Dos procesos potencialmente anti-sistémicos tienden a converger: la movilización climática internacional y la resistencia de los pueblos en Argentina al modelo capitalista-extractivo.
Son dos fenómenos que tienden a unificarse, a retroalimentarse por la acción depredatoria del capital en una época de decadencia planetaria. Greta y el movimiento de protesta juvenil, internacionalista es una cara de la otra ola verde, la socioambiental. La masividad de respuestas sociales como en Mendoza o Chubut, en defensa del agua y en rechazo a la megaminería, son la refracción particular en Argentina de esa otra ola verde: la defensa social de los bienes comunes, empezando por el agua. Por lo tanto, tenemos entonces dos fuerzas objetivamente rivalizando: el movimiento climático internacional y la acción de lucha de pueblos como el nuestro; y del otro lado un verdadero plan de guerra capitalista. Y no se trata de afiebradas teorías conspirativas.
Por el contrario: nuestra valoración deriva del análisis del capitalismo en esta etapa, intentando salir de la larga depresión desde 2008 con más explotación y precarización laboral; con más doble opresión patriarcal y en simultáneo, más captura de bienes comunes concebidos como “recursos naturales” para bajar costos de producción-reproducción.
Esa dinámica planetaria y regional, explica el aumento de las emisiones de CO2 y el reforzamiento de la política extractiva en la región. En simultáneo, es el fenómeno material que está en la base de todas las ideologías falsas con las que la superestructura político-mediático-sindical-académica intenta dar cobertura a esa orientación para la minoría que manda. Lo explicamos mejor abajo.
Con Greta contra Trump
Hace pocos días se realizó la Cumbre de Davos. En la agenda se coló, claro, “el eje verde”. No es para menos: la COP25 fracasó en su origen (la corrió la revolución chilena a Madrid, de apuro) y obviamente, no asumió ningún compromiso. A la vez, fue un año no solo de revoluciones, sino también de crímenes socioambientales de proporciones:
- Los incendios de la Amazonía, en territorio del negacionista Bolsonaro y el progresista Evo Morales.
- La catástrofe en Australia, con el primer ministro Morrison, otro fanático de los combustibles fósiles y lobbysta de las corporaciones del carbón.
En ese contexto, y con la joven Greta sintetizando un movimiento de masas juvenil objetivamente anti-capitalista, Davos tuvo que incluir “el debate verde” en su agenda. Obviamente, solo sirvió para oponer dos realidades: la de los pueblos –en especial la juventud que se moviliza y lucha-, y la de los lobbystas de las principales empresas y gobiernos contaminadores del mundo.
El cuadro completo presenta, por un lado, los pronósticos científicos que ratifican la urgencia en reducir por lo menos a la mitad la emisión de gases de efecto invernadero en los próximos 10 años. Por otro, los mandamases del capital, sintetizados en Trump que imputa al movimiento socioambiental de protesta el carácter de “socialista radical”. En fin: dos fuerzas antagónicas.
El “Green New Deal”, versión progresismo argentino
Sería largo discutir las diferencias entre el macrismo y la actual coalición de gobierno. Lo que nadie puede negar, es la identidad total en lo que refiere a la defensa activa (de clase digamos) de la matriz capitalista extractiva de parte de todos: macristas, kirchneristas e integrantes del oficialismo. AF fue categórico: habló de los “motores de la economía argentina” refiriéndose al fracking y la megaminería. Resaltó en repetidos encuentros empresariales la vocación por asegurar en la Patagonia la explotación minera del oro y la plata. Las primeras medidas del oficialismo actual fueron:
- Bajar retenciones a mineras y petroleras.
- Poner al comando de la secretaría de minería a un personero de la Barrick (sanjuanino, claro), Hensel.
- Intentan modificar todas las leyes que protegen el territorio y el agua en Mendoza y Chubut.
AF explicó que la minería era una “actividad primordial” para su gobierno y designó un banquero-economista a negociar los términos del saqueo en Vaca Muerta –el massista, Nielsen. La acción multitudinaria del pueblo mendocino derrotó en las calles, la componenda político-legislativa del gobierno radical de esa provincia y el kirchnerismo. Ambos fueron totalmente acorralados por la movilización masiva. Este proceso marca un punto de quiebre, y abre una nueva etapa en la lucha anti-extractiva en el país.
