Escribe: Emre Güntekin, SEP Turquía
El 8 de abril, Bernie Sanders anunció en un breve video que abandona las elecciones primarias del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales de noviembre de 2020. Por lo tanto, el ascenso de Sanders, que comenzó previo a las elecciones presidenciales de 2016, ha llegado a su fin, si tenemos en cuenta su edad avanzada y la gran decepción entre sus partidarios.
Sanders anunció la suspensión de su campaña en momentos en los que las contradicciones del sistema salen a la luz. Cuando Estados Unidos se encuentra al borde de una crisis comparable a la Depresión de 1929 (mayor a 2008) con decenas de millones de trabajadores sumándose a las filas de desempleados; mientras colapsa el sistema de salud ante la epidemia de Covid-19 y se coloca como nunca su lema de “Medicare para todos”; mientras surgen grandes y pequeñas luchas de trabajadores contra patronales que los llevan a la muerte en todo el país; mientras las comunidades latinas y negras quedan desamparadas ante el Covid-19 y la popularidad del gobierno de Trump disminuye gradualmente. En resumen, en momentos en los que se resquebraja el “sueño americano”. Un pésimo momento para que se retire un “socialista”.
Por lo tanto, la decepción es más profunda que la que cualquier otra derrota puede causar. Sanders describió al número dos del gobierno de Obama, Joe Biden, quien allanó el camino de Trump a la presidencia, como “un hombre muy decente con el que trabajaré para hacer avanzar nuestras ideas progresistas: unidos, avanzaremos para derrotar a Donald Trump, el presidente más peligroso en la historia moderna de Estados Unidos”. Sanders suspendió la campaña y anunció que apoyará a Biden, tal como lo hizo para Hillary Clinton en 2016.
Esta situación muestra los verdaderos límites de Sanders y los socialistas democráticos de América, que han ganado una gran popularidad dentro del Partido Demócrata. Hemos visto muchas veces cómo el reformismo, que tiene su zona de confort sin riesgos en las elecciones, ha estado a favor de recuperar la estabilidad del orden y eliminar los peligros contra el sistema, especialmente en aquellos períodos en los que el curso de la historia se acelera y las contradicciones entre clases pegan un salto. No hay necesidad de ahondar en los compromisos de Sanders con el sistema capitalista. Sin embargo, en los últimos 20 años, muchas variantes reformistas han ocupado en gran medida la agenda de la clase trabajadora y, sin excepción, todas terminaron en profundas decepciones: a principios de la década de 2000, vimos los ejemplos de Chávez y Morales en América Latina. En Brasil, entre 2003 y 2011, el ex líder sindical Lula Da Silva llevó al PT al poder y luego Dilma Roussef ocupó el cargo hasta que fue derrocada por un golpe judicial en 2016. Sin embargo, esos 14 años produjeron la misma profunda decepción en los trabajadores brasileños. En 2010, la ira de las clases trabajadoras en Grecia, que había entrado en una profunda crisis económica, llevó a Syriza al poder. El resultado fue el mismo… En resumen, podríamos establecer un museo con los elementos políticos reformistas que se apoyan en los instrumentos jurídicos del sistema, utilizan los procesos parlamentarios, crean la ilusión de que pueden resolver las contradicciones sociales sin tocar el orden existente de la propiedad privada y las relaciones de producción capitalistas, y juegan el papel de salvavidas del sistema en tiempos de crisis.
Ha pasado más de un siglo desde que Marx declaró que la clase trabajadora no puede hacerse cargo del aparato estatal existente tal como es y usarlo para su propio beneficio. Sin embargo, como con todos sus pronósticos sobre el capitalismo, la conclusión de Marx mantiene plena vigencia. Una de las principales contradicciones de Sanders yace en esto. Los socialistas democráticos tenían un ingenuo optimismo sobre la posibilidad generar una transformación o escisión dentro del Partido Demócrata, un dispositivo de las clases dominantes estadounidenses, y que podrían llegar al poder a pesar del aparato del partido. Sin embargo, más allá de la oscura historia del Partido Demócrata, un proceso preelectoral de casi un mes demostró que esa estrategia no sería posible. Los extraños acontecimientos de la primera primaria en Iowa; la retirada de Pete Buttigieg y Amy Kloubuchar antes del Súper Martes (3 de marzo) para tributar a Biden, quien superó a Sanders en Carolina del Sur con el apoyo de los votantes negros el 29 de febrero; las intrigas de las élites del partido como Obama y Clinton; y la transferencia de fondos a otros nominados evidenciaron el deseo de la clase dominante de frenar a Sanders. De hecho, un multimillonario como Michael Bloomberg entró en la carrera electoral “por si acaso”. Sin embargo, en la primera etapa de las primarias, Sanders tomó la delantera durante el período de inflación de candidatos, y rápidamente dejó a Biden atrás. Incluso Trump se burló de la imagen débil y mansa del ex vice de Obama, llamandoló “perezoso Joe”.
