Hacia el I° Congreso Mundial de la LIS. Argentina: ¿la clase obrera no nació peronista y nacionalista?

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En el número anterior de AS, publicamos un artículo de Alejandro Bodart, presentando el contexto y los desafíos hacia
el I° Congreso Mundial de la Liga Internacional Socialista. En esta edición, inauguramos un ciclo para contribuir a que el nuevo activismo que se está organizando con el MST en el FIT-U y espera con expectativas el evento de la LIS, cuente con más información histórica y política sobre el internacionalismo militante y la izquierda en nuestro país. Contra toda
la mitología creada y propagada en la clase trabajadora. Para reconectar, en definitiva, con lo mejor de ese “sello de origen” del movimiento obrero en nuestro país.

 

Escribe: Guillermo Pacagnini

 

El capitalismo como sistema, tiene al empresariado, banqueros y latifundistas como la clase social que domina la economía. Pero, para controlar a los trabajadores, también necesita producir un determinado “sentido común”: una forma aceptada de pensar que lo haga asimilar, por ejemplo, su propia historia oficial a la medida de los intereses de este sistema de explotación. Para ello cuenta con aliados políticos y sindicales en el movimiento obrero de cada país. En el nuestro, ese rol lo viene jugando fundamentalmente el peronismo desde hace más de 70 años. Así, fue convenciendo y haciendo “pedagogía” ideológica en la clase obrera durante décadas, sembrando varios mitos, falsedades y ocultamientos históricos:

Que la clase obrera siempre fue nacionalista, defensora de la patria y todo resumido en un eslogan: “para un argentino, no hay nada mejor que otro argentino”. Ergo, lo peor son los migrantes, “enemigos” y “competidores” por el trabajo.

Que el 1° de Mayo es el día de la fiesta “del trabajo”, de esa gran familia en la “producción” que serían el obrero y el buen patrón nacional. Así, en lugar de lucha por los reclamos antipatronales y contra los gobiernos de turno, ese día de la clase trabajadora, sería un “feriado” para descansar, incluso a la par de los representantes de los patrones.
Que la clase obrera aspira a una colaboración armónica con el capital, el “fifty-fifty”, el 50 y 50 entre trabajadores y capitalistas en el reparto de la “torta” de la riqueza nacional.

Que el movimiento obrero organizado y sus sindicatos nacieron con el peronismo, dirigidos siempre por la burocracia sindical que impuso un modelo de unicato, estatismo, verticalismo y pensamiento único. “Los sindicatos son de Perón”.

Que los trabajadores adscribían fervorosos a la doctrina social de la Iglesia. Un completo negacionismo de su origen de izquierda y anticlerical.

Veamos, en la verdad histórica profunda de los trabajadores, qué hay de cierto en todo eso, empezando por Argentina.

Nacidos al mismo tiempo: movimiento obrero e izquierda en Argentina

La verdadera historia, no la oficial, marca que el último tercio del siglo XIX fue clave para la génesis de la clase obrera con el surgimiento de los primeros sindicatos forjados al calor de las primeras luchas libradas por derechos laborales elementales. Lejos de la versión oficial, estas primeras organizaciones tenían una impronta muy diferente a la de la liturgia peronista. Había libertad sindical, los obreros se organizaban según sus necesidades y no regimentados por una receta del estado. Primero por oficio y luego con el desarrollo capitalista por rama y, ya entrado el siglo XX, conformando las primeras centrales.
Pero ese fenómeno donde se desarrolló la organización sindical de la clase se hizo bajo la influencia directa de la izquierda. Porque la vertientes que forjaron nuestra clase fueron inmigratorias forzadas por la represión desatada en Europa sobre la izquierda revolucionaria pos-Comuna de París y otros procesos. Esta emigración forzada hizo recalar cuadros con esa impronta de izquierda en Argentina. Los comuneros franceses, los anarquistas italianos y los socialistas británicos, fueron las fuentes que imprimieron una génesis política de izquierda a nuestra clase.

Por ello había libertad de tendencias en sus organizaciones, independencia del Estado y se reproducían los grandes debates que se daban en la clase obrera mundial.
Por ello el carácter del 1° de Mayo fue de lucha, reclamando la jornada de 8 hs y otras reivindicaciones. Y con la huelga y la movilización como métodos.

