El de la grieta o el de la izquierda. Dos modelos de país

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Alberto y los suyos nos dicen que la economía está creciendo a niveles prepandemia. Hasta el FMI cambió las previsiones de crecimiento para la Argentina del 5,8 al 6,4% superando la media regional, a la par que hay ingreso récord de dólares por las exportaciones agroalimentarias. Pero la realidad nos muestra que la pobreza e indigencia crecen año tras año, alcanzando ahora a casi el 50% de la población. Son las consecuencias de un modelo capitalista que, con algunos matices se viene aplicando desde hace décadas, siempre al beneficio del imperialismo y las grandes corporaciones.

Escribe: Gerardo Uceda

En modo de furiosa campaña electoral, desde la Rosada y el ministerio en los últimos días tratan de instalar la idea de que la economía está creciendo a niveles prepandemia. Utilizan todo tipo de manipulación estadística como comparar el peor mes del 2020, ocultar la caída del 10% producto de la crisis y, así, hablar indistintamente de crecimiento vs. rebote económico. Resaltan que el FMI cambió sus predicciones de crecimiento para la Argentina del 5,8% al 6,4%, obviando que este cambio esconde la intención del Fondo de exigir mayor ajuste, dado el mayor crecimiento potencial. Por otra parte, hay un dato que no se populariza tanto porque podría dar lugar a reclamos y, sobre todo, a desenmascarar las multimillonarias ganancias de los sectores más concentrados de la burguesía nacional.

Esto es que el ingreso de divisas acumuladas en los últimos seis meses del año superó los U$S 16.659 millones de dólares, es un récord absoluto de los últimos 18 años. Dicho de otro modo, si las grandes corporaciones agroexportadoras «liquidaron» divisas por ese monto, ellos ganaron como mínimo dos veces más. Tanto es así que, el propio FMI asienta su pronóstico de mayor crecimiento para la Argentina en comparación con el resto de los países de Latinoamérica y, en general, de los países en vías de desarrollo, nada menos que en el alto precio de los alimentos y los granos.

Del mismo modo nos presentan que la negociación con el FMI está avanzando por buen camino, que se prorrogarían los vencimientos para este año y el próximo, ocultando que dejaron atrás las promesas de campaña de no reconocer la deuda contraída por Macri y que, de la mano ahora de Fernández, el Fondo se quedará a vivir en el país por más de 10 años controlando la marcha de la economía y recomendando sus conocidos ajustes.

Contradictoriamente, ninguno de estos números, en apariencia auspiciosos, se condicen con la desesperante situación que vive la inmensa mayoría de la gente donde, con la doble crisis económica y sanitaria del 2020 llega a casi el 50% la pobreza y más de 5 millones de indigentes. Con el 40% de los trabajadores en blanco también pobres y ni qué hablar de los jubilados o los que sólo tienen un plan social. Se trata pues, de dos dimensiones o mundos diferentes, uno en el que viven los ricos y poderosos que se benefician directa o indirectamente de un modelo que, con matices vienen aplicando los distintos gobiernos militares, radicales, peronistas y macristas desde hace décadas. El otro es el universo en el que vivimos el 80-90% de la población que sufre de los ajustes cada vez más feroces aplicados sobre la espalda de millones, precisamente para sostener a una casta privilegiados.

Ajuste y pagadores seriales

En resumen, el modelo que se viene aplicando en el país desde hace casi 70 años tiene cuatro ejes o características básicas: el endeudamiento externo, la falta de inversión productiva, la inflación y el ajuste sistemático sobre las masas.

