¿Cuál es el origen del Club de París? ¿Cómo es la relación de Argentina con esa institución? ¿Es legítima la deuda que tiene Argentina con él? ¿Cómo fue la negociación de Kicillof y Cristina de esa deuda? ¿Qué diferencia tiene con el FMI? En estas páginas te invitamos a debatir estos temas.
Escribe: Carlos Carcione
En la última semana de mayo el presidente Alberto Fernández visitó en persona o se reunió virtualmente con varios Jefes de Estado europeos para pedir una nueva renegociación, la décima a lo largo de 65 años, de la deuda del país con el Club de París. Se trata de 2.419 millones de dólares pendientes de pago de la reestructuración del año 2014, firmada por Axel Kicillof el entonces ministro de Economía, que había sido ordenada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en el año 2008. Esta negociación es presentada con un tono épico, como la del año 2020 con los bonistas de los fondos buitres y la todavía pendiente con el FMI. Se trata de mostrar como si fuera una versión pos-moderna de la clásica «liberación o dependencia», cuando en realidad es sólo un nuevo capítulo del desfalco continuado que por el mecanismo del endeudamiento externo está destruyendo el país en los últimos 50 años.
El Club de París, aunque no es estrictamente una institución financiera, es un grupo que reúne a los países más poderosos del planeta, que otorgan préstamos específicamente para incentivar sus exportaciones industriales. A diferencia de los organismos financieros internacionales como el FMI, el BID o el Banco Mundial, no presta directamente. Sin embargo la mecánica de las reestructuraciones de las deudas que el grupo representa está atada en general al visto bueno del Fondo Monetario.
Estas negociaciones en curso vuelven a mostrar la existencia de una política de estado. Todos los gobiernos en el medio siglo pasado cumplen a rajatabla con las deudas contraídas sin importar el signo del gobierno que las haya contraído. Y lo hacen sin importar tampoco su legitimidad, si son producto de la especulación criminal, si fueron asumidas legalmente o no, o si los créditos fueron destinados a la fuga. En esto como en todas las cuestiones importantes para la vida del pueblo trabajador y para la soberanía del país no hay grieta.
A diferencia del silencio que el kirchnerismo emite sobre la negociación de estas deudas con el Club de París mientras critica al Fondo Monetario o con los bonistas, no hay diferencias sustanciales entre ellas. El relato necesita encubrir algunas para justificar el pago integral de una deuda que tiene largamente probada su ilegitimidad.
Dictadura militar, deuda externa y Club de París
En los seis años que transcurren entre el golpe del 24 de marzo de 1976 y la caída de la dictadura en 1982, la deuda externa del país aumentó un 465%, pasando de 7.800 millones de dólares a 45.100 millones de la misma moneda. Una parte importante de esta deuda, superior a los 10.000 millones según los informes del Banco Central de la época fue destinada a la compra de armas y comisiones por esa compra. Mientras que una cifra algo menor corresponde a deuda privada asumida por el Estado.
En la lista de las empresas que transfirieron sus deudas al Estado argentino figuran entre otras, por ejemplo, Celulosa Argentina (1.500 millones), Cogasco (1.350 millones), Autopistas Urbanas (950), Pérez Companc (910), Acindar (650) Bridas (600), Banco de Italia (550), Alpargatas (470), Techint (350), estas eran las empresas que tenían las deudas más abultadas.
sobre la segunda empresa que más deuda transfirió al estado, Cogasco, además está probado que estuvo involucrada en una operación que involucraba a Gas del Estado por la toma de un crédito que se registró pero nunca ingreso a la empresa estatal. Y por lo tanto abultó de manera absurda las pérdidas de la estatal, lo que como veremos luego facilitó su privatización. Este crédito fue negociado en el Club de París. Lo mismo sucedió como explicamos en otro artículo de estas mismas páginas con un crédito reclamado por Holanda y que fue pedido por la Armada Argentina en esa época, pero del que nunca ingresaron los fondos. Este crédito también fue reestructurado y paso a aumentar la deuda con el Club de París.
Al igual que las deudas contraídas con el FMI y las de los bonistas, las del Club de París también están cubiertas por la sombra de la ilegalidad y el carácter odioso del endeudamiento de un gobierno genocida, que actuó como fuerza militar de ocupación en el propio país. El reconocimiento de esta deuda infame, de esta estafa programada fue convalidado por el gobierno de Raúl Alfonsín y el primer parlamento electo en la vuelta a la democracia. Todos los partidos tradicionales cerraron filas para cumplir con los pagos del saqueo.
