La extensión de la cuarentena, más allá de su carácter “administrado”, extiende al mismo tiempo la preocupación y las penurias de millones en el país. Está claro que debe sostenerse para garantizar la salud, pero está cada día más claro también que sin un programa de medidas sociales y económicas profundas, el peso central del esfuerzo cae sobre las espaldas de las mayorías mientras que un puñado de empresarios se aprovecha, como siempre. Por eso, desde el MST insistimos en varias medidas de emergencia para defender la salud y el bolsillo popular.
1. Prohibir despidos y garantizar salarios al 100% ¡de verdad!
Luego de que sus “retos televisivos” no surtieran ningún efecto con los empresarios que aprovechan la situación para ajustar, el gobierno emitió un decreto, muy limitado para prohibir despidos y suspensiones. Pero vía acuerdos entre la patronal y la burocracia sindical avalados por el Ministerio de Trabajo -como en el caso de Techint-, este decreto se viola a diario. Para hacer efectiva la prohibición de despedir, hay que aplicar una sanción inmediata a las empresas que no cumplan: pasan a ser del Estado, controladas por sus trabajadorxs y puestas al servicio de las necesidades sociales ante la pandemia como prioridad. Lo mismo con las empresas que rebajen salarios.
2. Salario universal de $ 36.000 actualizado por inflación.
El Ingreso Familiar de Emergencia recibió millones de solicitudes en pocos días, pero, además de ser de apenas $ 10.000, el gobierno aplicó restricciones que dejaron afuera a uno de cada tres solicitantes, por ejemplo, las familias donde hay más de un trabajador o trabajadora informal o monotributista. Lo que hace falta es un verdadero salario universal que se aplique a todos los casos que lo necesiten, incorporando inmediatamente a beneficiarios de planes sociales (quienes además completan su ingreso con changas que hoy no se pueden realizar).
3. Comida y artículos de primera necesidad para todos y todas.
La situación en los barrios más postergados es crítica, sin ingresos y con faltantes en la entrega de mercadería en todos los comedores comunitarios y escuelas. A esto se suma el salto inflacionario. Para garantizar que no falte nada en los hogares, lo que se necesita es decretar la disponibilidad pública inmediata de todas las empresas de alimentos y artículos de primera necesidad y un plan de reparto en todo el país coordinado con las organizaciones populares. El “control de precios” por los intendentes y gobernadores, socios de los grandes comerciantes no tiene sentido. Sólo el pueblo cuida al pueblo.
4. Recursos hay, que los pongan los capitalistas.
En una crisis como la actual se pone de manifiesto la impotencia del sistema capitalista para resolver las demandas de la mayoría. También se expone que buscan sacar tajada mientras millones la pasan muy mal. Por eso las medidas deberían ser profundas y firmes. Con solo afectar los intereses del 1% más rico se pueden obtener recursos para cumplir este programa de emergencia. Aplicando un impuesto a las grandes fortunas, recortando los privilegios de la casta política y suspendiendo los pagos de la fraudulenta deuda externa, se podría disponer de un presupuesto más que suficiente. Incluso, todas las empresas deberían producir en función de las necesidades que genera la pandemia. No pueden seguir como si nada. La vida y la salud de las mayorías valen más que sus ganancias.
Estos cuatro puntos programáticos, como el conjunto de medidas que proponemos en estas páginas, tienen la mira puesta en resolver las necesidades sociales por sobre los intereses del 1% de ricos y poderosos. La pandemia ha puesto en evidencia que ese sistema, el de ellos, está podrido y es decadente. Pensar y actuar para lograr un sistema distinto también es una tarea del presente. Por eso proponemos estos primeros pasos en el camino de un modelo diferente, socialista.