Durante casi un mes Panamá estuvo semi-paralizada. Las protestas de diversos sectores obreros y populares acorralaron al gobierno de Cortizo. Con una serie de concesiones arrancadas por la movilización, se va cerrando una fase que deja conclusiones y abre hipótesis para toda Centroamérica.
Escribe: Mariano Rosa
Desde su triunfo electoral en 2019, ajustadísimo, el presidente Laurentino Cortizo del torrijista Partido Revolucionario Democrático (PRD) enfrentó protestas sindicales y populares. La vanguardia viene siendo el sector magisterial con la Unión Nacional de Educadores de Panamá (UNEP), que aglutina a más de diez gremios de educadores a nivel nacional, respaldada por la combativa Asociación de Educadores Veragüenses (AEVE) y la Asociación Nacional de Profesores (ASOPROF), que protagonizó en 2019 una enorme protesta, presentándole al nuevo presidente un pliego de demandas de diez puntos, destacándose el reclamo presupuestario de cumplimiento del 6% del PBI para el sector. En 2020 y 2021, bajo las condiciones de pandemia, la docencia volvió a las calles reclamando medidas frente al COVID por parte del gobierno nacional. En julio de este año, efectivamente, el magisterio luchador, ante el silencio de Cortizo frente a un pliego de reclamos contra el alza de precios y la carestía de la vida, marcó un punto de quiebre en la situación política con una huelga activa y potente de 72 horas. La respuesta de la presidencia fue el chantaje de proponer recortar gasto social para atender las demandas del magisterio. La típica maniobra de enfrentar pueblo contra pueblo. La conducción de AEVE rechaza esa extorsión, y llama a radicalizar y amplificar las medidas. En pocos días se sumaron al movimiento los trabajadores de la salud y el poderoso gremio de los obreros de la construcción (SUTRACS) y pocos días después, las comunidades originarias con cortes de carreteras. Así, se terminó de construir un estado general de movilización que de hecho transformó las protestas en una suerte de paralización general de actividades, aunque sin una conducción unificada del proceso general. En las semanas siguientes, el gobierno desplegó dos tácticas para intentar derrotar el proceso de lucha:
- Reprimió algunas protestas localizadas y saturó de efectivos policiales algunos cortes de carreteras y movilizaciones.
- Convocó a «diálogo» en tres instancias separadas a los sectores en lucha.
Fracasó en ambos intentos: ni logró amedrentar, ni dividir el movimiento. Por eso, al final tuvo que ceder en parte y aceptar una mesa unificada de negociaciones con representantes de todos los sectores en lucha.
Las tendencias internacionales de la economía y la política reflejadas en Panamá
Panamá supo tener los niveles de vida relativos más altos de Centroamérica. Sin embargo, la crisis económica mundial, pre-pandemia y post-pandemia, incluyendo los efectos internacionales de la guerra en Ucrania, la golpearon duro. Su economía, basada en los servicios, se desplomó cuanto a empleo y salarios. El empresariado local y las multinacionales ajustaron rentabilidad con inflación en los precios y el salto en los combustibles a casi 4 dólares el galón, así se disparó la escalada de protestas. Sumado a esto, hubo recortes presupuestarios de parte del Estado y afectación de programas sociales que terminaron de detonar la bomba social. Este país está sometido a los vaivenes de la política imperialista y sus mecanismos de traslado de las consecuencias de las crisis a la periferia. Presenta una matriz económica-productiva totalmente dependiente y extranjerizada ligada orgánica e históricamente a EEUU (el Canal de Panamá, causa de golpes e injerencia militar gringa y el dólar como moneda oficial). A la vez, en el plano político-social, las tendencias mundiales a la polarización también se expresaron en su máxima tensión en Panamá. Un país con una fuerte acumulación de experiencia en luchas sindicales y populares, como así también una potente tradición antiimperialista desde siempre. Este episodio de protestas, que empieza a cerrarse, deja muy debilitado al gobierno de Cortizo y plantea una correlación de fuerzas sociales a favor de los sectores que se movilizaron. Es un primer capítulo con derivaciones en Centroamérica.
¿Panamá marca tendencia en la región?
Centroamérica es un país dividido artificialmente por el imperialismo y las burguesías regionales. Hay vasos comunicantes históricos que la hacen cualitativamente distinta como región al resto de Latinoamérica. Efectivamente la balcanización en seis países fragmentó lo que de hecho constituye una única nacionalidad. Por lo tanto, cualquier análisis del panorama regional requiere, para una visión integral completa, tener como referencia este encuadre. Nada de lo que suceda y conmocione, económica, social y políticamente, a alguno de los seis países del sub-continente es indiferente para el resto. Por supuesto, actúan los gobiernos, las burocracias sindicales y las burguesías aliadas al imperialismo para confundir, aislar y desviar las resonancias positivas de, por ejemplo, rebeliones como la de Panamá. Pero es casi inexorable que la onda expansiva de triunfos o derrotas se propaga por las porosas fronteras nacionales. Por eso es que Panamá, un punto de apoyo del imperialismo yanqui en la región para actuar sobre toda la zona, ha protagonizado una revuelta nacional de semejante escala, inclina la balanza centroamericana e incentiva tendencias que se vienen expresando como síntomas positivos a favor de los pueblos, y contra gobiernos, regímenes e imperialismo en la zona. El resultado final de este movimiento, con varias concesiones arrancadas a Cortizo, con la derrota de todos los intentos por amedrentar o dividir el movimiento, es de un triunfo parcial pero importante para el pueblo movilizado. Parcial porque aunque se logró retrotraer el precio de combustibles y conge-lar casi un centenar de productos básicos de la canasta, el aumento de salarios generalizado no logró concretarse como un eje. Ahora, queda por delante asegurar que se cumplan los acuerdos y apostar seguramente a fortalecer la organización de base de los sectores movilizados. Y, por otro lado, seguir los ritmos de la movilización popular en toda la región. En Honduras, el triunfo de Xiomara Castro expresó hace pocos meses, de la forma distorsionada en que se reflejan en las urnas los estados de conciencias de las mayorías, una búsqueda de cambio hacia la izquierda. Este fue un síntoma. En el Salvador, hubo enormes movilizaciones a favor de la reestatización del sistema de pensiones, aún con los altos niveles de popularidad de Bukele. En el otro polo, inclusive en la Nicaragua de la dictadura de Ortega-Murillo, hubo expresiones de protestas en Sébaco y Matagalpa ante una nueva escala represiva del FSLN en el poder. Es decir: con Panamá como el punto más alto, con Nicaragua en el otro polo, pero con una tendencia que se va ecualizando con la situación latinoamericana y mundial, Centroamérica parece estarse moviendo. Apostamos a eso, apoyando las causas justas de los pueblos en lucha y planteamos la necesidad de construir alternativas de izquierda verdaderamente anticapitalistas, socialistas e internacionalistas por la unidad de la patria centroamericana. En ese andarivel transita la militancia de la Liga Internacional Socialista.