La muerte por desnutrición de tres niños en Salta colocó en toda su magnitud el flagelo del hambre en nuestro país. A su vez, aceleró la oficialización por parte del gobierno de su anunciado Plan «Argentina contra el Hambre»
Según el INDEC la pobreza en nuestro país es del 35,4%, es decir, hay 14,4 millones de personas pobres. Y el 7,7% de la población vive en la indigencia. En ese marco, nadie puede permanecer indiferente. El gobierno intenta mostrarse con iniciativa, y apela a la «herencia recibida». Pero si bien es cierto que Macri elevó la pobreza, produciendo 4 millones de nuevos pobres, a razón de un millón por año, no es menos cierto que durante la década K y con tasas de crecimiento «chinas», la pobreza no bajó nunca del 20%.
Se trata de un problema estructural, por eso no alcanzan las políticas asistenciales. Ni las que implementó en su momento el FPV, ni las de Cambiemos, ni las que ahora impulsa AF. Son medidas que a lo sumo logran paliar la delicada situación de algunos sectores, pero dejan millones afuera y no resuelven el problema de fondo.
El plan de Alberto: un paliativo limitado y más precarización
El plan de AF implica una inversión de 60 mil millones de pesos, el equivalente al 1% de los vencimientos de deuda que debe afrontar este año, demasiado poco para definirlo como una prioridad.
Sus principales medidas son la implementación de una tarjeta alimentaria y el desarrollo de la «economía social».
Tarjeta Alimentar: se trata de una asignación a madres y padres con hijxs de hasta 6 años que reciben la AUH, embarazadas a partir de los tres meses y personas con discapacidad que reciben la AUH. Recibirán un monto mensual de $4000 para comprar alimentos.
Incluso como paliativo es una medida limitada, ya que deja a millones de familias vulnerables sin acceso a la misma (lxs que tienen hijxs mayores de seis años, casi el 70% de beneficiarixs de la AUH) y el monto asignado equivale a algo más de $130 diarios: ni para un kg de carne.
Economía social: Detrás del eufemismo de «economía social» se esconde la precarización del trabajo. En vez de crear empleo genuino se generaliza el trabajo precarizado a través de los planes sociales. Esta modalidad ya fue aplicada en el gobierno de CFK a través del Plan Argentina Trabaja, por el cual lxs beneficiarixs de planes sociales realizaban tareas de mantenimiento y arreglos en espacios públicos. El gobierno de AF «vuelve a las fuentes» a través del Plan «Argentina hace», e impulsando la organización de beneficiarixs de los planes en cooperativas de trabajo y producción en cinco áreas: construcción, textil, producción de alimentos, reciclado y cuidado.
Por supuesto sería un gran avance incorporar a millones de desocupadxs al trabajo y la producción. Pero el gobierno no lo hace generando puestos de trabajo genuino, sino utilizando «mano de obra precarizada»: planes sociales ya asignados. Esta política de legalización de la precarización laboral, que perjudica al conjunto de lxs trabajadorxs (ocupadxs y desocupadxs) cuenta con el lamentable aval de la flamante UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular).
Las causas del hambre
Alguna vez, CFK admitió que Argentina produce alimentos para 400 millones de personas, más de 10 veces su población. La conclusión es obvia: el flagelo del hambre no es porque falten alimentos, sino por la manera de producir, distribuir y comercializar. Y esto es consecuencia directa de un sistema en que todo, incluida la alimentación de la sociedad, está al servicio de la ganancia de unos pocos.
Por ejemplo, se exportan alimentos por millones de dólares mientras en las góndolas no los encontramos o lo hacemos a precios impagables.
Así, en un país que es productor de lácteos no hay leche en los supermercados. Producimos carne pero comer asado es un lujo porque se vende la carne a precio de exportación. Compramos el pan a precios exorbitantes porque el valor de la harina se fija por el precio en dólares del trigo.
