La economía mundial venía en crisis desde hace años, entrando en una nueva recesión, y el coronavirus la agravó y la aceleró. En cambio, analistas burgueses pretendían mostrar un capitalismo saludable, que la pandemia descalabró. Si bien ese debate sigue, aquí vamos a abordar la coyuntura y nuestras propuestas para salir de la crisis.
Escribe: Gerardo Uceda
Hace unos días Kristalina Georgieva, titular del FMI, reconoció que el mundo está «técnicamente» en recesión. Su mensaje nos exime de dar datos que sobreabundan. Lo que discuten en las altas esferas capitalistas es cuán profunda será esa recesión, cuánto durará y qué medidas tomar para salir ellos lo más rápido posible de la misma.
Como ellos sólo pretenden salvar sus ganancias, su respuesta es sencilla: salvar a las empresas y bancos con toneladas de dólares, volver a la producción, intentar reactivar el consumo y poco más. Lógicamente tienen matices, desde los que opinan como Bolsonaro o Trump que los mayores se tienen que dejar morir en masa y los trabajadores ir a trabajar aunque mueran, hasta otros que disimulan sus verdaderas intenciones viendo cómo salir de las cuarentenas y figurando preocupación social con algunos paliativos. En realidad la solución es otra: dar subsidios masivos y alimentos a toda persona que lo necesite hasta que se pueda superar la pandemia, a costa de gravar fuertemente a los ricos. Desde ya, ni unos ni otros aceptan afectar a su propia clase.
La coyuntura nacional
La economía de nuestro país ya estaba en una fase pre-terminal, con 12 años sin crecimiento y más de 2 años de recesión continua. La deuda externa es impagable, cercana al 100% del PBI, y con vencimientos acumulados en los próximos dos años imposibles de afrontar.
Alberto buscaba negociar cómo pagar todo, aunque antes en su campaña criticaba la fuga de capitales permitida por Macri. Sólo le pedía al FMI poder «crecer para pagar». Apenas mencionaba alguna quita y apostaba a estirar los plazos de pago.
Mientras el riesgo país se fue a las nubes y se derrumbaba el valor de los bonos argentinos hasta menos del 20% de su valor real, empezaban las rondas de negociaciones por la deuda pero cuando el mundo se tiñó de coronavirus, cambió todo. Fernández aprovechó la oportunidad para decir que su gobierno priorizaba la salud por sobre la economía y cosechó algunos puntos de rating con esta posición, frente a la del impresentable Bolsonaro y otros. El riesgo país ya no le interesaba a nadie y las negociaciones de la deuda pasaron a un segundo plano.
Pero la economía es tirana, las ventas de todo lo que no sea alimentos y alcohol en gel se desplomaron, ni el petróleo a precio de liquidación logra hacer funcionar las fábricas y la caída del PBI en vez de ser del 1,3% llegará al 4.5% o más. Con una recuperación incierta para dentro de al menos dos años.
La cuarentena obligatoria como única llave maestra ha generado un sinfín de complicaciones en el plano económico y AF lo sabe. Con casi un 50% de trabajo informal, millones no comen si deben quedarse en su casa sin trabajar. El aumento de la conflictividad social desvela al gobierno. Las empresas reclaman subsidios, rebajas de impuestos o amenazan con cerrar y ya despiden o suspenden. Las grandes como las automotrices como GM, que podrían pagar cuatro años de sueldos sin perder, rápidamente acordaron con SMATA bajarlos un 30-40% y ya amenazan con despidos y suspensiones masivas. La recaudación fiscal se viene a pique y los gastos públicos subirán por la pandemia.
