Este artículo trata sobre la actitud política de la juventud frente al nuevo gobierno. Hay expectativas e ilusión, lo tenemos presente. Se lo elige a Fernández en contraste con Macri y a partir de algunas definiciones, ambiguas. Es su crédito inicial. Sin ninguna pedantería, pero con total claridad en el mensaje, queremos fundamentar nuestras desconfianzas en Alberto Fernández y su perspectiva. Que se debata, nos animamos.
Un escritor francés de principios del siglo XX decía algo así como que «el poder del Estado no es solamente coerción sobre las personas, sino que también se basa en fuerzas ficticias, de ilusión». Este autor, se estaba refiriendo a lo que podríamos llamar esa especie de pulsión de expectativa o esperanza, casi básica en la vida de las masas. Algo así como la necesidad de creer para poder seguir adelante. Eso ocurre casi invariablemente con cada nuevo gobierno electo bajo las condiciones de la democracia capitalista.
A la vez, esas ilusiones tienen que tener sostén material en la realidad para operar como recurso de control social, de descompresión política. Lo que quiero decir es que, tienen que corresponderse en parte con resultados de las acciones concretas de ese gobierno, con el tamaño de la expectativa creada, por lo menos de forma parcial. Esas ilusiones, bajo el sistema capitalista son siempre exageradas, artificiales, falsas. Con el desarrollo de la crisis crónica de la sociedad burguesa, en países como el nuestro, eslabón subordinado, además los márgenes para alimentar esas ilusiones son todavía más estrechos. Chile o Colombia, hace seis meses eran pilares de estabilidad neoliberal. Hoy son los factores más avanzados del desequilibrio político para el imperialismo en el continente.
Así ocurre, y por la naturaleza crónica de la crisis del sistema, cada vez de forma más recurrente. Lenin, constructor de partido, hizo de la desconfianza un arma de la revolución: en Las Tesis de Abril (1917), reorientó a los bolcheviques impresionados por la «apariencia» progresiva de un gobierno en esencia burgués, y enseñó el arte de «la delimitación política», la intransigencia y a la vez, de la paciencia y la constancia. Salvando todas las distancias, estos son nuestros puntos de partida y referencias.
Desconfianza 1: matriz productiva
Alberto Fernández promete crecimiento, desarrollo y reactivación de la economía. En síntesis: garantizar trabajo, capacidad de consumo de masas y un nivel de ingreso de necesidades básicas cubiertas. Sin embargo, el camino que elige en ningún país capitalista semicolonial tuvo como resultado el horizonte prometido:
- Para proteger el trabajo: en lugar de prohibir los despidos por ley con amenaza de sanciones expropiatorias a los patrones, se establece por «180 días» la doble indemnización. Esto significa encarecer un poco los despidos, no garantizar por ley que no sucedan.
- Para «encender» los motores de la economía: habilitar legalmente condiciones de precarización laboral mayor en emprendimientos como Vaca Muerta; liberar totalmente la fuga de capitales a sus casas matrices y, como en el caso de la megaminería contaminante, directamente abolir todas las leyes de protección socioambiental (leyes provinciales que protegen el agua contra el uso de cianuro o mercurio e incluso la Ley de Glaciares). Un dato más: esas modalidades de producción por su alta tecnificación, casi no incorporan fuerza laboral. Por ejemplo, la explotación de litio en el Noroeste del país, no supone una gran reactivación laboral, sino exclusivamente la «ilusión» por algunos meses hasta la construcción de la planta megaminera. Después, las máquinas (más rentables) reemplazan a lxs trabajadorxs.
Por este camino, lo único que se reactiva y refuerza, es el saqueo nacional y la depredación socioambiental. Entonces, ya tenemos un primer fundamento para ser desconfiados.
Desconfianza 2: deuda, FMI
Acá la promesa como orientación política sería «honrar los compromisos de pago, sin ajustar» o en otra versión sería «pagar deuda, pero primero crecer». Frente a esto, señalamos lo siguiente:
- Primero, ¿en qué medida son «compromisos» nuestros, de la gente? ¿No denunció en campaña electoral AF que la deuda del macrismo era una «estafa para beneficiar a su círculo? Entonces: ¿por qué reconocer esa estafa?
