Desde la renuncia de Guzmán se aceleró la crisis económica y política del gobierno. Lejos de amortiguarse con la llegada de Batakis, la crisis se potenció. La brecha cambiaria alcanzó niveles récord, la inflación pegó un salto del 20-30% en un mes en muchos productos y los salarios sufren un retroceso descomunal. El gobierno, con un presidente muy debilitado, sólo atina a pedir el apoyo al FMI y EEUU, mientras ruega al campo que liquide la soja o intenta frenar al blue con la Federal en las cuevas. La única forma de salir de la crisis es avanzar en medidas socialistas como proponemos desde la izquierda.
Escribe: Gerardo Uceda
Todos sabemos, porque lo sufrimos, que la economía del país viene en crisis desde hace años. Con la inflación que se come salarios y jubilaciones, con desempleo y pobreza crecientes. Y cuando desde el gobierno nos decían que estábamos creciendo y recuperando los niveles prepandemia, nadie veía reflejado en sus bolsillos el 10% de recuperación que anunciaba Alberto. Pero hace unas semanas la renuncia del exministro Guzmán hizo saltar todo por los aires. Durante 48 hs o más el gobierno se paralizó y profundizó su crisis política. Reuniones y comunicaciones frenéticas, incluida la de Cristina y Alberto, derivaron en el nombramiento de Batakis, quien supuestamente debería cerrarla, al contar con el apoyo de las tres partes del FdT: CFK, Alberto y Massa. Poco duró la ilusión, luego de un par de días en que los mercados y las grandes corporaciones esperaban anuncios tranquilizadores para sus ganancias, todo se desmadró. Se aceleraron las remarcaciones que, al 5-6-7% habitual le agregaban por las dudas un 10-20-30%. Escondieron las mercaderías y no había precio para las ventas. Las medidas restrictivas para la compra de dólares anunciadas por la ministra en los últimos días potenciaron la brecha entre el oficial y el blue, que superó el 150%, batiendo todos los récords y nadie sabe hasta dónde llegará.
La desconfianza de los mercados internacionales se expresa con todo en el denominado riesgo país que acercándose a los 3.000 refleja que nadie confía en que Argentina pueda hacer frente a sus compromisos, menos aún que le presten dólares.
Crisis política, endeudamiento y ausencia de reservas
Desde el principio, pero sobre todo desde la aceleración de la crisis y a la salida de la pandemia se hizo evidente que el Frente de Todos está roto y que la principal «oposición» al gobierno estaba dentro del mismo a manos de Cristina y el kirchnerismo que apuntaban contra Guzmán, pese a apoyar el acuerdo con el FMI del que el ministro fue la cara visible. Saltó el fusible Guzmán, pero la llegada de Batakis no logró la sangría. Su discurso, aunque reafirmaba los lineamientos del exministro e incluso profundizaba el ajuste en el sentido requerido por el poder económico no conformó. A poco más de 15 días, parece una funcionaria ya vieja, pese al apoyo del triunvirato pejotista. Este trasfondo de crisis política y económica irresuelta es lo que hace, pese a apoyo de todos a la gobernabilidad, inviable un acuerdo burgués más sólido, que incluya a la derecha, que les permita más o menos encarrilar la economía.
Sin dudas, un elemento central de la crisis es el endeudamiento con el FMI y los deudores externos. Claro que, como se trata del único punto que tienen de acuerdo todos los que sostienen este sistema, lo tratan de poner siempre en segundo plano, mediatizado o disfrazado. Pero en realidad los pagos de deuda, junto con la fuga de divisas y el déficit comercial por energía constituyen la mayor fuente de escasez de dólares del país. Así a pesar de haber pagado miles de millones de dólares, el gobierno de AF aceleró el endeudamiento externo con más de U$S 20.000 anuales de aumento, más que Macri como dicen desde JxC.
La consecuencia de los pagos a los acreedores y la sangría que deja déficit comercial externo, especialmente en pagos de energía, es que las reservas del BCRA han ido menguando a niveles críticos, al punto que muchos economistas revelan que si les descontáramos los encajes bancarios, las reservas líquidas netas serían negativas.
Esta combinación de crisis política, pagos y endeudamiento, sumados la falta de reservas es la que hace tan crítica la situación de la economía argentina, casi imposible de resolver en los márgenes de la economía capitalista. Para ensayar una salida deben profundizar el ajuste. Para ello necesitan doblegar al movimiento obrero y popular, cosa que dista de ser posible con las luchas crecienmtes y el mal humor social. Y requiere de una solidez y un nivel de acuerdo en las alturas que no existe y genera incertidumbre que agrava la crisis.
¿Qué propone el gobierno?