Fue a poco de creado el FMI, y otros organismos internacionales de control, por parte del imperialismo triunfante en la posguerra, que la Argentina comenzó a endeudarse. A pesar de la reticencia inicial de Perón lo cierto es que la deuda se fue multiplicando por 4, por 8 y hasta por 18 veces a través de las distintas décadas. Los saltos mayores se produjeron durante la dictadura del 76 y luego con el menemismo. Y, si bien hubo momentos en los que no se pagó o entramos en default, como le llaman. Lo cierto es que siempre pagamos, y pagamos muchísimo más que lo que nos prestaron aun aceptando intereses usurarios, porque pagamos la deuda de los privados en la dictadura, pagamos con YPF y cientas de nuestras empresas públicas de servicios con Menem, pagamos con los ahorros de la clase media y trabajadora con De la Rúa y, a pesar del supuesto discurso de desendeudamiento de los Kirchner, pagamos con el matrimonio decenas de miles de millones de dólares, incluso al contado y por adelantado al FMI. Entonces, mal que le pese a Cristina digamos que ella no tiene la exclusividad, todos han sido «pagadores seriales» pero, a pesar de ello la deuda creció desde los U$S 53 millones que día Perón, a los más de U$S 240 mil millones que nos dejó el kirchnerismo y ni qué hablar del salto en U$S 82 mil millones de Macri que llevaría la deuda a más de U$S 323 mil millones. Toda o casi toda esa deuda es fraudulenta e ilegal, sea porque se duplicaron los certificados, porque se estatizó deuda privada para que la pagáramos todos, o como decía Alberto en campaña, con razón, porque la usaron los amigos del macrismo para fugarla. Lo cierto es que llegamos al 2020 con la sunción del Frente de Todos, con una deuda inmensa de más de 60 mil millones de dólares con los privados, 44.000 con el FMI y más de 10.000 con el Club de París. Para peor, con vencimientos muy cercanos, en el 2021 entre deuda en pesos y en dólares los vencimientos superaban los 34.000 millones de dólares, cosa a todas luces impagables, menos aún en pandemia. Pero Alberto y los suyos que, más allá de los dichos de campaña, que no pagarían el endeudamiento de Cambiemos por ser fraude, pertenecen también al grupo de los pagadores seriales y, así, su política nunca fue ni será dejar de pagarla sino, patear la pelota para adelante. Ahora para el 2023, así eso nos cueste el doble de intereses punitorios, pagarles más de U$S 7.500 millones en plena crisis sanitaria y someterse a los dictados del FMI por décadas.

La otra característica de este modelo es la falta de inversión productiva que, justifica gran parte del endeudamiento que describimos. En nuestro país se necesitarían más de 30 años de una inversión superior al 20% anual para generar puestos y condiciones de trabajo genuino, renovación de maquinaria obsoleta, sustitución de importaciones y disminuir el déficit fiscal originado por la diferencia negativa entre importaciones y exportaciones. Como nada de eso hicieron los distintos gobiernos, las diferencias en este intercambio desigual con lo producido por los imperialismos, se pagó siempre con más deuda, inflación-devaluaciones y con ajuste como ya veremos.

La inflación de la que se quejan los capitalistas y corporaciones, la sufre en especial el pueblo ya sea porque, lo que más aumenta siempre son los alimentos y productos de consumo popular, o porque tenemos salarios fijos que siempre quedan retrasados frente a la inflación general. En cambio, los grandes formadores de precios o intermediarios tienen múltiples mecanismos para compensarla, aprovecharla o, incluso fomentarla, a través de remarcación de precios, traslado de costos, acaparamiento, moratorias, etc. Y, si bien hoy se debate entre la derecha recalcitrante que insiste en que la inflación es por emisión monetaria y, el gobierno que insiste en la multicausalidad de la misma, ambos esconden que desde hace más de 10 años no pueden echarle la culpa al aumento de salarios como lo hicieron desde el 2004 al 2010 por la única y sencilla razón que, desde entonces los salarios han estado por detrás de la inflación.

Esto último nos lleva al punto clave de todo este modelo y es quién paga todo este endeudamiento y despilfarro. Y aquí la respuesta es contundente y una sola, es el pueblo quien paga y con ajuste. Sobran números para demostrarlo, desde la participación del salario en el PBI que pasó de un 48%, en la época dorada del peronismo, a menos del 21% en la actualidad. También la concentración de la riqueza lo demuestra, donde aún en plena crisis y pandemia los ricos aumentaron su riqueza entre un 15 y 30%, mientras los trabajadores perdimos más del 12 y hasta el 20% del poder adquisitivo. Lo que llevó a que, la diferencia entre los que más ganan y los que menos sea del 2500%, donde el 10% de arriba se queda con el 31% de la riqueza y el 10% de abajo con sólo el 1,2% y esto empeoró aún más desde el 2020. Esto es lo que justifica que hoy si se considera la denominada pobreza multidimensional el 49,5% de la población sea pobre y haya más de 5 millones de indigentes. Con jubilados al borde de la indigencia, como los que reciben planes sociales. Y, así, podríamos continuar por varias páginas dando ejemplos de este ajuste sin fin, con que los ricos y sus corporaciones pagan la fiesta en la que viven.

