Para intentar controlar la crisis económico social, en medio de una inflación creciente y las paritarias en ciernes, el gobierno reflota la idea del pacto social. Aunque no abandona la estrategia del “Consejo Económico y Social”, en la emergencia recurre a un tímido “acuerdo de precios y salarios”. En cualquiera de sus variantes, significa una componenda siempre a favor de los patrones.
Escriben: César Latorre y Guillermo Pacagnini
Antes de asumir, Fernández nos hablaba de la necesidad de un Gran Acuerdo Nacional (GAN) haciendo referencia al pacto social del 73. Incluso la misma Cristina en la presentación de su libro mencionó a Gelbard, uno de sus mentores.
Como en aquella oportunidad y como intentaron cada vez que se juntaron crisis y descontento, tuvieron un claro objetivo: contener la situación social apoyándose en la siempre dispuesta burocracia sindical a cambio de darle una manito manteniendo sus privilegios.
Apenas asumido Fernández presentó al “Consejo económico y social” como uno de los ejes de gobierno. Aspirando no solamente a un acuerdo social sino político que sea preventivo de los efectos del ajuste, imaginaron lo que sería una especie de gabinete permanente conformado por el gobierno, representantes de las gremiales empresariales como la UIA, la casta burocrática, la iglesia antiderechos y los movimientos sociales afines al gobierno y los curas para acordar la paz social. Se llegó a esbozar un programa que en estas mismas páginas habíamos denunciado el cual contaba con tres puntos: un congelamiento salarial (¿y de precios?); la flexibilización de los convenios colectivos bajo el mentiroso nombre de “modernización” para terminar en quita de condiciones laborales y más precariedad al estilo del convenio petrolero de Vaca Muerta; la exención de cargas patronales y determinados impuestos para “mejorar los costos de producción”.
Del deseo a la realidad
Las luchas por los bonos de fin de año de lxs trabajadorxs empezaron a jaquear este programa que se vio perforado con los primeros acuerdos paritarios del año 2020. Luego la pandemia postergó el proyecto y el gobierno se abocó a una versión más enfocada en un acuerdo social que le permitiera una base de consenso.
La precariedad de la situación social, el reanimamiento de las luchas y la perspectiva de un año electoral volvieron a colocar la necesidad de lograr una gran malla contenedora de los desbordes que se avecinan y mostraron anticipos en las luchas de enfermería y varias empresas. La debilidad y el desgaste político hacen que la confianza de los actores no sea la de fines de 2019. Es que la venta de la obra está difícil de comprar, por eso el director deba convencer a cada actor en particular para que no abandonen el rodaje. Por supuesto, éstos van a exigir mejor paga. De esta manera llegamos al “Acuerdo de Precios y Salarios” que hoy todavía no tiene fecha de concertación y el gobierno tiene programado ir recibiendo por separado, primero, a la burocracia sindical y, luego, a las patronales para recién luego empezar a ensayar la obra todos juntos.
Vuelven a la carga
Aunque este nuevo acuerdo nace con bastantes problemas, existe un terror tan grande a una conmoción social que el espanto puede ayudar a que no se queden en el intento.
Las patronales, como es su costumbre en una clara muestra de su conciencia de clase, van al acuerdo chantajeando y exigiendo más beneficios del Estado mientras siguen remarcando precios para hacerse el colchón que les permita dibujar que congelan los precios. En palabras del vicepresidente de la UIA, Daniel Funes de Rioja, “Más que un acuerdo de precios y salarios tenemos que pensar en una concertación económico social para la emergencia que contenga todos los elementos”. Léase: No solo congelamiento salarial, tenemos que hablar de quita de impuestos, reforma laboral y, por qué no, más subsidios estatales.
La burguesía de conjunto se prepara para acordar solo algo que esté a la altura de sus necesidades de rentabilidad. Por eso, dicen que es importante el diálogo, pero “hay que ver la letra chica”. Preparan el terreno para exigir mayores beneficios. Por eso Teddy Karagozian, dueño de la empresa textil TN Platex, se quejó que “…siempre este tipo de acuerdos en la historia argentina solo funcionó en el corto plazo…”
Por su lado, la burocracia sindical, siempre está dispuesta a entregar derechos de lxs trabajadorxs a cambio de mantener prebendas, valora la política del gobierno, aunque se cubre que no vuelvan a filtrarse las intenciones de colocar un techo salarial, verdadero objetivo del acuerdo. Ante el revuelo que significó el planteo de Guzmán de colocar un tope, reclama que la paritaria sean sin techos y por encima de la inflación. La trampa ya está preparada, porque al igual que el gobierno no hablan de la real sino la dibujada en el presupuesto en un 29%. Esto es así porque ellos mismos saben que ya no tienen ningún tipo de consenso en la base, lo cual les preocupa porque es terreno fértil para el desarrollo de direcciones sindicales alternativas. Por ello han salido a embellecer el aumento del 29% (anualizado y en tramos) que pactó la dirección bancaria pretendiendo que obre como caso testigo de paritarias a la baja. La foto de Palazzo con el presidente es funcional a embellecer esa pauta salarial.
El Frente de Todos necesita contener la bronca social ante un año electoral que presupone más de un sobresalto. Y es por esta vía que todos sus funcionarios hablan de que el acuerdo es para que lxs trabajadorxs le ganen a la inflación. Difícil de creer cuando hace dos semanas se filtraba su intención de congelar los salarios.
Rechacemos el pacto social
Hay que rechazar esta trampa. Nada bueno puede venir de un acuerdo tras bambalinas entre nuestros enemigos de clase y sus amigos de una burocracia que no nos representa. Batallar para desenmascararlos es solo la primera tarea. Ni la CGT, ni las CTAs deberían firmar nada a espaldas de los trabajadores. Hay que exigirles romper esta escandalosa tregua y llamar a un plan de lucha nacional por salario, trabajo y un programa alternativo obrero y popular. Pero no podemos depositar la menor confianza en estos dirigentes que incluso se reconocen parte del frente gobernante, miran para otro lado ante las medidas de ajuste y a la primera de cambio entregan convenios y salarios. Hay que preparar la pelea desde los lugares de trabajo. Reclamando y preparando asambleas, plenarios y reuniones de activistas, impulsando la mayor unidad de acción para enfrentar el pacto y el ajuste e impulsar los reclamos. Al servicio de ello desarrollamos ANCLA, nuestra herramienta sindical, clasista, combativa y democrática, para fortalecer la unidad de los que luchan y la pelea por una nueva dirección. Necesitamos asimismo que el Plenario del Sindicalismo Combativo vuelva a la calle con iniciativas para postularse impulsando jornadas de movilización de los luchadores y la izquierda, ayudando a coordinar los conflictos y a desarrollar a los nuevos dirigentes que surgen como los que despuntan en los nuevos procesos de organización independiente y de lucha como el de enfermería de CABA alrededor de la ALE, autoconvocatorias en diversos lugares del país en el área de la salud, desbordes en luchas por empresa, entre otros procesos que se anunciaron durante el año pasado y seguramente tendrán nuevas y mayores expresiones en el 2021.
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