En los últimos días se conoció un informe del Sistema de Información, Evaluación y Monitoreo de Programas Sociales (SIEMPRO) dependiente de la Presidencia de la Nación, que estableció que el 47% de la población es pobre. La otra cara de la noticia fue la impresionante movilización de organizaciones sociales y trabajadores desocupados, entre ellas nuestro MST “Teresa Vive”, que el pasado jueves 18/02 marchó desde el Puente Pueyrredón al Ministerio de Desarrollo Social.
Escribe: Gustavo Giménez
La nueva medición indica que la pobreza abarca a más de 21 millones de argentinos y ubica al 55% de los niños dentro de este cuadro de miseria. La cifra refleja un fenómeno estructural, ahora agravado por la falta de respuestas en pandemia: el enorme empobrecimiento de la población de nuestro país y la creciente desigualdad social, de la cual este y los anteriores gobiernos son responsables.
El estudio perfecciona las “canastas” de pobreza e indigencia que se fijaban por el límite de ingresos. El nuevo enfoque “multidimensional” no toma solo el nivel de los mismos, sino un universo más completo que abarca la vivienda, el hábitat y servicios básicos, acceso a la educación, trabajo, salud y protección social.
Ya las cifras del INDEC resultaban parciales. Luego de conocerse el aumento de la inflación de enero del 4%, el organismo informó que una familia tipo necesitaba superar los $56.459 para no ser considerada pobre y $23.722 para no ser indigente. Sin embargo, los trabajadores de ATE INDEC informaban a fines de enero que una familia necesitaba de $82.086 para no ser considerada pobre. ¡Menuda diferencia!
Mientras esto trascurre, se terminaron los IFE, se cambiaron los ATP que recibían las pequeñas empresas por Repros menores, se bajó el presupuesto de salud, los planes sociales están congelados y cada vez restringen más la comida a los comedores populares… buenos modales, para cumplir las pautas que exige el FMI.
Ahora Fernández, luego de diversas reuniones, monta el Consejo Económico y Social, con gobernadores, empresarios, sindicalistas amigos, funcionarios, organizaciones sociales cuyos dirigentes son funcionarios, la Iglesia, etc., para, entre otros objetivos, llegar a un “acuerdo de precios y salarios que contenga la actual escalada inflacionaria”. Y, además, que los salarios le “ganen” a la inflación en algún puntito, para lo cual no deberían exceder del 30%.
Al contrario de esto, la economía tiene una inflación proyectada anual de más del 50%, los salarios llevan más de un 20% de retraso en los últimos tres años y gran parte de los especialistas son bastante escépticos frente al prometido rebote luego de la pérdida de alrededor del 10% del PBI en el último año, que ha provocado un importante descenso de la población económicamente activa.
Se calcula que la desocupación alcanzaría cerca de un 30% si no hubiera bajado el nivel de actividad. Incluso se habla de la posibilidad cierta de una nueva e importante ola de despidos en las empresas privadas con la excusa de la reducción de subsidios de que los son objeto, los que se sumarían a las bajas de más del 18% producidas en el trabajo informal(1).
Lo que en realidad se está preparando, con la complicidad de las dirigencias cegetistas y ceteistas, es un nuevo sacudón en la cual otros millones de trabajadores caerán aún más en la pobreza, la miseria y la pérdida del empleo.
El modelo y la pobreza estructural
La pandemia agravó una debacle de la economía argentina que en el último gobierno de Macri se manifestaba en una dura recesión, una inflación del 50% y un endeudamiento record. Sin embargo, la debacle macrista y la actual crisis pandémica administrada por el Frente para Todos son la expresión contemporánea de una larga crisis del modelo productivo argentino. En 1974, hace 47 años, la pobreza era del 8% y la desocupación del 2,7%. ¿Cuáles fueron las causas que llevaron al desastre actual?
La Argentina que en 1930 era la sexta economía capitalista del mundo basó su desarrollo, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, en un trípode integrado por los frigoríficos, la exportación agrícola y los ferrocarriles. Las constantes migraciones de trabajadores que poblaron nuestro territorio, con mucho esfuerzo, pudieron elevar su nivel de vida, mientras nuestra oligarquía se enriquecía.