Pareciera que el gobierno no dimensiona el nivel de crisis en la que estamos, como muchos le critican. Las medidas anunciadas no logran generar confianza en una burguesía que necesita garantías para navegar en la crisis y seguir ganando fortunas. Los anuncios iniciales de Batakis fueron de otra vuelta de tuerca al ajuste, parar los ingresos al estado, restringir los gastos a los ingresos de caja, acelerar el tema de la segmentación de tarifas públicas para disminuir el déficit energético, asegurar los pagos al FMI, suplicar a los grandes capitalistas que no remarcaran tan aceleradamente los precios y amenazar tibiamente con aumentar las retenciones al campo. Como esas medidas no tuvieron el efecto tranquilizador que buscaban, por el contrario, siguieron acelerando la inflación y la brecha cambiaria, el gobierno lanzó otras medidas. Los anuncios de un mayor cepo cambiario al dólar turista potenciaron la escalada del blue y los financieros (Contado con Liqui y MEP) que aumentó $100 en pocos días, tranformándose en la brecha más alta en los últimos 40 años con el oficial. Y como añadidura toda la presión devaluatoria y la histeria de los mercados y de la economía en general que revistió niveles de zozobra la semana pasada. La burguesía entiende que este gobierno no es capaz de cumplir las medidas y avanzar en lo firmado con el FMI.
Ante esto el presidente se volcó a pedir a los EEUU que interfieran ante el FMI para que suavice sus exigencias y a rogarles a los exportadores de soja y otros granos que liquiden los U$S 20.000 millones que tendrían guardados en silobolsas y que el gobierno necesita como el aire para intentar hacerse de reservas y calmar a los mercados de especuladores. De nuevo, la desconfianza del imperialismo y la burguesía se tradujo en un salto en el riesgo país que se acerca a los 3.000 puntos, uno de los más altos del mundo y en la ratificación del campo de medidas de fuerza y la respuesta que van a liquidar cuando les convenga en dólares, esto es cuando el gobierno devalúe el oficial.
Las medidas restrictivas con respecto al dólar turista, la restricción de importaciones a la industria y los intentos de capturar dólares de los extranjeros que llegan al país, son bastante menores y no solucionan la acuciante situación que atravesamos, más bien son un motivo más de malestar que aumenta la desconfianza.
Llama la atención la casi total carencia de medidas e iniciativas para con la inflación, el principal problema que aqueja a todo el pueblo trabajador. El gobierno sigue insistiendo en dialogar con los especuladores, el fin de semana pasado salió a controlar los precios de los súper y a seguir pidiéndoles moderación, cuando ya todos sabemos que hace 10 días remarcaron todo un 20-30%. Aquí se evidencia una vez más la debilidad política de Alberto y su gobierno, ninguno de los grandes grupos formadores de precios le lleva el apunte, saben que es incapaz de controlarlos y remarcan para cubrirse y más ante una posible devaluación. El problema que a los valores actuales de un 80% o más de inflación anual y todo el resto de los problemas, la posibilidad de una hiperinflación aparece ya en la boca de muchos analistas económicos.
Una salida desde la izquierda
Desde el MST en el FIT-U decimos que es altamente improbable que se puedan atacar los principales motivos y consecuencias de la actual crisis económico-política que vivimos con las recetas del gobierno y dentro de los márgenes del sistema capitalista. No sólo por los problemas propios del país sino porque el contexto internacional se complicó y mucho con el estallido de la guerra Rusia-Ucrania. Donde existen tendencias inflacionarias mundiales y un aumento de los valores de petróleo y energía en general. Esto lleva a que la principal erogación de divisas que tenemos, la de importación de energía, esté cada día más cara en dólares y que tampoco se plantee en el mundo invertir en la Argentina, como así tampoco prestarnos dólares como pretende el gobierno dada la cuasi certeza que tienen de que no los podremos devolver. Mientras que, como ya dijimos, las extraordinarias ganancias que acumulan los exportadores de soja y granos, es acaparada por la gran oligarquía sin derramar un céntimo sobre el pueblo. Si además, como buscan unos y otros de la gran burguesía, terminan forzando una devaluación importante, entonces el nivel adquisitivo del salario se derrumbaría aún más y la inflación pegaría un nuevo y monumental salto.
Por eso es que, desde el MST y la izquierda proponemos un plan económico alternativo, que ataque de raíz las causas de la crisis y sus consecuencias.