También esta génesis hizo que la clase obrera fuera profundamente internacionalista de origen, al calor de la Primera y la Segunda Internacional de las cuales participó orgánicamente. Y desarrollándose fuertes campañas de solidaridad con la lucha de los trabajadores de otros países.

Pero esta independencia política de clase y este internacionalismo de origen, se fueron debilitando y perdiendo al calor de la traición de las direcciones políticas –anarquistas, socialistas y estalinistas- que tuvieron peso sucesivamente en el movimiento obrero.
El anarquismo y sus límites para elevar la lucha sindical a la política. PS que se transformó en reformista que reemplazó la movilización por el parlamentarismo. Y el PC estalinizado, cultor de la colaboración de clases y traidor de huelgas históricas por la subordinación a los intereses de la burocracia del Kremlin.

El fracaso histórico de esas izquierdas prehistóricas le abrió la puerta al peronismo, nacionalista burgués, e implicaron un salto hacia atrás en la conciencia política.
Al calor de la crisis histórica y estructural del peronismo, se retoma la pelea por volver a esos orígenes: cuando el movimiento obrero nació de izquierda, clasista e internacionalista, independiente de patrones, gobiernos y Estado.

El peronismo: colaborar con los patrones y estatizar los sindicatos

El peronismo surgió en un contexto mundial especial, a fines de la Segunda Guerra. La neutralidad del país permitió una acumulación inédita de divisas. Además, había empezado un proceso de industrialización en base a sustituir importaciones. Y se generó una doble migración: desde afuera llegaron contingentes de campesinos pobres, de Italia y España en su mayoría, a la vez que hubo una migración interna del campo hacia la Capital y el conurbano: los llamados cabecitas negras, sin formación político-gremial, incorporados a la creciente industria.

El peronismo, que se apoyó en el Partido Laborista para pronto prescindir de él, se consolidó como proyecto que organizó política y sindicalmente a la clase obrera, pero al servicio de la colaboración de clases. Su base estructural fueron las concesiones laborales que permitió la bonanza económica: aguinaldo, vacaciones, obras sociales, etc. Reclamadas desde hacía años y banderas de la izquierda, las concretó Perón desde la Secretaría de Trabajo.

Así surgieron los sindicatos por rama industrial y la CGT, en un modelo de estatización burocrática que originó el viejo lema “los sindicatos son de Perón”. Crecieron también las comisiones internas de fábrica, una conquista a disgusto de la burguesía, aún existentes. Pero el costo político fue muy alto. La mayoría trabajadora delegó su representación política en el líder paternalista, su esposa Evita y el Partido Peronista, que recién en 1971 pasó a llamarse Partido Justicialista. La consigna “de casa al trabajo y del trabajo a casa” sintetizó esa dependencia: el trabajador laburaba y la política la hacía “el General”. Desde entonces, sin duda, esa doble hegemonía se ha ido debilitando.

Nueva etapa en la clase trabajadora: estrategia socialista e internacionalista

Por cierto, el MST y la LIS no nacen de un repollo. Nos reconocemos en una historia militante internacional de más de 150 años y 70 en la Argentina, con aciertos y errores, buscando construir una alternativa política y sindical de los trabajadores y por el socialismo.

Estamos ahora ante una nueva etapa en el plano político y sindical, con oportunidades a cada paso y una ampliación de las posibilidades para la izquierda revolucionaria y, por lo tanto, internacionalista. La brutal crisis capitalista, con rebeliones y polarización mundial y regional, prepara una agudización de la lucha de clases en el país, con un gobierno peronista corrido a derecha y un extendido activismo entre los trabajadores y la juventud que busca nuevas alternativas por izquierda.
El MST plantea en el Frente de Izquierda avanzar hacia un gran movimiento político con libertad de tendencias para ser una fuerza que organice a decenas de miles e influencie millones, y se prepare para gobernar. A la vez somos parte de la LIS, como organización internacional de la clase obrera, en la perspectiva de reagrupar a las mejores tendencias del socialismo revolucionario de los cinco continentes.

Tenemos colocado entonces el desafío de encarar un nuevo ciclo a nivel nacional e internacional, acumulando las mejores experiencias del pasado y con mucho por construir en el presente y a futuro. Con esa convicción, reforzamos la invitación a este encuentro del internacionalismo obrero, militante y socialista que será el Congreso Mundial de la LIS en el próximo mes de diciembre en nuestro país. Porque la clase obrera es una y sin fronteras.

 

 


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