19 y 20 de diciembre de 2001. Hace 19 años estalló el Argentinazo, un proceso revolucionario que produjo un cambio histórico en nuestro país y dejó marcas imborrables que hoy analizamos.
Escribe: Carlos Carcione
Para diciembre de 2001 la brutal crisis económica que recorría el país desde la bancarrota de la Convertibilidad había crispado al extremo la situación. La respuesta que el gobierno de De la Rúa había dado, fracasaba. El presidente llamó al ministro inventor del engendro de dolarización encubierta de la economía nacional, Domingo Cavallo, para desmontarlo. De antes venía el impuesto a las ganancias a los salarios y la rebaja directa de sueldos por decreto. Pero Cavallo diseñó una de las más grandes expropiaciones hacia los sectores populares que se haya visto en la historia del país, con el Corralito primero y el Corralón después se impedía el libre acceso de la población a sus ahorros, salarios y jubilaciones.
En este contexto se estaban desarrollando múltiples protestas, movilizaciones y luchas de trabajadores y sectores populares de las grandes ciudades, uno de cuyo punto más alto había sido el paro nacional convocado para el día 13 de diciembre de 2001 por el MTA(1), pero las expresiones de protesta eran muchas y diversas y una gran parte de ellas iban dirigidas a repudiar al gobierno y en contra de los bancos.
En octubre del año 2000 había renunciado el vicepresidente del país Chacho Álvarez, denunciando entre otros dirigentes un escándalo de corrupción que consistía en la compra de votos de los diputados en el Congreso para que se aprobara una reforma de flexibilización laboral que dejaba sin efectos conquistas obreras de más de 50 años de antigüedad. Esto fue la expresión de la crisis política que se venía cocinado en el fuego infernal de la hecatombe económica.
Es en este contexto que se comienzan a producir saqueos en barriadas populares del Gran Buenos Aires, ya para el 19 al medio día la ciudad Capital era invadida por el rumor nunca probado de que las masas empobrecidas que estaban saqueando en la provincia se dirigían a la Plaza de Mayo. De ahí al estallido, pronosticado por nuestro periódico Alternativa Socialista en su portada días antes, mediaron apenas horas.
La derrota del estado de sitio y la batalla del 20
En la mañana del 19 se había producido una enorme movilización de estatales y docentes en la ciudad de La Plata con grandes enfrentamientos con las fuerzas represivas de la provincia de Buenos Aires. Que una parte de los participantes de esa movilización se dirigían a Plaza de Mayo, además de los rumores que mencionamos más arriba, fueron utilizados por el gobierno de la Alianza(2) para declarar el Estado de Sitio. Con este argumento se intentaba desmovilizar, meter a la gente en su casa y abrir la puerta a una represión desenfrenada en el Gran Buenos Aires para tratar de sortear la crisis. Ese día a la hora de leer el decreto 1678, De la Rúa selló su futuro. Y aunque los sindicatos, inclusive aquellos que habían movilizado días previos e incluso el mismo día, dieron la orden de abandonar las calles, mientras que gran parte de la izquierda utilizó el mismo argumento del Estado de Sitio para no movilizar y repudiarlo, el MST por su parte desobedeció el decreto y desafió al gobierno, marchó con una gran columna por las principales avenidas del centro porteño. Los saludos y gritos de apoyo, la agitación de banderas y otras manifestaciones de solidaridad que la columna recibía a su paso, daban a entender que existía la posibilidad de derrotar el Estado de Sitio. Esta posibilidad se convirtió en acción horas después cuando luego de cacerolear desde los balcones los ciudadanos comenzaron a organizarse en esquinas emblemáticas de sus barrios y a marchar desde allí a la Plaza de Mayo, así empezaba la Revolución de las Cacerolas, como la definió en un artículo días después Alejandro Bodart(3).
Decenas de miles marcharon de forma autónoma, sin banderas y cantando una consigna que expresaba el real sentimiento de la población, ahí nació el Que se vayan todos. Las calles de la Ciudad de Buenos Aires, la Plaza de Mayo y el Congreso fueron escenarios de enfrentamientos y rechazo a la represión. Dispersión y reagrupamiento y de nuevo a ocupar esos espacios. Varias de las principales capitales del país fueron ganadas por la población. Esa madrugada también se produciría el primer muerto en las escalinatas del Congreso y se anunciaba la renuncia del ministro Cavallo.
