Se cumplen 75 años de esa gesta de los trabajadores argentinos que catapultó a Perón y a su movimiento como actores centrales de la historia contemporánea del país. Recordar ese acontecimiento es útil para reflexionar sobre el derrotero y crisis del peronismo.
Escribe: Gustavo Giménez
El mundo transitaba la Segunda Guerra Mundial y la tradicional oligarquía argentina había pactado su “neutralidad” con la potencia imperialista con la que había, años antes, firmado el vergonzoso tratado Roca-Runciman. Inglaterra necesitaba que los buques de bandera argentina no fueran atacados por las potencias del Eje y siguieran abasteciendo al país de carnes y alimentos.
Las clases dominantes estaban divididas. Había otro importante conglomerado conformado por sectores cerealeros, financieros e industriales, entre otros, que pretendían cerrar trato con la potencia en desarrollo de la época, el imperialismo norteamericano. Esta división se extendía a la superestructura militar y política, por cuya grieta se va a colar la movilización obrera.
El coronel Juan Domingo Perón y el GOU (1) habían sido parte de la conjura del golpe del 4 de junio de 1943 que, ante el peligro del ascenso al poder del industrial azucarero Patrón Costas, que iba inclinar la balanza del poder hacia EEUU, mantuvieron la tradicional línea pro inglesa, con los gobiernos de Rawson, Ramírez y Farrell. Como parte de estos gobiernos fue secretario de Trabajo y Previsión, ministro de Guerra y vicepresidente. Desde la Secretaría de Trabajo es de donde logró articular una política para penetrar profundamente entre los “cabecitas negras” (ese movimiento obrero joven venido del interior) disputando su conducción a las viejas direcciones, fundamentalmente al Partido Comunista en ese entonces pro yanqui, al Partido Socialista y otros elementos del sindicalismo.
La burguesía argentina, cuyo interés “nacional” era preservar la cuota de ganancia que el poderoso imperialismo yanqui iba a arrebatarle si se imponía en el país, no podía resistir a esta presión con el sólo apoyo de su viejo amo británico, en completa decadencia y retirada como potencia hegemónica. Para ello debió apoyarse en la movilización de una creciente clase obrera a la que Perón conquistó a través de importantes concesiones históricas como el cumplimiento de las 8 horas de jornada laboral, el descanso semanal, indemnizaciones por despidos, vacaciones, aguinaldo, entre otras.
Alentó a su vez, la sindicalización masiva y a través de una fuerte burocracia sindical, antecesora de nuestros actuales viejos y millonarios burócratas, un control férreo de su actividad y la liquidación de toda independencia política u organizativa.
El 17 de octubre y el triunfo electoral
Las presiones del ala pro yanqui de la burguesía, llevaron a que el 8 de octubre, el jefe militar de Campo de Mayo, el general Avalos, le exigiera al presidente Farrell la destitución del Coronel Perón, quien reclama para renunciar dirigirse en cadena a la nación y en particular a su base política, los trabajadores. En su discurso Perón anuncia importantes mejoras salariales y de condiciones de trabajo que quedarían a la firma de Farrell.
El 12 de octubre el Coronel es encarcelado y enviado a la isla Martín García. El 16, la CGT llama a la huelga general para el 18, exigiendo su liberación. Pero la movilización obrera se adelantó. Perón encarcelado en la isla Martín García es traído a la madrugada del 17 al Hospital Militar y ese día, recordado como el “Día de la lealtad”, gruesas columnas obreras provenientes de La Plata, Berisso, Ensenada, de la zona Sur del Gran Bs. As. y La Matanza, copan la Plaza de Mayo. Se calcula en 250.000 trabajadores los que se concentran durante largas horas en ella esperando el discurso de Perón.
El Coronel, liberado para que detuviera semejante levantamiento, habla desde los balcones de la Casa Rosada y llama a los movilizados a quedarse un rato más antes de desmovilizarse. El general Avalos y todo el gabinete renuncian, Farrell llama a elecciones para dentro de 4 meses. En la vereda de enfrente de Perón se arma el frente pro yanqui, con el nombre de Unión Democrática, se presentan el partido Radical, el PS y el PC. Su fórmula es la de Tamborini-Mosca. Pero su propagandista más importante es nada más y nada menos, que el embajador norteamericano, Spruille Braden.