Convertibilidad y colapso
Esta evolución de la deuda externa, la exigencia de los acreedores que los gobiernos nacionales cumplieron, entre otras razones, desembocaron en la hiperinflación de 1989 que provocó el adelantamiento de la entrega del gobierno de Raúl Alfonsín a Carlos Menem. Al no detenerse el ritmo hiperinflacionario, la crisis fue aprovechada para instrumentar la convertibilidad del peso y la paridad un peso un dólar. Esta fue la palanca para el desmantelamiento de gran parte de la industria local, la privatización de casi todas las empresas públicas y la liquidación de la seguridad social y previsional, estatal y de reparto para llevarla a un sistema privado de fondos de pensión y la penetración de la siembra directa y los agrotóxicos, inaugurando un modelo financiero y extractivista, liquidando el anterior de sustitución de importaciones que dominaba la economía argentina desde mediados de la década del 30 del siglo XX.
Este proceso necesitaba del lubricante de la financiación de la deuda externa. Así la deuda pasa de 58.700 millones de dólares el último año del gobierno de Alfonsín a 146.219 millones al final del periodo de Menem en 1999. En lo que hace a la relación del Club de París en 1992 se hace una nueva reestructuración con 4 años de gracia y a pagar en 16 años, completando una sumisión a esa instancia y llevando la deuda ampliando a pesar de los pagos que se habían realizado hasta entonces a 3.900 millones de dólares.
Habiendo liquidado el capital social acumulado en décadas, privatizando el salario social diferido en las cajas de previsión, eliminada la posibilidad de una política monetaria soberana, y con la deuda externa habiendo crecido como una bola de nieve, al final de ese periodo llega el colapso de 2001 y la declaración de suspensión de los pagos de deuda externa argentina, entre ellas la del Club de Paris, arrancada por el Argentinazo, liquidando el maldito experimento de Menem-Cavallo-De La Rúa.
El relato kirchnerista y el acuerdo de Kicillof
Con el nombre de «desendeu-damiento» el gobierno de Néstor Kirchner inició una política de asegurar el pago de toda la deuda suspendida, sin investigar, sin denunciar ni repudiar la contraída por la dictadura, sin apelar al fallo del Juez Ballestero ni a la investigación de Alejandro Olmos. La deuda que al momento del default del 2001 era cercana a 180.000 millones de dólares llegaba en el 2009 a casi 200.000 millones.
Mientras tanto se hablaba de desendeudamiento, entre el 2003 y el 2008 se habían pagado 31.000 millones de dólares al FMI, el Banco Mundial y el BID, y se iniciaban las negociaciones para renegociar la deuda del Club de París. Y el modelo de renegociación con los bonistas que tanto elogia Alberto Fernández ya que se hizo mientras él era Jefe de Gabinete, quedó atado a la evolución de la inflación.
A finales de 2008, Cristina ordena la vuelta a las negociaciones con el Club de París, negociaciones que se concretan en 2014 cuando Kicillof, el actual gobernador de Buenos Aires, era su ministro de Economía. Para fines del menemato y antes de suspenderse los pagos, la deuda con esa asociación era de aproximadamente 3.900 millones de dólares, el ministro de Cristina Fernández firma un compromiso de pago reconociendo el total de la deuda y aceptando el pago de los intereses punitorios por todo el tiempo de impago que la llevó a la astronómica suma de 9.700 millones de dólares, un 40% de la cual, aproximadamente correspondía a intereses punitorios.
Ahora, oculta debajo de todas estas reestructuraciones, se continúan pagando deudas espurias, especulativas, ilegítimas y odiosas. Y los acuerdos de reestructuración contienen un carácter sumamente usurario, que tienen cláusulas que podrían aumentar en un 83% la deuda pendiente de no pagarse en tiempo y forma. Generando la bola de nieve que provoca que cuanto más pagamos más debemos.
La verdad es que el único momento de la historia reciente del país donde la economía creció derrumbando el mito de la necesidad de las inversiones extranjeras, fue justamente el periodo donde empujados por la rebelión del Argentinazo, se suspendió el pago de la deuda.
Mal que les pese a los que creen que esta es la única salida posible, la realidad es que al asumir el pago de una deuda odiosa están aceptando el saqueo continuado del país. Un saqueo apoyado en el mecanismo de la deuda, ya sea esta del FMI o del Club de París. Por todo esto la única política para resolver el tema de la deuda es no pagarla.
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