Presión devaluatoria y aumento de precios. La crisis económica, política y social tiñe todo el panorama nacional. En las últimas semanas el aumento incesante del dólar ocupa las primeras planas y las pantallas de los medios masivos generando una lógica incertidumbre en las familias trabajadoras. Porque, más allá de las cínicas declaraciones del gobierno, la realidad es que las remarcaciones cotidianas en las góndolas contradicen a los funcionarios. La burguesía presiona por una devaluación para seguir aumentando sus ganancias, consciente de la debilidad de un gobierno que, como ha hecho desde que asumió, termina cediendo a esas presiones. Las consecuencias las sufre el pueblo trabajador.
Los salarios siguen cayendo. La inflación de julio ya se proyecta cercana al 8%. Pero como si fuera poco, se viene el aumento de tarifas de los servicios públicos y el aumento del 40% en el transporte del AMBA (también en el interior), lo que lleva a pronosticar que la inflación anual no bajaría del 70% y podría llegar hasta un 100%. Mientras tanto los salarios, jubilaciones y programas de asistencia social continúan depreciándose. Las paritarias quedaron en la mayoría de los casos muy por debajo de estas proyecciones y en el caso de los trabajadores informales la situación es más grave aún. El INDEC acaba de publicar que la canasta de pobreza supera los $104.217 y la de indigencia los $46.525, mientras el salario mínimo vital y móvil se ubica en los $45.540. En este cuadro un salario universal de $14 mil como el que se propone desde algunos sectores del FdT significa menos que una curita para una hemorragia.
En la cornisa. En este cuadro el gobierno aparece desconcertado, sin respuestas para hacer frente a la crisis. Intenta mostrar cifras optimistas sobre recuperación económica y creación de empleos que chocan con la realidad de millones que viven el empeoramiento de sus condiciones de vida. Denuncia y amenaza a los especuladores, pero no toma ninguna medida contra ellos. La tregua alcanzada al interior del FdT con Batakis continúa, pero es frágil y está atada al desarrollo de la crisis. Por eso Cristina se cuida de apoyar públicamente las medidas del gobierno para no quemarse, pero se reúne periódicamente con el presidente para discutir los pasos a seguir: es decir, es parte. La oposición derechista, por su parte, más que a la desestabilización o a un intento de golpe juega a esmerilar al gobierno apostando sus fichas a que siga avanzando con el trabajo sucio del ajuste y al 2023.
La ministra de Cristina bendecida por Washington. Las medidas que ha tomado Batakis y su reciente viaje a EEUU ratifican y profundizan el rumbo de ajuste que dicta el FMI. Salvo la izquierda, absolutamente, todas las variantes políticas tienen acuerdo. No hay grieta. Y quien aún tenía alguna expectativa en que con el Fondo se había trasladado la grieta al interior de la coalición del gobierno, que saque la cuenta.
En el nombre de los desestabilizadores, aparecen los garantes. Del rol nefasto que ha jugado en los últimos años la burocracia sindical ya no hay quien tenga dudas. Después de dejar pasar ajuste tras ajuste sin mover un dedo y ser parte del frente gobernante, las centrales sindicales se asoman a la calle. Pero no movilizan por el salario, contra el FMI y por un plan obrero y popular. En medio de una situación crítica y cuando el gobierno por su política de entrega y de hambre desarrolla un descontento demoledor que potencialmente puede abrir camino a otra perspectiva salen a garantizar la estabilidad.
Otra vez el verso de la desestabilización típico de los gobiernos en su recta final. Y siempre tiene sus garantes. La CGT llama a una acción de apoyo explícito al gobierno o contra la inflación en abstracto. La CTA de Yaski directamente agita el fantasma del golpe para esconder su claudicación absoluta. ¿Cómo no volver a la famosa frase de que la historia se repite primero como drama y luego como tragedia? Cuando Macri quedó grogui salieron a estabilizar con el famoso hay 2019. Cuando De La Rúa hacía agua por todos lados también salieron a calmar las aguas.
Tomar el futuro en nuestras manos. La situación es tan grave que, a pesar del abandono de la mayoría de las conducciones sindicales las luchas están creciendo. La Unidad Piquetera vuelve a marchar este 27 en Plaza de Mayo y en todo el país. Hay paros y movilizaciones docentes en varias provincias (autoconvocadas muchas de ellas), sigue el plan de lucha del SUTNA y nuevos sectores salen a dar pelea. Algunas organizaciones sociales pertenecientes al FdT se vieron obligadas a movilizar y endurecer su discurso hacia el gobierno reflejando que por abajo crece la bronca. Pero no se puede estar a mitad de camino. Para derrotar el ajuste pactado entre el FdT y el FMI hay que romper con el gobierno, reclamando a las centrales que rompan la tregua y convoquen a un paro general y un plan de lucha. Y al mismo tiempo prepararlo desde abajo, apoyando y coordinando a los sectores que están peleando y convocando a nuevos sectores a organizarse pasando por arriba de las conducciones que frenan. Desde el MST llamamos a no concurrir el 17 a la marcha reaccionaria de la CGT, y a preparar una gran movilización alternativa, a plaza de Mayo, con el sindicalismo combativo, los ´piqueteros y la izquierda. Es nuestro planteo a proponer al FIT Unidad, a la mesa del Plenario del Sindicalismo Combativo, a la Unidad Piquetera y todos los sectores que quieran movilizar contra el ajuste del gobierno y el FMI y por un plan obrero y popular.
Que el pueblo decida todo. La crisis y la extrema debilidad del gobierno habilitan todo tipo de especulaciones, incluso la de su salida anticipada. Empieza a haber algunos sectores que hablan de adelantar elecciones. Pero no se trata de cambiar figuritas. Lo que se necesita es discutir qué medidas de fondo hacen falta para salir de la crisis y cuál es el modelo de país que necesitamos para garantizar los derechos y necesidades de la gran mayoría. Pero ese debate no puede ser entre el gobierno, los empresarios y la oposición de derecha como proponen Cristina y Wado de Pedro; ellos son los que nos trajeron a esta situación. Es el pueblo el que tiene que debatir y decidir todo. Por eso lo que hay que convocar son elecciones a una Asamblea Constituyente libre y soberana que reorganice el país sobre nuevas bases, en el camino de un gobierno de la clase trabajadora y los sectores populares que abra un rumbo socialista. La necesidad de un nuevo Argentinazo con esa perspectiva irá cobrando cada vez mayor fuerza.