- Segundo, el mecanismo de la deuda arranca con la dictadura genocida. Hay fallos judiciales como el de la Causa Olmos (2000) o jurisprudencia internacional como la Doctrina de las deudas odiosas para invocar. ¿Ninguno de esos recursos va a evaluar el nuevo gobierno para respaldar una política soberana frente a la usura?
- Tercero, supongamos que la línea de «crecer primero» resulta, y la economía se reactiva y genera recursos, ¿es lo prioritario para una estrategia de desarrollo independiente invertirlo en el FMI o los bonistas privados?
En resumen: toda la política en materia de deuda externa tiene como punto de partida, pagar o pagar. Esa decisión, siempre hundió a los países. Como contraparte: los países capitalistas que despegaron en algún momento, tomaron la decisión soberana de romper con toda extorsión usurera del imperialismo. Claro, para eso se requiere desenvolver una potente movilización social en apoyo. En fin, nuestra desconfianza entonces, radica en la política subordinada al FMI con otra «táctica» distinta al macrismo pero con la misma estrategia: pagar sí o sí.
Desconfianza 3: derechos colectivos e individuales
En este punto, queremos ir directo al grano.
- Aborto, ESI, Estado Laico: se trata de causas casi del siglo pasado. AF las levantó (aborto legal) de forma errática y efectista. Fue y vino. En su larguísimo discurso de asunción habló de «género» y no mencionó la palabra «aborto». Lo que sí hizo, fue reivindicar al Papa. Y su esposa viajó a recibir la «bendición» del Vaticano. ¿Somos exageradamente desconfiadxs? No, para nada. Corroboramos datos: las presiones del lobby clerical son decisivas. Y AF necesita de «las iglesias» para asegurar su integración al Consejo Económico y Social, la superestructura del «pacto social».
- El espionaje estatal: el secretismo, la injerencia en la vida de organizaciones sociales y políticas, el chantaje a opositores, es una modalidad y «logística» de la política burguesa, tradicional. Todxs cuestionan a los «servicios», pero ninguno levanta la única salida de fondo: desmantelarlos. AF tampoco. Promete «intervenir» la AFI. Cosmética pura, la verdad.
- Justicia «independiente»: prometió mandar un «paquete de leyes» sobre este punto. Ninguna con una orientación reformadora en serio, es decir, planteando la elección directa y popular de jueces y fiscales; el mandato limitado a cuatro años y la eliminación de privilegios materiales.
En fin: no nos queda más que desconfiar, con razones de sobra.
Etapa preparatoria y acumulación política.
Ser revolucionarix es ser paciente, aunque activo y muy constante. Ahora con el nuevo gobierno, la clave es explicar que no tenemos ninguna confianza. A la vez, organizar las fuerzas propias para una rápida evolución de los acontecimientos. A la izquierda de AF, por la naturaleza de su coalición solo hay trotskismo, izquierda anticapitalista y socialista: el MST y el FIT-U. Nos preparamos para que Argentina sintonice con lo más avanzado de la lucha de clases en el continente.
Y entonces, si la política se traslada del «palacio a las calles» ahí definen otras fuerzas. Claro, depende del rol que asumamos en el campo de la izquierda. Tenemos debates también en este punto, en las páginas centrales se desarrollan. Mientras tanto, el MST no le tiene miedo a remar a contracorriente, a ser minoría temporal. Estamos sembrando influencia, vamos ganando inserción entre lxs trabajadorxs, la juventud y los sectores populares. Hacemos de la sospecha un método, de la independencia política de clase, un principio. Tenemos programa alternativo. Seguimos construyendo y nos preparamos para rápidas aceleraciones de la situación. Esa es nuestra hipótesis. Los de arriba le tienen pánico a «Chile» o «Colombia». Nosotrxs, festejamos esas revoluciones y las miramos como nuestro espejo.
Mariano Rosa