¿Qué festejan de Biden?

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En su discurso por los 100 días al frente del gobierno de Estados Unidos, Joe Biden anunció, entre otros temas, el plan de empleo «American Jobs Plan» y pidió liberar las patentes. Ante esto sectores del gobierno nacional, empezando por la propia Cristina Fernández, elogiaron sus medidas como muy «progres». ¿Es tan así? ¿Qué oculta la política de Biden para la economía yanqui y qué relación tiene con las economías y la vida de las y los trabajadores del resto de los países, en especial de América Latina?

Escribe: Cele Fierro

A los medios nacionales no les sorprendió tanto el discurso del presidente estadounidense, sino que se hicieron eco del hilo de tuits de la vicepresidenta, y luego, tras el discurso de Alberto Fernández que hizo referencia al pedido de Biden por la ley de sindicalización, lo nombró como «Juan Domingo Biden» y entonces las redes explotaron.

Por fuera de las tendencias en la red social del pajarito, es bueno hacer un par de reflexiones para quienes ahora creen que el jefe del imperialismo yanqui se transformó en «progre» y que, además, el peronismo hoy defiende las banderas de la clase trabajadora y la justicia social, la soberanía política y la independencia económica. No es así.
Lo primero que no dicen es que en el país del norte el ejercicio 2020 cerró con un enorme déficit fiscal, de 3,13 billones de dólares, un 218% mayor al año anterior. Quizás asusta menos que en nuestro país, ya que allá tienen la máquina de emitir «verdes». Pero su déficit lo pagará el pueblo norteamericano y muchos otros pueblos del mundo con más ajuste, porque la economía de EE.UU. está profundamente ligada a la explotación de la clase obrera en todo el planeta.

Norteamérica succiona los dólares del resto del mundo a través de las corporaciones que explotan a las y los trabajadores en otros territorios, y envían las divisas a sus casas matrices, y también vía el cobro de las fraudulentas deudas externas y sus intereses. No hay que perder esto de vista ni por un segundo. Mientras apoyamos a los trabajadores yanquis a organizarse por sus derechos, como acá, no olvidamos nunca que los jefes del imperialismo dan a veces algunas concesiones buscando frenar el descontento que tuvo su punto más alto en la rebelión ante el asesinato de George Floyd, y tampoco olvidamos que pueden hacerlo gracias a que expolian y explotan a los pueblos y territorios de todo el mundo. Conclusión: nada que festejarle al imperialismo.

Ahora bien; cuando desde la izquierda planteamos la necesidad de liberar las patentes de las vacunas contra el COVID nos decían que son ideas utópicas. Pero cuando lo plantea Biden corren a decir «¡sí señor, eso hay que hacer!» Y vuelven a festejarlo. La pregunta nuevamente es: ¿qué festejan? El pedido de Biden al que se sumaron mandatarios de la Unión Europea y Rusia no obliga a la OMC a ponerles fin a las patentes ni se hará de forma automática. Recién en su próxima reunión, el mes que viene, pondrán el tema en discusión. Mientras siguen muriendo millones, ese pedido termina siendo un saludo a la bandera… yanqui, por supuesto.

Pero, además, ese pedido de Biden esconde que su administración ya acaparó el 30% de las vacunas a nivel mundial y que mientras se jacta de los porcentajes de su población vacunada hay decenas de países que no han visto llegar ni una sola dosis.

Sólo por referenciar la situación de nuestro país, las vacunas que se produjeron en nuestro territorio se fueron a EE.UU., mientras que acá solo el 3% de la población tiene las dos dosis y ni siquiera se ha llegado a vacunar a todo el personal esencial. Ahora el gobierno nacional festeja el posible regreso de 4 millones de dosis, de las producidas en Garín, pero omite decir que ya se llevaron más de 70 millones. Insisto: nada que festejar.

No hay un imperialismo bueno ni uno menos malo. Es nuestro mayor enemigo, es el enemigo de todos los pueblos, es el gendarme del mundo que bombardea y mantiene tropas en todo el planeta, el que nos explota y nos oprime para seguir beneficiándose y garantizando el ingreso de divisas a las corporaciones que defiende.

Por eso no le festejamos nada y rechazamos la política de la burguesía dependiente y de los sectores políticos, empezando por el macrismo, que no sólo son sumisos sino devotos del imperialismo. Y tampoco inquieta que quienes años atrás aclamaban «Braden o Perón» ahora hayan pasado al «Braden o Biden», mostrando que su antiimperialismo hoy es de cartón pintado. Por eso llamamos a quienes verdaderamente levantan las banderas antiimperialistas a rechazar esa política de elogios al jefe del imperio y a sumarse a una pelea consecuente contra los mandatarios de la continuidad y la profundización de las desigualdades.

 


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