar un verdadero plan de obra pública y viviendas populares masivo, lo que sí aumentaría realmente los niveles de empleo, producción y reactivación de la economía al servicio de les trabajadores y el pueblo.
Gerardo Uceda