Por tercer domingo seguido, el pasado 30 más de cien mil personas salieron a las calles en Minsk, la capital bielorrusa, y otras ciudades. Hubo unos 125 detenidos. En ese país clave del Este europeo -entre Polonia y Rusia- hay desde hace veinte días una poderosa rebelión del pueblo trabajador contra el régimen autoritario de Alexander Lukashenko, presidente desde hace 26 años. El detonante fue el nuevo fraude en la elección presidencial del 9 de agosto, su sexta postulación al poder.
Lukashenko impidió presentarse a los opositores más populares y luego fraguó el escrutinio: 80% de votos él y sólo 10% Svetlana Tijanóvskaya, que se postuló cuando su esposo, el popular bloguero Sergéi Tsijanuski, fue encarcelado. Apenas se supo el resultado hubo protestas masivas, con gran protagonismo de jóvenes y mujeres de sectores medios. La violenta represión, lejos de causar miedo, exacerbó la bronca contenida por años y estalló una verdadera rebelión.
A partir de allí la lucha pegó un salto: obreros de fábricas como BelAz, Grodno Azot, mineros de Soligorsk, ferroviarios, trabajadores del subte, de la salud y docentes hicieron asambleas, huelgas y se sumaron a las marchas. Esto logró detener la represión generalizada y forzó la liberación de los detenidos. Hubo acciones a diario y, los domingos 16 y 23, concentraciones masivas. Lukashenko no logró convocar más que algunos miles. Sólo lo sostienen el aparato del Estado y el presidente ruso Putin.
En Bielorrusia el gobierno y el régimen son dictatoriales, de tipo estalinista. Lukashenko maneja todo en base a las fuerzas represivas y la KGB. Los derechos de huelga y organización sindical son muy limitados. Es casi un régimen de partido único, ya que sólo legalizan a los socios del poder. Tijanóvskaya se tuvo que exiliar en Lituania, han detenido a decenas de periodistas locales e internacionales, y días atrás fue detenida Liza Merlyak, dirigente del Sindicato Independiente, aunque luego debieron liberarla.
En Bielorrusia ya no quedan “conquistas soviéticas”. En los ’90 la burocracia “comunista” inició la restauración capitalista e hizo del país un capitalismo de Estado: las principales empresas son estatales, crecen el mercado y el capital privado. A la falta de libertades democráticas, la crisis capitalista le sumó más deterioro social y desigualdad, sin futuro para los jóvenes, precariedad laboral y jubilatoria, y una pésima gestión de la pandemia. Las rebeliones en EE.UU. y otros países le sumaron su efecto contagio.
Hay estalinistas que defienden a Lukashenko. Dicen que es una conspiración externa, como el proceso de Maidán en Ucrania en 2013-2014. Es falso: el pueblo bielorruso se hartó de autoritarismo y penurias; no es un giro a la derecha. Lukashenko dice que no se irá ni dará nuevas elecciones y aplica una represión selectiva al activismo obrero. Pero las movilizaciones son un doble poder en las calles, no institucionalizado. Surgen comités de huelga en varias empresas y será decisivo si se extienden, coordinan y los dirigen los sectores más combativos.
La Unión Europea anunció sanciones y Trump se dice “muy preocupado”. Sólo pretenden mejorar su posición política, económica y militar en el Este europeo. Lo mismo los gobiernos capitalistas ruso y chino. Putin quiere profundizar el “Estado de la Unión” ruso-bielorruso para anexar al país vecino. Y la creciente presencia de capitales chinos en Bielorrusia busca sumar a su “ruta de la seda” a ese país clave entre la UE y Rusia. Ni “mal menor” ni “campo progresivo”: fuera el imperialismo yanqui y europeo, la OTAN y la injerencia rusa y china.
Estamos con el pueblo, los jóvenes, las mujeres, los obreros y nuestros compañeros que están en plena lucha. Apoyamos sus reclamos por el fin de la represión, liberar a los presos políticos y castigar a los represores. El movimiento es heterogéneo: hay una confluencia contra el dictador y por nuevas elecciones, abarcando distintos intereses de clase. Por eso hay que combatir a las tendencias de derecha para que no desvíen la lucha hacia un proyecto privatizador y neoliberal. La tarea de los socialistas revolucionarios es impulsar la lucha hasta sacar a Lukashenko; alentar y extender la coordinación democrática entre los sectores obreros; y avanzar en poner en pie un partido de los trabajadores con un programa revolucionario.
La experiencia de viejos luchadores, la fuerza de los jóvenes y el activismo del Sindicato Independiente de Bielorrusia nos hacen ver con optimismo la chance de avanzar hacia una nueva dirección sindical democrática, clasista y combativa, y en empezar a construir una alternativa política independiente de patrones y burócratas. Apoyamos el reclamo de nuevas elecciones libres, a la vez que sólo será posible lograr una democracia genuina y las demandas sociales con una revolución socialista y un gobierno de los trabajadores democráticamente organizado.
Desde la Liga Internacional Socialista (LIS) venimos respaldando la rebelión. Aquí marchamos a la embajada bielorrusa, en Barcelona participamos de las acciones de los emigrados, en Ucrania impulsamos el apoyo del Sindicato Independiente “Protección Laboral” y lo mismo en otros países. La movilización y la huelga general son el camino para echar a Lukashenko y su régimen, que intentarán retener el poder como sea. Llamamos a los trabajadores y a la izquierda revolucionaria del mundo a redoblar el apoyo al pueblo bielorruso hasta que su lucha triunfe.