Esto le da una ventaja a Perón. Su “aparato electoral” conformado por los sindicatos obreros y el Partido Laborista de Cipriano Reyes, puede hacer una campaña llenando las paredes de los barrios más profundos del país con la pintada “Braden o Perón”. La dupla de Perón-Quijano gana la elección del 24 de febrero de 1946 por 1.527.231 votos contra 1.207.155 de la fórmula opositora.
El peronismo
La política del Partido Comunista de privilegiar su apoyo a los “aliados” de la Segunda Guerra por encima de los intereses y las luchas de los trabajadores argentinos, le permitió a Perón desplazarlos de la conducción de importantes sectores de la clase obrera que dirigían. El peronismo se fue convirtiendo en un tapón de décadas para la penetración de la izquierda entre los trabajadores, gracias a las traiciones de estalinismo y el reformismo local.
El peronismo fue la expresión en nuestro país de un fenómeno extendido en distintas partes del mundo, los llamados gobiernos burgueses nacionalistas. La crisis imperialista generada por la Segunda Guerra, la traición del estalinismo mundial a la revolución obrera internacional, provocaron el surgimiento de sectores políticos que reflejaban la resistencia de burguesías locales a la penetración imperialista abierta, defendiendo sus cuotas de ganancia. Fue el caso del nasserismo en Egipto y el nacionalismo de las burguesías árabes, o el de los gobiernos de Vargas y Goulart en Brasil, o de Paz Estensoro en Bolivia, para mencionar solo algunos casos.
El peronismo dio importantes concesiones sobre la base de una situación excepcional para las finanzas del país, dado el elevado precio de las materias primas en el mercado mundial, que le permitieron generar un importante mercado interno y un desarrollo atípico de una industria de sustitución de importaciones, basada fundamentalmente en el incremento de la mano de obra, ante la imposibilidad de hacerse de la maquinaria y tecnología necesarias, por el bloqueo de EEUU. Desarrollando una burguesía peronista “cupera”, ligada a los cupos de importación y exportación.
Pero como todo movimiento capitalista cuando los excedentes de la coyuntura económica comenzaron a enflaquecer, empezó a restringir sus concesiones a los trabajadores para mantener las cuotas de ganancia de la burguesía local y a ceder a las presiones imperialistas. Sus rasgos “progresivos” antiimperialistas van quedándose en el mero discurso. Así el gobierno de Perón, firmó tratados que nos atan políticamente al imperialismo como el TIAR y finalmente se abrió a la penetración yanqui en 1954, con los famosos tratados petroleros de la California.
El deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores, que incluso libraron importantes huelgas por salario como la reprimida huelga ferroviaria de 1951, fueron a su vez debilitando a uno se los pilares fundamentales de sustentación del gobierno peronista, la burocracia sindical. El imperialismo y la burguesía opositora, apoyándose en el aparato de la Iglesia, frente a la debilidad del gobierno, no se contentaron con las múltiples concesiones que Perón iba haciéndoles y prepararon el golpe de 1955. Solo armando a la clase obrera, que estaba dispuesta, se lo podía parar. Pero Perón fue fiel a su clase y se retiró sin pelear.
Algunas conclusiones
El peronismo fue transformándose al calor de la liquidación de lo que se llamó la burguesía “nacional” y la penetración y dominación imperialista. Su segundo gobierno en 1973, tuvo el objetivo de frenar el proceso abierto por el Cordobazo, aplicar un fuerte plan de ajuste con la colaboración de la dirigencia sindical (el Pacto Social) e imponer un régimen represivo. No dudó en crear la triple A para enfrentar al activismo obrero y de izquierda que amenazaba sus planes. Su continuidad lógica fue el peronismo-liberal de Menem y sus relaciones carnales.
El kirchnerismo fue algo distinto. Tras un discurso pseudo nacionalista, seudo progresista, intentó y logró durante unos años cubrir el vacío que dejó la enorme crisis del régimen político argentino, apoyado en una excepcional entrada de capitales producto del precio de los comodities y de una importante extracción de plusvalía en el proceso pos crisis del 2001. Es una experiencia más frágil que abre cada vez más las posibilidades de que la izquierda revolucionaria dispute la dirección política y sindical de la clase trabajadora argentina.
1. Grupo de Oficiales Unidos: logia militar, fracción política que integraba Perón.