Esta fecha es una de las más importantes para la clase obrera mundial, y para nuestro país no es excepción. El recuerdo de los Mártires de Chicago evoca la lucha de los trabajadores, pero también a lo largo de la historia fue una expresión de cada momento de la lucha de clases.
Escribe: Germán Gómez
En Argentina, el primer acto del día del trabajador fue en 1890 en pleno barrio de Recoleta, donde el grupo de obreros alemán Verein Vorwärts (Unidos Adelante, en Alemán) realizó la primera convocatoria con el nombre de «fiesta internacional de los obreros» y con la consigna central de «8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de esparcimiento», el viejo lema socialista sobre la jornada de trabajo. Durante los siguientes años del siglo XIX, fueron esporádicos los actos del 1º de Mayo, ya que los socialistas eran la única organización obrera existente y no lo tomaban aún con la relevancia que tenía. Para principios del siglo XX, con la aparición de la FORA y el movimiento anarquista, la fecha recuperó su reivindicación de clase e internacionalista. Incluso el punto álgido de la lucha obrera contra el régimen conservador tuvo sus expresiones en las jornadas de 1909 y 1910; en la primera con la represión del acto convocado por los anarquis-tas en plaza Lorea, que resultó en una serie de enfrentamientos entre trabajadores y la policía que se conoció como «semana roja». Al año siguiente, en medio de los festejos por el centenario del país, sectores conservadores y oligarcas atacaron locales obreros y boicotearon el acto para evitar que los trabajadores pudieran expresarse y arruinar la «fiesta nacional».
La lucha es por poder organizar el acto
Con el gobierno de Yrigoyen la tónica seguiría siendo la misma, entre actos reivindicatorios y represiones, pero con el aliciente de la recién creada «liga patriótica» enfrentándose a los trabajadores en la calle. Para el común de la sociedad, el 1º de Mayo era un día de conflicto entre la clase obrera y la reacción oligarca. La década del 20 estabilizó esta situación, al punto que para 1930, Hipólito Yrigoyen agregaría la fecha al calendario oficial, pero denominándolo como «Fiesta del Trabajo» para quitarle el sentido de clase a una fecha tan importante y asignarle solo el valor de asueto laboral.
La década infame volvería a traer represión como moneda corriente, pero los actos comenzaban a tener mayor convocatoria, logrando vencer la resistencia de los distintos gobiernos conservadores. Durante esta etapa el Partido Comunista, quien organizaba los actos más convocantes, solía hacerlos con consignas de coyuntura nacional y le quitaba el carácter internacionalista. Pero en 1940 con la explosión de la segunda guerra mundial se convirtieron en mitines netamente internacionalistas que condenaban a las potencias del eje reclamando medidas por parte del gobierno nacional. En el mismo sentido, el acto de 1945, que coincidió con la caída de Berlín en manos del Ejército Rojo, se convirtió en una fiesta popular bajo el atento control de los militares argentinos.
La fiesta es de lucha y es de los trabajadores
La llegada al gobierno del Peronismo, con su política de conciliación de clases, retomó la concepción de «Fiesta del Trabajo» organizando desde el propio Estado los actos oficiales, siendo absolutamente literales al concepto de fiesta y vaciándolos de contenido político de clase. Actos convocados en Plaza de Mayo, con la palabra de Perón, Eva, números musicales e incluso la elección de la «reina del trabajo», como si fuera una fiesta patronal. La excepción seria el acto de 1952, cuando una debilitada Eva Perón realizara su emotivo último discurso con un tono más lúgubre.
A partir del golpe de 1955, los actos se atomizarían en sectores bien determinados; por un lado las organizaciones peronistas, que convocaban bajo la consigna de luchar por la vuelta de Perón y por el otro la izquierda y los sectores revolucionarios, que recuperaban lo mejor de la tradición obrera e internacionalista. El 1º de Mayo volvería a ser proscripto por el gobierno de Onganía, pero la lucha obrera, especialmente a partir del Cordobazo, barrería con su gobierno.
Los 70, con el gigantesco auge de las luchas obreras volverían a unificar a la clase trabajadora en actos de lucha y con un gran peso del clasismo, pero la vuelta de Perón volvería a dividir. La feroz represión de la dictadura militar provocaría un impasse en la organización de actos masivos, aunque siguieron organizándose acciones de resistencia.
La bandera de los revolucionarios
Con la caída de la dictadura, se darían los actos más masivos en décadas, siendo el viejo MAS una de las organizaciones más convocantes durante esta etapa.
Las décadas del 80 y 90, con la consolidación del neoliberalismo, vieron a las grandes centrales sindicales a convertir la fecha en una formalidad, sin actos y solo publicando cartas o declaraciones. Es la izquierda revolucionaria, entre la que se encuentra nuestro MST, la que mantuvo en alto, y lo hace aun, la memoria de los Mártires de Chicago, y también las luchas de la clase obrera mundial por liberarse de sus cadenas y explotadores. Manteniendo viva la tradición de lucha propia e intrínseca de los trabajadores y sosteniendo la misma bandera: la clase obrera es única y sin fronteras.