Cerrada la negociación con los bonistas privados, ahora es el tuno del Fondo Monetario. En setiembre empezaría de manera formal a negociarse la deuda de U$S 44.000 millones solicitados por Macri en 2018. No se trata sólo de términos, plazos e intereses, el tema es mucho más profundo. Lo que se viene es una vuelta más a la tuerca del sometimiento al imperialismo. El FMI volverá a tener potestad para revisar e intervenir en las cuentas públicas del país, supervisará planes económicos y por supuesto recomendará lo de siempre: mayor ajuste sobre los trabajadores y el pueblo.
Escribe: Gerardo Uceda
El gobierno no pudo festejar por mucho tiempo el acuerdo con los bonistas, del que terminamos pagando U$S 16.500 millones más. Si bien hay reuniones informales entre Guzmán y el Fondo, sería setiembre el mes en que empezarían las negociaciones formales en busca de un acuerdo de pagos con la entidad internacional.
Se espera para las mismas una tensa cordialidad, porque el FMI reconoce la voluntad de pago de AF para con los bonistas y eso lo satisface, y el gobierno reconoce que el organismo siempre lo apoyó en esas negociaciones. Para ellos, ambos ganaron: el Fondo porque lo sacó del papelón de haberle prestado a un país que después se declarase en default y el gobierno porque especula que si llegó a un acuerdo con los bonistas es probable que lo mismo logre con el FMI. Igualmente saben que será una tarea difícil, ya que de lo que se trata es de negociar un ajuste brutal y aditivo al que ya nos impusieron los privados.
El privilegiado de ayer y hoy
Kristalina Georgieva debe estar tranquila, la historia reciente con los gobiernos del PJ está a su favor. Su organismo fue el mimado del kirchnerismo que por más críticas que le dedicara Néstor, desde junio de 2003 hasta el 2006 le pagó U$S 13.212 millones, 9.800 en efectivo y en un solo pago. Aunque Kirchner nos dijera que con eso nos independizábamos de una vez por todas y para siempre de su yugo. Luego fue la propia Cristina presidente, la que reivindicó esos pagos, diciendo con verdad que ella era una «pagadora serial» y que eran «los que más le habían pagado al FMI», y nosotros agregamos que sí, que pagaron más que Menem, que Duhalde, que De la Rúa, que todos.
Hoy con Alberto esa situación de privilegio no ha cambiado. Al único acreedor que el actual gobierno no dejó de pagarle nunca, ni con la crisis ni con la pandemia, es al Fondo. Hace tres meses fueron U$S 329 millones y hace pocos días nuevamente le pagó otros U$S 305 millones que corresponden a intereses de la deuda contraída por Macri. Un verdadero escándalo cuando vemos que en casi 6 meses sólo logró pagar 3 cuotas del IFE a los más carenciados y los hospitales en Santa Cruz o Jujuy están colapsando por falta de infraestructura, camas y respiradores.
El PJ en el poder siempre hizo lo mismo, le propina críticas y amenazas de no pagarle, para congraciarse con la gente que, en un 70%, rechaza al FMI, pero en los hechos lo trata siempre con alfombra roja. Pagándole más, mejor y siempre. Este hecho histórico de la realidad no es un dato menor para presuponer cómo terminará esta negociación que se inicia en un mes por más fuegos artificiales que disparen, si es por el gobierno el resultado está cantado: terminarán pagando y aceptando las condiciones que nos impongan.
¿Qué se negocia con el Fondo?
El FMI es actualmente el mayor acreedor de la Argentina, a la vez nuestro país es su principal deudor, por lo que ambos están de alguna manera urgidos a llegar a un acuerdo. Está en juego acordar la forma de pago, plazos e intereses sobre los U$S 44.000 millones recibidos por Macri, de los U$S 57.000 que había acordado la entidad, ya que los últimos 13.000 no fueron desembolsados aún.
El gran problema, además del monto descomunal, que representa la sexta parte de la deuda externa total consolidada en dólares (alrededor de U$S 284.000 millones), es que el 84% del total habría que devolverlo entre 2022 y 2023 según lo pactado con Macri, lo cual es imposible. Por eso el gobierno tiene una primera meta de convencerlos, de que producto de la crisis que atravesamos empeorada por la pandemia, es imposible empezar a pagar antes de 2024. Otro punto en discusión son los intereses, que en principio serían en el primer año del 3% y luego del 4%.
Aparentemente en el Fondo serían conscientes de esta delicada situación, saben que cualquier ajuste que se haga en estos tiempos puede hacer explotar el humor social y tirar abajo no sólo el acuerdo, quizás al propio gobierno. Pero a la vez, la gran contradicción es que no existe ninguna manera de pagar, aun alargando los plazos, sin la aplicación de un profundo ajuste estructural sobre todo el pueblo.
Usura, ajuste y reformas regresivas
En la negociación entonces no están en danza solamente el monto, los plazos y los intereses. Es público y notorio que la crisis actual impide pagar tal y como fue pactado por el gobierno anterior y que hay que reestructurar la deuda y el problema es de dónde sale la plata y qué hay que hacer para que Argentina pueda pagarles.
Son muchísimas las condiciones que se conoce que quieren imponernos, que no difieren demasiado de las que históricamente exigen estos buitres a todos los países. Partiendo de exigirle al gobierno un plan de mediano plazo, a lo que el gobierno se viene negando porque evidenciaría que se trata desde el vamos de un ajuste.
En ese plan el FMI exige un ajuste fiscal, con disminución del gasto público que lleve en pocos años a un superávit primario del 4,5%, mientras desde Economía dicen que no podría ser mayor al 3%. Cualquier argentino sabe que eso significaría disminución del presupuesto en salud, educación y ciencias, parate de la obra pública, reducción de salarios y de puestos de trabajo en el Estado, entre otros.
También requieren de una devaluación del peso, para de esta forma asegurar bajar los salarios reales en dólares, abaratar los costos internos para facilitar las exportaciones (otro requerimiento) y que sobren dólares para poder pagarles. Lo cual constituye otro mecanismo de ajuste sobre los salarios ya que el 80% de la economía está dolarizada. Mayores restricciones a la compra de dólares y acabar con la emisión monetaria que pueden inestabilizar toda la economía.
Pero hay medidas de fondo a realizar que vienen postergando desde el 2008, como son la reforma jubilatoria que incluya una vuelta a la privatización de las mismas, una profunda reforma y flexibilización laboral para quitar derechos de los trabajadores, bajar las indemnizaciones por despidos o accidentes, etc. Y seguramente otras que irán apareciendo en la propia negociación.
Por último y no menos importante está el problema político y es que como siempre y en todo lugar el FMI exige la supervisión de todas estas medidas, con una injerencia directa en las cuentas y el plan económico para que se cumplan todas y cada una de las metas acordadas, lo que supone un grado de sometimiento al imperialismo mucho mayor al actual. El FMI sabe que ni aun con todo el ajuste planeado la argentina podrá pagar, por eso lo más probable es que nos tengan que volver a prestar plata para que podamos pagarle los intereses y así la bicicleta de siempre. Por eso quieren meter las uñas hasta el fondo en nuestras finanzas y decisiones, para asegurarse que sigamos debiendo y pagando por años. Ese es el objetivo profundo de esta negociación, someter a la Argentina a un grado de dependencia y control superiores, y es precisamente con los que desde el MST en el FIT-U proponemos romper definitivamente.