Escribe: Luis Meiners, LIS EEUU
El 8 de abril Bernie Sanders anunció el final de su campaña y, unos días después, realizó una videollamada pública junto a Joe Biden anunciando su apoyo a este último, quien es ahora de hecho el candidato del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales de noviembre. El final de una carrera presidencial, que marcó los últimos 5 años de la política estadounidense, abre importantes debates dentro de la izquierda en torno a la estrategia y la táctica para los socialistas en Estados Unidos. En este artículo queremos hacer un primer aporte a estos.
La candidatura de Sanders llega a su fin cuando la crisis detonada por la pandemia de Covid-19 sacude los cimientos de EEUU. Paradójicamente, termina cuando sus propuestas, como el seguro médico universal, adquieren creciente relevancia y apoyo social. El movimiento al cual se refiere en sus discursos no fue convocado a debatir esta decisión ni los pasos por delante.
Tras un prometedor inicio de Sanders en las primeras primarias del año, incluyendo un contundente triunfo en el estado de Nevada, el establishment demócrata cerró filas detrás de Biden. Después del supermartes su camino a la nominación quedó prácticamente clausurado. Con la crisis del Covid-19 avanzando, la presión del régimen para que Sanders bajara su candidatura y allanara el camino de Biden fue en ascenso. Hasta que éste finalmente cedió. El Partido Demócrata prefirió cerrar filas detrás de un candidato neoliberal y acusado de abuso, que además no despierta entusiasmo, con tal de cortar el paso de Sanders.
Este resultado era esperable, es parte del carácter de clase del Partido Demócrata. Sin embargo, sus efectos sobre los debates dentro de la izquierda son mayores que hace 4 años. En aquel momento, el horizonte de las elecciones 2020 a las cuales Sanders podría llegar con mayor reconocimiento, estructura y financiamiento, cubría debates estratégicos con una perspectiva de resultados rápidos. Ante la ausencia actual de esta posición, los debates se tornan urgentes.
Triunfalismo, derrota y giro a la derecha
Luego del triunfo en Nevada, la revista Jacobin (vinculada al DSA y la corriente Bread and Roses) publicó una nota que proclamaba triunfal «Ahora es el Partido de Bernie»(1) en referencia a los demócratas. Sus autores analizaban cómo la campaña de Sanders estaba construyendo una coalición con la fuerza suficiente para derrotar a Biden y ganar la presidencia.
Este postulado tenía una conclusión clara: no es necesario, ni deseable en el presente, construir un partido político independiente de los demócratas. Así, la política del «dirty break» (ruptura sucia), iba dejando paso a la idea del «surrogate party» (partido sustituto). La primera argumentaba el apoyo a la candidatura de Sanders como una herramienta para organizar la masa crítica necesaria para la construcción de un partido político de la clase trabajadora, con la ruptura con los demócratas en un horizonte próximo (aunque en algunas de sus versiones, pospuesto hacia un futuro incierto). La idea del «partido sustituto» en cambio, postula, propone una organización «independiente» estructurada en torno a la tarea de postular candidatos utilizando la boleta del Partido Demócrata.
La derrota del supermartes profundizó esta concepción aun cuando el peso del establishment demócrata mostró los límites de una estrategia centrada excluyentemente en postular candidatos a través de su boleta. Dustin Guastella, uno de sus principales voceros, exponía como orientación: «las organizaciones post-Bernie necesitan combinar sus esfuerzos y unirse en torno a determinadas carreras legislativas estatales y del Congreso para comenzar a construir un verdadero bloque de legisladores. Esto es factible, pero requiere rechazar la fantasía de que ahora es el momento en que todos nos lanzamos al trabajo de construir un tercer partido o a la actividad de protesta militante (…) La boleta demócrata nos da legitimidad y acceso a una base de masas, y no podemos permitirnos abandonar la táctica de usarla porque estamos molestos con el partido».(2)
La orientación, entonces, es conquistar espacios legislativos. Para ello es necesario abandonar la construcción de un partido independiente de los demócratas, y evitar «lanzarse a la actividad de protesta militante». No es de extrañar que esa nota termine convocando a enfocarse en un programa de reivindicaciones económicas inmediatas, abandonando los aspectos mas radicales.
El final de la campaña de Bernie profundiza estos debates. En distintos balances publicados por Jacobin resaltan expresiones como «no contamos con la fuerza para dejar de usar la boleta demócrata en un tiempo cercano»(3), y propuestas de orientación focalizadas en elegir «nuevos Bernies» al congreso y el senado, utilizando por supuesto la boleta demócrata, para poder volver a disputar electoralmente a nivel nacional en unos 20 años. Connor Kilpatrick, argumenta que allí deben estar las esperanzas del movimiento y no en «locos esquemas de rupturas apocalípticas».(4)
Estos debates tienen raíces profundas. Sus conclusiones políticas se desprenden de posicionamientos teóricos y estratégicos. No es casual que gran parte de esto haya estado precedido por un «revival» teórico-político de Kautsky. Defienden la idea de que en las «democracias capitalistas avanzadas» una revolución social no forma parte del horizonte de posibilidad, y la pelea por el socialismo asumirá la forma de una sucesión de rupturas democráticas parciales que combinen triunfos electorales con la movilización para defender las reformas que estos gobiernos impulsen.
Vistas desde este marco las elecciones son un terreno estratégico. Esto conduce a que toda la política se ordena por la posibilidad de ganar. Y todos los cálculos se hacen en base a eso. Ignorando por completo las estructuras de poder de clase que forman parte del ADN del estado capitalista. El éxito electoral, lejos de ser volcado organizativamente para construir una estructura independiente y transformar esa energía en una fuerza que se exprese en todos los terrenos de la lucha de clases de manera organizada, es visto como un camino al poder, y termina siempre requiriendo una serie de adaptaciones político-programáticas hacia la derecha con la finalidad de ganar la mayor cantidad de votos. La historia ha demostrado dónde termina esto.
Crisis, oportunidad y estrategia
La pandemia y la crisis económica han cambiado la experiencia concreta de vida de millones de personas. Hemos sido testigos de un creciente ciclo de protestas que tienen a la clase trabajadora como protagonista central. Podemos esperar que estos cambios tengan un impacto profundo y sostenido sobre la lucha de clases. La tendencia a la polarización social y política de la última década aumentará y veremos radicalización y luchas.
En este escenario los debates estratégicos son centrales. Así como nuestro horizonte no puede estar marcado por el calendario electoral y el Partido Demócrata, tampoco podemos sacar la conclusión de que toda táctica electoral se opone a la construcción estratégica. La izquierda revolucionaria tampoco puede relacionarse con los miles que pusieron expectativas en Sanders diciendo «te lo dije». Miles de quienes hoy protagonizan la lucha contra la crisis apoyaron e incluso participaron activamente de la campaña de Sanders. Muchos otros no. Tanto unos como otros son partes fundamentales de una construcción política estratégica que siente las bases para un partido de la clase trabajadora. Esta es la tarea del momento y no se puede seguir posponiendo.
1 After the Nevada Blowout, it’s Bernie’s Party Now por Dustin Guastella y Connor Kilpatrick;
22/02/2020; jacobinmag.com.
2 Where Do We Go After Last Night’s Defeat?
por Dustin Guastella; 11/03/2020; jacobinmag.com.
3 Bernie Supporters, don´t give up!
por Eric Blanc; 08/04/2020; jacobinmag.com.
4 We lost the battle, but we´ll win the war por Connor Kilpatrick: 08/04/2020; jacobinmag.com.