En primer lugar está el problema del endeudamiento externo y el último acuerdo con el FMI . Nos dijeron que teníamos que firmarlo y aceptar sus condiciones, ajustes y penurias so pena que la economía saltara al vacío, pues bien firmamos y estamos en el vacío, precisamente por firmar pagar lo imposible e ilegítimo. Como mencionamos en plena pandemia se siguieron pagando miles de millones de dólares, mientras que el endeudamiento crecía de U$S 313.000 en 2019 a más de U$S 353.000, esto es cerca de 40 mil millones en dos años. Y lo mismo continuó durante este 2022, aún firmando el acuerdo con el FMI se pagaron más de 2.450 millones sólo al Fondo, sin contar los otros pagos. Si todas estas divisas generadas hubieran quedado en el país, hoy las reservas netas serían muy superiores a los escasos U$S 7.000 millones que declara el gobierno de reservas netas (aunque muchos opinan que son menores aún). Con un mayor nivel de reservas hubiera sido mucho más sencillo contrarrestar los embates devaluatorios de los especuladores y habría habido dinero de sobra para salarios, jubilaciones y generación de trabajo a través de un plan de obras públicas y construcción de viviendas populares por ejemplo. En estos momentos nadie puede atreverse a refutarnos diciendo que si no pagábamos nos empobreceríamos y nadie nos prestaría plata o se vendría una devaluación o la hiper o lo que sea. La vedad es que ya estamos en esa situación que preanunciaban, habiendo acordado y pagado al FMI como todas las fuerzas tradicionales acordaban. Pagando la deuda, firmando el acuerdo y perdiendo soberanía política, ya estamos devaluados, ya estamos empobrecidos, ya estamos sin crédito externo.
En segundo lugar hay que atacar la fuga de divisas, que han significado cerca de U$S 350.000 millones desde 1970 a 2017 (datos de un estudio del CONICET) y que se aceleraron en 2018-19 con Macri y ahora recrudecen. Esta fuga se hace por carriles «legales» como el giro que hacen las empresas extranjeras a sus casas matrices, o la compra de bonos en dólares realizables en el exterior (como el CCL y otros) que utiliza la burguesía para comprar activos en el extranjero o simplemente dólares en billete que atesoran y sacan del mercado y las reservas. Hasta los conocidos carriles ilegales como las transacciones por financieras y bancos extranjeros, la operaciones de sub y sobrefacturaciones en dólares que nunca ingresan, o la no liquidación de exportaciones (como las del agro) hasta que la rentabilidad deseada es lograda. Como sea toda esa inmensa cantidad de divisas, que podríamos promediar en unos U$S 20.000 millones anuales pero que se aceleran enormemente en épocas de crisis, son cuantiosos recursos con los que podríamos contar para mejorar las condiciones de vida de la gente. Para ello tenemos que nacionalizar la banca y el comercio exterior, única forma de impedir la fuga y que toda la riqueza generada en dólares quede en el país.
Otro punto nodal es el de las tarifas de servicios, durante años, gracias al menemismo pagamos las tarifas más caras en dólares a las empresas privatizadas, sin que éstas hicieran las inversiones necesarias para garantizar la continuidad del servicio. Drástico fue en petróleo y gas donde se dejó de explorar y ni siquiera se hizo un gasoducto como ahora que está en el tapete. Hoy el gobierno habla de una segmentación energética para bajar los subsidios a las privatizadas que nos empobrecen en más de U$S 12.000 millones anuales. Nosotros proponemos la nacionalización de todas las empresas de servicio, para que podamos acceder no sólo a generar más energía y tener tarifas accesibles sino que se pueda invertir en la implementación masiva de otras fuentes de energía renovables y menos contaminantes que a las empresas no les interesa.
Tenemos también que cambiar la matriz tributaria del país, donde los que más pagamos somos los trabajadores y el pueblo a través del IVA. Proponemos una verdadera reforma tributaria, donde paguen más los que más tienen, con impuestos progresivos a las grandes ganancias y fortunas. Con grandes impuestos a las propiedades ociosas para desalentar la especulación inmobiliaria. Es un contrasentido que las tierras más fértiles del mundo paguen un impuesto inmobiliario comparativamente menor a la de un departamentito humilde en cualquier ciudad argentina.
Por último, para enfrentar el principal problema de los argentinos, la inflación venimos proponiendo un plan integral opuesto al de AF y toda la oposición burguesa. Decimos que hay que garantizar un aumento de salarios, jubilaciones y planes sociales al nivel de la canasta familiar, actualizado mensualmente según la inflación. Que hay que implementar un verdadero control de precios por parte de usuarios y trabajadores. Eliminar el IVA a todos los productos de consumo masivo. Esto garantizaría una baja del 21% de los precios inmediato y la conservación del poder adquisitivo de los salarios. Y a los que remarcan indiscriminadamente, exigirles la apertura de los libros contables para ver el costo real de las mercancías, y si acaparan o se declaran en quiebra, entonces confiscarles sus bienes y empresas y estatizarlos poniéndolos a funcionar bajo el control de los trabajadores y usuarios y aplicar en su totalidad la Ley de abastecimiento que prevé hasta la cárcel para los que acaparan o especulan con los bienes de consumo popular.
Es con medidas como éstas, de corte socialista con las que pondremos fin a la crisis y hacer que la paguen los que la generaron. Con las medidas aparentemente posibilistas del Alberto, Cristina y los suyos sólo terminaremos pagándola los de abajo, exactamente igual que lo que proponen los Macri, Bullrich o Milei.