Reflejando los intereses de un sector de la burguesía argentina que resistía la penetración yanqui, Perón continuó con este modelo agroexportador, apoyado en un movimiento obrero nuevo, basado en la extensión de la industria liviana, sin desarrollar la industria pesada.
La penetración imperialista impidió el desarrollo de una economía que despegara del viejo modelo exportador de materias primas e importador de productos industriales. La dictadura militar del golpe de 1976 produjo un salto en la entrega del país al imperialismo, generando una deuda externa fraudulenta histórica, que aún seguimos pagando. Para ello debió derrotar las luchas de los trabajadores que la vuelta de Perón en 1973 no pudo contener luego del proceso abierto por el Cordobazo en 1969.
Con vaivenes, de acuerdo al curso de la economía mundial, los distintos presidentes de la democracia mantuvieron este modelo. Alfonsín arrancó con 22% de pobreza y terminó con el 38% y una hiperinflación. Además, llevó los U$S 40.000 millones de deuda externa de los militares a U$S 55.000 millones. Menem, en los 90, luego de algunos años de recuperación de la hiper heredada, y de haber privatizado las empresas de servicio para pagar la deuda (que llegó a U$S 146.000 millones al final de su mandato), paso de un 30% de pobreza en 1992 al 40% con el que se fue en 1999 (según el recálculo del Cedlas de la UNLP). Desde mediados de la década del 90, las luchas de los trabajadores obligaron a la creación de miles de planes trabajar.
De la Rúa dejó el gobierno expulsado por el Argentinazo del diciembre del 2001, con una pobreza que alcanzaba al 46% de la población, una deuda externa impagable luego del “Blindaje” y “el Megacange” de Cavallo. Duhalde recibió el país con un 66% de pobreza, que llegó a un 62% cuando asumió Kirchner en 2003. El ex presidente tuvo que implementar dos millones de planes Jefes y Jefas de hogar para intentar contener la crisis social y la revuelta que esta trajo consigo.
Los gobiernos de los Néstor Kirchner y Cristina Fernández tuvieron una enorme oportunidad para, con el enorme e histórico ingreso de capitales productos de los precios de los comodities que exportaba el país, cambiar la matriz productiva. Lamentablemente, si bien hubo alguna recuperación industrial, esta se hizo sobre la base de la ocupación de mano de obra ociosa de la infraestructura instalada, sin cambios cualitativos en la misma, aprovechando además los bajos niveles salariales que la “pesificación asimétrica” generó. La salida de la recesión permitió una recuperación de los índices salariales y sociales, no sin pelea por las mejoras, pero la pobreza nunca bajó de un “núcleo duro” de más del 25%, aún en los mejores momentos. Cristina entregó el gobierno con más de un 30% de pobres.
Para generar trabajo y terminar con la pobreza hay que cambiar el modelo
La crisis de la economía mundial capitalista, la recesión argentina, agravada por la pandemia, están llevando al país a un nuevo estallido, más fuerte aún que otras crisis económico políticas, como la de 1981-1982, 1989 y 2001. El gobierno y su flamante Consejo Económico Social van a intentar que el costo de la crisis la paguemos los trabajadores y sectores populares. Debemos enfrentarlos e impedírselos.
Es necesario un programa de emergencia que partiendo de un aumento general de salarios, jubilaciones y planes sociales que cubran la canasta familiar, fije precios máximos y aplique la ley de abastecimiento ante las maniobras de los grandes monopolios empresarios.
Sobre esa base hay que cambiar la actual matriz económica productiva, desarrollando un programa impositivo progresivo sobre la base de impuestos a las grandes empresas, lanzando un plan de infraestructura y viviendas populares para generar millones de puestos de trabajo, con una profunda reforma agraria que expropie a los terratenientes y grandes capitalistas del campo y lo repueble con agricultores y un modelo ecológico, nacionalizando la banca y el comercio exterior.
Recientemente el ministro Guzmán en una entrevista con Marcelo Bonelli, luego de que el periodista afirmara que gran parte de la deuda contraída por Macri se había fugado, señaló que con ese dinero “se podría haber reconstruido toda la infraestructura del país”. Al revés del ministro, queremos dejar de pagarla y utilizar esos recursos para que haya trabajo para todos y se termine con la pobreza en nuestro país.
1. Art. “El desempleo sería del 29% si no fuera por la brutal caída de la población activa”, publicado en Economía y Política del 24/09/2020.