A esto se suman la inflación, la desocupación, la precarización laboral y demás flagelos a los que nos somete el capitalismo y que deja a millones sin el derecho básico a la alimentación. Por eso no puede haber una solución real al problema del hambre sin dar vuelta la tortilla, sin atacar los problemas de raíz.
Propuestas de emergencia hacia una salida de fondo
La grave situación actual exige medidas de emergencia mientras avanzamos a una salida de fondo: acabar con un sistema que, como decía Marx «genera riqueza en un polo de la sociedad y miseria en el polo opuesto».
- Suspender inmediatamente los pagos de la deuda externa. No se puede terminar con el hambre si se destinan los principales recursos del país a pagar una deuda ilegítima. Como dijo Cele Fierro: «el FMI se lleva por minuto la comida de 50 mil pibes por día».
- Aumento de salarios, jubilaciones y planes sociales: salario mínimo que cubra la canasta familiar y 82% móvil.
- Creación de empleo: plan de obras públicas, prohibir despidos y suspensiones, nacionalización de empresas que cierren. Mientras, apertura de todos los programas sociales para incorporar a nuevxs beneficiarixs.
- Medidas antiinflacionarias: Eliminar el IVA de la canasta familiar. Precios máximos con control social. Aplicar la Ley de Abastecimiento al que incumpla. Esa ley prevé multas millonarias, clausuras e inhabilitación a quienes: «a) elevaren injustificadamente los precios o tuvieren ganancia abusiva, b) acaparen materias primas o productos, c) intermediaren innecesariamente en la distribución y comercialización, d) redujeran la producción o no la incrementen habiendo sido intimados.» Para asegurarlo, formar comités de control de precios y de abastecimiento popular.
- Nacionalización del comercio exterior: Así, el estado tendrá la potestad de decidir qué se usa para consumo interno y qué se puede exportar de acuerdo a las necesidades populares.
Los recursos para implementar estas medidas se pueden conseguir fácilmente: suspendiendo el pago de la deuda externa, cobrando altos impuestos a las corporaciones y a la renta financiera, y eliminando los subsidios a las privatizadas. Los socialistas del MST no vemos ningún impedimento para garantizar el acceso a la comida necesaria y sana para toda la población, junto con erradicar la pobreza. Lo se necesita es voluntad política.
¿Combatir el hambre con quienes lo provocan?
Para impulsar su plan, AF formó el Consejo Federal Argentina contra el Hambre. Junto a algunas figuras de DDHH y mediáticas encontramos presencias más que significativas:
Antonio Aracre, presidente de Syngenta (multinacional productora de semillas y agroquímicos); Funes de Rioja, de Copal (Cámara de alimentación); José Martins, de la Bolsa de Cereales, Mario Ravettino, del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina y Dardo Chiesa, de Confederación Rural Argentina.
Es decir que AF nos propone combatir el hambre con quienes lo provocan. Como dijo Cele Fierro: «Es inútil pedirles a los grandes empresarios que remarcan precios, fugan capitales y precarizan el trabajo que ahora nos ‘ayuden’ a salir de la crisis que generaron».
Con promesas no se come
Mientras el gobierno hace campaña mediática con su plan contra el hambre, los comedores que atendemos las organizaciones sociales no hemos recibido, desde la asunción de AF, la comida necesaria para sostener la magra y lastimosa economía a que nos someten los gobiernos capitalistas. Ahora nos piden que para empezar a organizarlo seamos las organizaciones las que decidamos a quienes les llega primero, ¡indignante! Como si la crisis y el hambre no afectara a todxs por igual.
Desde el MST Teresa Vive, como ya dijimos, no vamos abandonar la calle. Necesitamos la más amplia unidad de todos los movimientos sociales independientes para ganar las calles exigiendo que no falte la comida, trabajo genuino e independencia de los intendentes en los programas sociales.
Mónica Sulle y Martín Poliak, MST «Teresa Vive»