Pero la batalla continuaría desde la mañana del 20 y durante todo el día. No alcanzaba con la cabeza del responsable del desastre económico. Esta vez desde la mañana, mejor organizados, muchos encolumnados, preparados para enfrentar la represión. En la ciudad de Buenos Aires, la represión tenía orden de disparar balas de plomo. Hubo barricadas y verdaderos enfrentamientos sostenidos por jóvenes precursores, lo que hoy en Chile se llama primera línea, en el Obelisco, en Av. De Mayo y en Av. 9 de julio, y los combates callejeros se dieron también en otras ciudades. Más de 250 heridos y 39 muertos puso generosamente en esa jornada el pueblo rebelado. Pero el símbolo del triunfo de esa lucha recorrió el mundo, un helicóptero elevándose desde la casa de gobierno transportando al renunciado y despreciado De la Rúa. Varios presidentes después en un lapso de 10 días, se había suspendido el pago de la Deuda Externa entre otras conquistas de esa rebelión triunfante. Empezaba otro momento de la lucha.
Las asambleas barriales
Toda acción independiente del movimiento de masas, toda revolución, da nacimiento aunque sea embrionario a organismos de autodirección de la lucha. Organizaciones que debaten, elaboran, resuelven y ejecutan.
El proceso revolucionario que tuvo su punto más alto en las jornadas del 19 y 20 dio origen a organismos asentados en la participación de vecinos, que en diferente número se reunían en las esquinas de distintos barrios. El fenómeno fue mucho más extendido y con mayor participación en la Ciudad de Buenos Aires. Decenas de asambleas se reunían una vez por semana, debatían temas políticos generales, y propios de sus barrios y resolvían actividades, realizaban marchas, acciones de solidaridad con sectores en lucha, ocuparon edificios que pusieron al servicio de las tareas de las asambleas, entre muchas otras. Igualmente comenzaron a elegir delegados que eran revocables y rotativos, para participar en una instancia de coordinación que se autonombró Interbarrial y que se reunía en Parque Centenario. Estas asambleas barriales o populares superaban holgadamente las cien, tomando en cuenta las distintas ciudades importantes del país. La Interbarrial se dio un programa político de lucha en el que resaltaba las propuestas de salida para el país, convocó dos encuentros nacionales y coordinaba distintas acciones, pero sobre todo era la dirección de las movilizaciones que se realizaban todos los viernes durante meses, manteniendo vivos los reclamos del Argentinazo.
Lamentablemente la burocracia que controla los sindicatos logró evitar la participación en este proceso de la clase trabajadora con sus propias organizaciones, y la ausencia de una izquierda revolucionaria con peso de masas impidió que este proceso saliera de su estado embrionario y se consolidara como organismo del poder de los sectores populares.
Otro proceso de organización popular fue el surgimiento del movimiento piquetero, que cumplió un papel muy importante del periodo siguiente al Argentinazo.
El posibilismo niega el Argentinazo
La burguesía y sus partidos realizan una operación que intenta eliminar de la conciencia colectiva la rebelión del 19 y 20. Esta operación consiste en resaltar la catástrofe económica y política de su modelo para sostener que la solución parcial a esa crisis vino de arriba, desde las instituciones burguesas. En esta operación también se encuentran los progresismos de todo pelaje.
Una mención particular merecen aquellos que sostienen algunas consignas progresivas pero apoyan al actual gobierno de Alberto y Cristina. Aunque reprima, aunque negocie la deuda comprometiendo al país y a los sectores populares por los próximos 50 años, aunque limite derechos democráticos. Lo apoyan sosteniendo que la relación de fuerzas es desfavorable para el movimiento popular. Para eso necesitan ocultar que la movilización que derivó en el Argentinazo fue la que logró arrancarle a la burguesía argentina y sus partidos la suspensión de los pagos de la deuda y comenzar a implementar políticas de asistencia para centenares de miles de marginados.
Por el contrario nosotros seguimos reivindicando el camino de la movilización y la lucha que desembocó en una revolución, en una acción independiente de las masas que puso en cuestión todo el sistema capitalista dependiente argentino. Esa acción no podrá ser borrada de la memoria y el próximo Argentinazo enhebrará la historia allí donde la dejó el primero. Esto sucederá más temprano que tarde.
1 Un sector de los sindicatos del transporte y otros agrupados aparte de la CGT encabezados por Hugo Moyano de Camioneros y Luis Palacios de la UTA.
2 Frente electoral entre la UCR y el Frepaso, (una escisión del peronismo).
3 Correspondencia Internacional 17, enero de 2002.