Las medidas del gobierno
Son claramente insuficientes, tanto en el plano sanitario como en el social y económico. Aunque correcto, centrar en la cuarentena sólo trata de ralentizar la curva de contagio y enfermos para que nuestro deteriorado sistema de salud pueda absorberlos. Sin embargo ya con menos de mil casos sobran los ejemplos de falta de insumos, que van desde barbijos y guantes hasta respiradores y kits para testeos. Imaginemos lo que pasará si los contagios alcanzan la magnitud de España o Italia…
Los subsidios de $ 10.000 al mes están pensados para unos 3,5 millones, pero lo han pedido casi diez millones de personas y no alcanza ni para comer 15 días. El bono extra de $ 5.000 por mes para los trabajadores de la salud parece una broma macabra, en la que los mandan a atender sin la protección adecuada con una limosna en el bolsillo durante cuatro meses. Tampoco alcanza con postergar los pagos de impuestos y servicios o congelar los alquileres por 180 días. Si realmente estamos «en guerra contra el virus», entonces pongamos todos, absolutamente todos, los recursos económicos del país al servicio de derrotarlo y proteger al pueblo.
Propuestas socialistas
Ya no somos sólo desde la izquierda, sino también el director de la OMS o el ex ministro Rubinstein los que afirmamos que la cuarentena no alcanza y que para salir de la misma y tener un panorama real del espectro completo del contagio hay que realizar test masivos, para focalizar los recursos en los contagiados y poder liberar con mayor seguridad a los que no. Dicen que llegaron 31.000 test, cuando Alemania testea 160.000 por semana. También hay que unificar toda la salud, pública y privada, en un sistema único bajo control estatal para optimizar los recursos, triplicar el presupuesto en salud para que no falten los insumos, etc.
Y desde el punto de vista económico, hay que suspender todo pago de la deuda, prohibir de verdad los despidos y suspensiones, con expropiación bajo control obrero de las empresas que incumplan. Sostener el 100% de los salarios de cada trabajador/a. Y asignar un verdadero subsidio que cubra la canasta familiar a toda persona que trabaje en forma precarizada o cobre un plan social o jubilación. Hay que aplicar la ley de abastecimiento que impida el acaparamiento y desabastecimiento en los súper y controlar los precios máximos. Renacionalizar ya todas las empresas de servicios para que el Estado pueda suspender las facturaciones y cortes que siguen produciendo las privatizadas. El dinero para afrontar estos gastos saldrá no sólo del no pago de la deuda externa, sino de impuestos progresivos a las corporaciones que vienen haciéndose cada vez más ricos mientras el pueblo y el país se empobrecían. La magnitud de la catástrofe económica por la pandemia no deja lugar a medias tintas.
Despidos: teníamos razón, pero el DNU no alcanza
Cuando desde la izquierda proponíamos prohibir los despidos, desde el gobierno y el Frente de Todos nos decían que era imposible, utópico, infantil y otras descalificaciones. Pero la bronca popular que generó el anuncio de 1.450 despidos en Techint obligó a AF a dictar preventivamente su DNU 429, que prohíbe los despidos y suspensiones por dos meses. O sea, teníamos total razón en nuestra propuesta, que la crisis y la bronca volvieron «posible». El problema es que el flamante DNU tiene más efecto mediático que real:
1) En vez de ser sólo por 60 días, debería ser retroactivo al inicio de la pandemia y mantenerse hasta salir de la crisis económica recesiva.
2) Al no incluir ningún mecanismo de protección inmediata del trabajador ni ninguna sanción a la empresa que incumpla, muchas despedirán igual y así obligarán a ir a juicio, o sea a esperar meses sin cobrar y sin ninguna garantía de cobrarlo.
3) Al excluir de la prohibición a los despidos relativos al art. 223 bis de la Ley de Contrato del Trabajo, deja librados a los trabajadores a los pactos entre la patronal y la burocracia sindical.
4) Aunque los considerandos del DNU hablan de la «seguridad de los ingresos», no prohíbe las rebajas salariales, mecanismo que están usando muchas patronales para descargar los costos de la crisis sobre la clase trabajadora.
Debemos seguir reclamando una medida de emergencia laboral, para defender en serio y de manera efectiva los puestos de trabajo.
Pablo Vasco y Guillermo Pacagnini