«Para comprenderlo basta recordar el odio concentrado que esta figura provoca y provocará en todos los enemigos de la clase obrera. Porque la naturaleza ha producido una obra maestra al reunir en un solo hombre la personificación del pensamiento revolucionario y la energía indomable de la clase proletaria» L. Trotsky
Escribe: Emilio Poliak
Para lxs marxistas, las grandes transformaciones sociales son fruto de la acción de las masas, en el marco de determinadas condiciones sociales objetivas y de la lucha de clases que esta produce. Sin embargo, el papel de ciertos hombres o mujeres puede ser determinante para que esas condiciones tomen un rumbo que acerque o aleje la posibilidad de los triunfos revolucionarios. Lenin fue este tipo de personas. Su rol fue decisivo para que al calor de la lucha obrera y campesina de Rusia se desarrolle una dirección capaz de dirigir toda la energía de las masas hacia la victoria. Por otra parte, sus aportes teóricos y políticos son de lectura obligada para quienes continuamos la pelea por la revolución socialista. Entre sus trabajos destacados podemos citar el «¿Qué hacer?», «El imperialismo, fase superior del capitalismo», «El Estado y la Revolución» o «El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo».
Un partido para la revolución
Entre sus aportes más importantes al movimiento revolucionario se encuentra su concepción para la construcción de un partido que pueda transformarse en dirección de la revolución. Para Lenin no había posibilidad de forjar una herramienta de combate sin una organización centralizada, capaz de actuar en la legalidad tanto como en la clandestinidad, para lo que era preciso contar con una estructura de militantes profesionales, que hicieran de la actividad revolucionaria el eje de su vida, formándose para eso. Esta característica no tiene nada que ver con la caricatura que el stalinismo hizo de ella. La centralización y unidad necesaria para enfrentar la autocracia y la represión no excluía, por el contrario, implicaba el debate permanente de la estrategia y la táctica a seguir. Basta repasar la historia de los debates y las disputas al interior del Partido Bolchevique para ver que la confortación de ideas, así como la formación de diferentes fracciones, eran comunes y muchas de esas discusiones eran públicas. En muchas Lenin estuvo en minoría, sin embargo, daba la pelea hasta el final, convencido en que la justeza de sus ideas y su perspectiva tarde o temprano serían ratificadas por la realidad.
Para Lenin se trataba de construir el Estado Mayor de la revolución. Tenía una confianza plena en la clase obrera y sus luchas, convencido que un partido sólido en los principios marxistas y flexible en las tácticas sería capaz de agrupar en su seno a los mejores elementos y corrientes revolucionarias en el momento decisivo. Esta idea se confirmó durante los eventos de 1917. En el congreso de agosto de ese año se produjo la unificación del Partido Bolchevique con distintos grupos revolucionarios que confluyeron en la estrategia de la pelea por el paso del poder a los soviets. El caso más emblemático fue el de Trotsky, con quien mantuvo duras polémicas durante más de una década y sin embargo en el momento en que sus visiones coincidieron no dudó en proponer su incorporación a la máxima dirección del partido. En última instancia, los actos de Lenin estaban supeditados exclusivamente a las necesidades de la revolución. En toda la historia del bolchevismo, una vez que las diferencias eran zanjadas por la realidad, aquellos dirigentes que habían encabezado las diferentes fracciones volvían al trabajo de la dirección en tareas de importancia. Tal fue el caso de Kamenev y Zinoviev, o más adelante de Bujarin.
Intervenciones decisivas
Como señalamos anteriormente, en momentos claves su intervención fue determinante. Cuando se produjo la división entre mencheviques y bolcheviques, más allá de los acercamientos coyunturales o unidades episódicas entre las dos fracciones del PSDR que se sucedieron entre 1903 y 1917, Lenin fue inflexible en mantener la fracción bolchevique como una organización democráticamente centralizada, combinando el trabajo clandestino con el aprovechamiento de los resquicios de libertades que se le arrancaban a la autocracia zarista coyunturalmente, lo que permitió forjar los cuadros y dirigentes capaces de intervenir en la revolución.
Al estallar la revolución de febrero que derribó a la monarquía y dio surgimiento al gobierno provisional por un lado y a los soviets por el otro, Lenin se encontraba exiliado en Suiza. Dentro de la socialdemocracia rusa, los mencheviques seguían una política de apoyo crítico al gobierno burgués, coherente con su análisis de que Rusia debía pasar por un período de democracia burguesa antes de emprender la lucha por el socialismo. La dirección del partido Bolchevique encabezada por Kamenev y Stalin seguía un lineamiento similar promoviendo la unificación de las distintas fracciones PSDR. El discurso en la estación de Petrogrado a su regreso del exilio y las Tesis de Abril, fueron claves para torcer el rumbo conciliador de la dirección del Partido. En septiembre volvió a ser decisivo cuando un sector de la dirección dilataba la decisión de llevar a cabo la insurrección.
La lucha contra la burocratización
Lxs críticos del bolchevismo plantean que el surgimiento del satlinismo fue una consecuencia lógica del tipo de partido leninista. El propio Stalin pretendió erigirse como su sucesor. La realidad es que los últimos años de la vida de Lenin están marcados por la lucha contra la burocratización, tanto del Estado como del partido. El aislamiento de la URRSS por la derrota de la revolución europea, el hambre provocada por la guerra civil, la pérdida de gran parte de la vanguardia y de dirigentes importantes, el atraso cultural y tecnológico, junto a la disminución de la clase obrera producto de la crisis, fueron factores objetivos que explican el surgimiento de la burocracia. Lenin emprendió una batalla para combatirla. Durante sus últimos meses de vida impulsó diferentes propuestas, polemizó con Stalin, escribió su testamento donde llamaba a relevarlo del cargo de Secretario General y rompió relaciones personales con él. La muerte prematura, el 21 de abril de 1924, le impidió continuar esa batalla. Es difícil saber si la presencia de Lenin hubiera logrado cambiar el devenir de los hechos, dadas las condiciones objetivas que dieron origen al crecimiento del aparato burocrático. Su compañera, Krupskaya, dijo alguna vez que si hubiera continuado vivo habría acabado en la cárcel o en un campo de concentración. Tal vez su presencia hubiera logrado demorar la consolidación de la burocracia y responder con una política revolucionaria a los nuevos levantamientos en Europa y Asia, revirtiendo el aislamiento del naciente Estado Obrero. Es difícil saberlo. Lo que está claro es que la consolidación de la burocracia se logró con el exterminio físico de la generación que dirigió la revolución, lo que marca que se trató de una contrarrevolución y no de una continuidad del leninismo.
Más vivo que nunca
A 151 años de su nacimiento y 97 de su muerte, sus aportes a la causa revolucionaria mantienen su vigencia. La magnitud de la crisis capitalista y la respuesta de las masas obreras y populares con rebeliones y revoluciones en todo el mundo colocan como tarea de primer orden la lucha por construir una dirección revolucionaria internacional, y en todos los países. El combate a los posibilistas, herederos tardíos del menchevismo, así como la intervención en las luchas en base a sólidos principios marxistas, pero con la necesaria flexibilidad táctica, es la única posibilidad de que la energía de las masas no termine en nuevas derrotas y permita lograr una sociedad sin opresión ni explotación.