La respuesta defensiva, improvisada e inconsistente, del que se dice arquitecto del modelo económico de AF, Matías Kulfas, fue hace dos semanas cuando dijo que estaban diseñando para Argentina un “Green New Deal”. Claro, a renglón seguido explicó que el eje del modelo era… Vaca Muerta y la megaminería de litio en el NOA. La chapucería del progresismo productivista no tiene límites. Kulfas alude a la falsa ideología de keynesianismo ecológico, popularizada por la diputada Ocasio-Cortez de EEUU, que plantea una reconversión capitalista a energías limpias con subsidios estatales…Utopía reformista, sin salida. En fin: lo decisivo es que el proceso de lucha socioambiental se reactiva y va a ser parte del paisaje político del país en los próximos años. Ese desafío demanda una orientación desde la izquierda. Nuestro aporte entonces.
Salir del extractivismo: hay plan B.
La matriz extractiva es la forma de producción capitalista de la etapa actual en la región. Por lo tanto, su sustitución no se puede separar de un programa de cambios que tiene aristas sociales y políticas también. El contenido es de naturaleza anti-capitalista, irremediablemente.
Otra matriz de energía: prohibir fracking y megaminería. Promover el desarrollo estatal con control social de la energía solar, eólica y mareomotriz. Ese vector productivo tiene un enorme campo de desarrollo en Argentina (por su geografía y condiciones), y a la vez, requiere una carga intensiva de fuerza laboral humana.
Soberanía alimentaria, sin agronegocio. La agroecología, es decir la producción basada en semillas no-transgénicas, en el uso de fertilizantes no agro-tóxicos, tiene probada eficiencia en volúmenes de rindes por hectárea. Hay que declarar todo el latifundio concentrado en los pooles de utilidad social y planificar una reforma agraria a gran escala.
Reorganizar todo el espacio público, sin cementación especulativa. Las ciudades son un campo de negocio para las grandes desarrolladoras inmobiliarias asociadas corruptamente a los partidos tradicionales de gobierno y oposición. El espacio público es un bien común, por lo tanto, nuestra propuesta es reforzar los pulmones verdes y espacios de recreación-esparcimiento, desmercantilizados.
Educación socioambiental integral, una ESI “verde”. A todo nivel hace falta incorporar en la formación obligatoria una perspectiva socioambiental opuesta a la culpa individual, al capitalismo verde y todas las falsas ideologías anti-científicas del capital.
Reconversión laboral-profesional. Toda rama productiva contaminante que se prohíbe, requiere una reubicación laboral para el personal afectado. Nuestra visión, desde la clase obrera y como socialistas, es que el Estado tiene que asegurar la continuidad salarial en la transición y a la vez reconvertir profesionalmente toda esa enorme cantidad de fuerza productiva.
A estas medidas, de carácter inmediato y transicional, es imprescindible acompañarlas de otras: como la estatización del sistema financiero y el comercio exterior, para concentrar todos los resortes de la economía; suspender el pago de la deuda, y disponer de recursos; expropiar todo el circuito hidrocarburífero, para iniciar la transición; asegurar derechos democráticos básicos desmantelando el patriarcado, la democracia de castas y garantizando formas de participación directa para la movilización y el control social. Obviamente, también la democratización mediática, aboliendo la propiedad privada capitalista de los medios de comunicación de masas, es central y su reemplazo por un modelo con espacios para la intervención de todas las corrientes de opinión.
Esta aproximación, es apenas un esquema. Pero como se ve, cuestiona los pilares del sistema actual y plantea un desafío: luchar por otro poder, otra matriz de producción, otra democracia. En definitiva, se necesita una reorganización estructural de toda la sociedad. El desalojo del poder capitalista de todos sus representantes, y a la vez, crear una nueva forma de organización social sobre bases nuevas (que incluyen una relación amigable y racional con la naturaleza), plantea una planificada y sistemática lucha política, militante y a gran escala –incluso regional e internacional. Por eso, en simultáneo a la movilización es central construir una fuerte tendencia ecosocialista en el movimiento de lucha actual. Esa perspectiva nos ordena, nos motiva y orienta la actividad de la Red Ecosocialista y el MST.
Mariano Rosa