El modelo que proponemos

El que describimos, y que defiende abiertamente la derecha de Cambiemos o la ultraderecha, pero también el Gobierno del Frente de Todos, aunque trate de presentar alguna queja o diferencia es un modelo que no va más. Queda demostrado, en estos 70 años de historia que sólo ha traído penurias, miseria, decadencia y ajuste sin fin.
Nosotros proponemos un modelo opuesto por el vértice, por eso decimos que hay que dar vuelta todo. Porque es así, no se arregla con reformas parciales o el posibilismo K. Si queremos empezar a salir de la crisis tenemos que aplicar medidas de fondo, anticapitalistas y socialistas, algunas de las cuales resumimos a continuación.

Declarar el default soberano de la deuda: porque es impagable, ilegal y fraudulenta, no podemos pagar un solo peso de deuda externa. Con esto se ahorrarían cientos de miles de millones de dólares que se tienen que pagar en los próximos 10 años y, se podría empezar a pagar la deuda con el pueblo.

Instrumentar una verdadera reforma tributaria donde haya impuestos progresivos a las grandes ganancias y fortunas, a la renta financiera y especulativa. Donde en forma permanente, no la payasada del «aporte solidario a los ricos» de Máximo, paguen cada vez más los que más tienen.

Nacionalizar la banca y el comercio exterior. Paso indispensable para evitar la fuga de capitales por parte de privados y grandes corporaciones, que sólo en la época de Macri se estima en más de 50.000 millones de dólares, pero que suma más de 350.000 millones en todos estos años, en curiosa coincidencia con el monto total de la deuda. La nacionalización del comercio exterior y de los puertos impediría, también, las maniobras de sub y sobre facturaciones que hacen a diario los grandes exportadores agroindustriales, o directamente ocultamiento de exportaciones como hacen las megamineras, llevándose fortunas sin pagar ni un peso.

Nacionalizar las empresas púbicas y de transporte. Para evitar el curro de tarifas impagables que les otorgó Macri pero que continúa con Alberto. Y para tener tarifas accesibles al pueblo, no con los parches kirchneristas de las «zonas frías», no queda otra salida que nacionalizar todas las privatizadas, los trenes y el transporte, bajo control de los trabajadores y usuarios. Hay que acabar con el curro de los subsidios que sólo sirven para engrosar los bolsillos de los dueños de las privatizadas.

Aumento general de salarios, jubilaciones y planes que cubra el costo de la canasta familiar. Sostenemos que con lo obtenido del no pago de la deuda, la reforma tributaria y el control del comercio exterior, sobra dinero para que todo el mundo gane un sueldo digno.

Plan de viviendas y obras públicas. Los socialistas decimos que la única manera de tener trabajo genuino es a través de poner en marcha un plan de viviendas y obras públicas de infraestructura necesarias. Sólo con lo que este año se debía pagar de intereses de la deuda se podrían construir 1,5 millones de viviendas populares, lo que daría trabajo en forma directa a más de 4,5 millones de personas y tres veces más de manera indirecta.
Para atacar la desocupación y precarización laboral proponemos una jornada de 6 hs con reparto de las horas sin tocar el salario. Aprovechando los avances tecnológicos y la productividad industrial conseguida en beneficio de la gente y no de la ganancia empresaria.

Atacar de verdad la inflación. El gran flagelo de la inflación se ataca con un verdadero control de precios, aplicando la Ley de Abastecimiento que contempla multas y hasta la cárcel para aquellos que especulen, remarquen y acaparen mercaderías. Eliminando el IVA a los productos de consumo popular y actualizando salarios, planes y jubilaciones cada tres meses según la inflación real.

Acabar con el extractivismo, el fracking y la megaminería. El capitalismo en su fase de decadencia total actual, en su afán de conservar la ganancia, lleva al mundo y la naturaleza al borde de su destrucción. Por eso envenena el agua y el suelo, para extraer oro que da enormes ganancias o, destruye el subsuelo con el fracking para que siga andando una industria ya obsoleta que utiliza combustibles fósiles. Debemos cortar con toda esta matriz de destrucción y cambiarla por otra perspectiva, ecosocialista que cambie radicalmente la matriz productiva, de renovación de energías, impidiendo las factorías porcinas, la pesca indiscriminada, etc.

No a la discriminación. Estamos en contra de toda opresión, el modelo que defienden la derecha y los capitalistas en general es de un mundo regido por el patriarcado, donde las mujeres y las disidencias son segregadxs en sus trabajos, cuando no directamente perseguidxs. Reciben salarios menores o son condenadxs a la desocupación y marginación. Nosotros le estamos por la destrucción de ese patriarcado y contra toda opresión.

 


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