Terminar con la desigualdad. Sistema impositivo: el cambio que se necesita

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Tras el debate sobre el Aporte Solidario, también salió a la luz un tibio cuestionamiento del oficialismo sobre el sistema impositivo actual. A pesar de lo regresivo, en casi un año de gobierno y la crisis del Covid-19 mediante, Alberto Fernández no ha modificado para nada una estructura que abona a hacer crecer la brecha entre ricos y pobres. Lejos de eso este es un año donde el partido gobernante redujo la tasa de retenciones y hasta subsidió los salarios de las empresas privadas más importantes. En estas líneas queremos socializar una propuesta de izquierda, sobre un modelo tributario realmente progresivo.

Escribe: Nicolás Zuttión

Luego de una semana donde se discutió acerca de la medida cosmética del Aporte Solidario, que no significa más que una política que intenta sostener la estrategia del posibilismo argumentando que sólo se puede tocar poco y nada los intereses de los sectores concentrados de la economía, se puso en cuestión el carácter regresivo del sistema tributario local. Partiendo desde el IVA, aquel impuesto al consumo que lo abona desde quien percibió el IFE hasta el propio Paolo Rocca, el sistema impositivo argentino refleja que acá tributan más los que menos tienen, en contraposición de lo reglado que sostiene que los propios impuestos existen para obligar a quien más tiene a que más pague.

Cuánto y cómo se recauda

En nuestro país los empresarios y grandes millonarios, en compañía de los bufones como Milei y Espert, gruñen de que el país está minado de impuestos que impiden inversiones de carácter productivo. Lo cierto es que, como escribió José Hernández en el Martín Fierro “La ley es tela de araña, pues la rompe el bicho grande y sólo enrieda a los chicos”.
El siguiente caso actual hace alusión a la afirmación del clásico de la literatura local. Según estimaciones de los analistas económicos, la recaudación anual va a rondar el 24,8% del PBI. Esto quiere decir que, de cada $100 el Estado va a percibir $24,8. A este dato ahora vale agregarle la fuente de donde proviene lo que se va a quedar el Estado. Es decir, ¿qué sectores los pagan y cuánto tributan?
Como primer dato podemos decir, según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), que el 75% de esos $24,8 está compuesto por ítems regresivos:

IVA: constituye el 30,5% del total y recae sobre los consumidores finales. Grava en mayor parte a los sectores más pobres, ya que son los que destinan la totalidad de sus ingresos al consumo. Existe en el precio final de algo tan esencial como los alimentos, como en el pago del servicio de las plataformas digitales.
Sistema de Seguridad Social: entre los aportes patronales y los aportes personales de aquellos trabajadores que aún poseen un salario en “blanco”, se tributa el 23,4% de esos $24,8.
Y por último Ganancias: aquel tributo que representa 21,8% del total y se trata de presentar como progresivo. Claro, nada se dice de las desigualdades sobre las deducciones impositivas a las que pueden acceder las empresas (logrando hasta un 50%) y a las que acceden los trabajadores con el impuesto al salario.

Hasta acá son todos impuestos que recaen sobre la espalda de los que hacen funcionar el país a diario, los trabajadores. Pero entonces, ¿qué se les cobra a los ricos? Solo el 1% a Bienes personales, algo totalmente irrisorio, y a penas un 8% es lo gravado a las retenciones del comercio exterior. Como en la fantochada del Aporte Solidario, las corporaciones, los bancos, los grandes empresarios y demás sectores privilegiados, de mayor capacidad contributiva, nada ponen para el sostenimiento del presupuesto del Estado argentino.

La estructura se acentúa

Desde el inicio de su gobierno Alberto Fernández, por más que haya impulsado el tratamiento del Proyecto de Máximo Kirchner y Carlos Heller, nada ha hecho para cambiar este paradigma. Más bien lo profundizó. Esto lo demuestra la disminución de las retenciones a las corporaciones petroleras del 12 al 8% y también a la renta financiera en su inicio de mandato.

Ya con la pandemia sofocando el país, podemos mencionar la quita del 3% de las retenciones al agropower disminuyendo de un 33% a un 30% lo gravado a la soja que se exporta.
Otro punto sustancial es el subsidio que le aportaron a multinacionales como WalMart y demás empresas, pagándole los salarios de sus empleados a través de las arcas del ANSES. $204.089 millones1 fueron perdonados en materias de sueldos, cuando fueron estas mismas patronales las que colaboraron en la destrucción de más de 3,5 millones de empleos.

Y, por último, para terminar de ilustrar los injusto del sistema tributario local, vale recordar que el gobierno nacional, en consonancia con Axel Kicillof, mostró apoyo absoluto a las sociedades anónimas dedicadas a la construcción de countries. El desalojo de Guernica demostró como este gobierno popular defiende los intereses de aquellos evasores de impuestos, como Bellaco S.A., que hacen figurar la “propiedad privada” como terrenos baldíos para no tributarle al Estado.

Por una reforma tributaria progresiva

El Impuesto a las Grande Fortunas, como exponemos en otro artículo de este número del AS, ante la farsa del Aporte Solidario, lo consideramos como puntapié y elemento fundamental para hacer frente a la crisis vigente. Es por esto que ante la situación regresiva y alarmante provocada por la pandemia se torna urgente avanzar contra las grandes riquezas del 1% para solventar las necesidades de las mayorías trabajadoras.

Por mostrar un ejemplo, si se gravara sólo el 20% de las ganancias obtenidas de los bancos en 20192 se hubiese tenido capacidad para dar más de medio millón de IFEs más en este contexto de pandemia.

No hay dudas de que una medida como ésta no resuelve el problema estructural del sistema impositivo, pero sí es un inicio para hacerlo.

Desde el MST en el FIT-U, peleamos por un modelo diferente que, con voluntad política y sin excusas y acciones que defienden al capital, elimine el IVA de los productos de la canasta básica para preservar el poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones ante la inflación; anule el impuesto al salario de los trabajadores, pero sí grave los onerosos sueldos de la casta política y judicial y termine con la exención impositiva de los sectores clericales.

Además, para revertir el orden antes descripto, es necesario afectar a la timba financiera (compraventa de acciones y demás operaciones en la bolsa), la especulación inmobiliaria, las ganancias de los bancos y los grandes terrenos ociosos. En fin, establecer un sistema tributario que afecte mayormente a los que sí eluden y evaden en detrimento de todo el pueblo.
Estas ideas, que tendrían que ser promovidas por cualquier sector político que se reivindique progresista, lejos están de ser compartidas y aplicadas por el gobierno de Alberto Fernández que como reforma impositiva sólo debe planear aplicar una de tinte fondomonetarista. Sin embargo, desde nuestro espacio político, estamos convencidos de que así dejarían de pagar los que viven de su propio trabajo y la carga impositiva recaería sobre quienes debe recaer, los grandes capitalistas, los que más tienen.

1. El Gobierno destinó más de $460.000 millones a sostener el IFE y el ATP durante la pandemia. 22/11/2020; en baenegocios.com
2. En 2019, bancos ganaron 1,3% menos que en el año anterior. 13/2/2020; en ambito.com

 


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