Sanders se quejó de la apatía electoral entre los jóvenes, que se han convertido en su principal base de apoyo a lo largo de este proceso. En el artículo en el que evaluamos el Súper Martes, explicamos esto en detalle. La expectativa de Sanders era aumentar la participación de los jóvenes en el proceso. ¿Pero realmente ha luchado por eso? ¡Claro que no!
Sanders gozó de una serie de oportunidades que muy pocos en la izquierda pueden haber tenido en la historia. El cuadro a continuación ilustra esto con claridad. En Estados Unidos, donde el brote de Covid-19 alcanzó su punto máximo e hizo del país el nuevo centro de la pandemia, la tasa de desempleo juvenil aumentó del 7,7% al 10,3% en un mes. Eso no es todo 6,6 millones de personas sólo en la última semana, y 17 millones en las últimas cuatro semanas, han solicitado el seguro de desempleo. Este salto en la desocupación se colocó en la agenda de los medios de comunicación estadounidenses. Las clases dominantes están señalando el peligro del burbujeo en el fondo de la sociedad. En muchos sectores, hay predicciones de que las huelgas y acciones pueden extenderse. Las medidas políticas a tomar en un entorno tan extraordinario también deben ser extraordinarias. El liderazgo político debe hacer que la energía de las masas sea una palanca de sus objetivos políticos. En lugar de esto, Sanders esperaba que los jóvenes y las clases trabajadoras confiaran en un sistema electoral que no permite que surjan nuevas luchas.
En pocas palabras, el “Medicare para todos” de Sanders podría haber sido el punto de partida de una campaña efectiva que movilizara a la clase trabajadora contra el sistema de salud actual que colapsó ante la epidemia, incapaz de proporcionar los elementos de protección de la salud más simples. Sin embargo, ni Sanders ni los socialistas democráticos se apoyan en el poder de la calle para impulsar la movilización social. Esta es la razón por la cual Sanders no pudo mantener su impulso incluso ante un competidor de bajo perfil como Biden.
En los medios, especialmente la revista Jacobin, portavoz de los socialistas democráticos, los partidarios de Sanders afirman que la popularidad que obtuvo su campaña es más importante que su retiro de la misma. Pero se rindió sin luchar. Además de eso, ¡no dicen una sola palabra sobre el apoyo que da Sanders a políticos burgueses decadentes como Clinton y Biden!
Trump ya se frota las manos a la espera de enfrentar a su débil oponente. Tuiteó: “¡Bernie Sanders está fuera! Gracias a Elizabeth Warren. ¡De no ser por ella, Bernie habría ganado casi todos los estados el Súper Martes! Esto terminó justo como los demócratas y el DNC querían, igual que el fiasco de Hillary Corrupta. ¡La gente de Bernie debería venir al Partido Republicano, CAMBIEN!” Trump no puede ocultar su alegría, pero es obvio que la derrota de Sanders no se limita a su propia derrota.
La elección de Sanders podría haber creado una nueva ola mundial de entusiasmo con la izquierda y acelerado el declive de gobiernos populistas de derecha autoritaria como el de Trump. Pero en la fase histórica que atravesamos, es evidente que las clases trabajadoras necesitan más que conquistas parciales. Con el brote de Covid-19, se puede ver que el capitalismo, cualquiera sea la forma tome, arrastrará a la humanidad a una crisis existencial. Además, el sistema solo puede sobrevivir profundizando la desigualdad, convirtiendo el mundo en una zona de guerra global y empujando a miles de millones de personas al hambre y la miseria. El socialismo se convierte, ya no solo en un ideal, sino en un imperativo objetivo, más que nunca.
Trotsky enfatiza que en los años de crisis capitalista, procesos revolucionarios y fascismo de la década de 1930, la crisis histórica de la humanidad se redujo a la crisis de la vanguardia revolucionaria. La humanidad está al borde de una crisis histórica similar y el tiempo se está volviendo demasiado valioso para perderlo en sueños reformistas. En lugar de esperar opciones reformistas de izquierda como Chávez, Morales, Tsipras, Corbyn o Sanders, es hora de presentar una opción radical de izquierda que adopte la lucha de la clase trabajadora como arma y el marxismo como guía.