¿Bala de plata? La asunción de Sergio Massa al frente del Ministerio de Economía, Producción y Agricultura no es un cambio de figuritas más, es la carta fuerte (¿la última?) a la que se juega el Frente de Todos para intentar cerrar la profunda crisis política y económica que tenía al gobierno al borde del abismo. Al mismo tiempo significa un cambio en las relaciones de poder al interior de la coalición y del propio gobierno. Con Alberto Fernández completamente desdibujado, Massa aparece como una suerte de primer ministro, apoyado claramente por Cristina, que fue parte de la decisión de la llegada del tigrense al ejecutivo. Alrededor de ellos dos se teje la nueva conducción del Frente de Todos y del gobierno, girando hacia la derecha.
El camino de la crisis. El arribo de Massa tiene como telón de fondo la crisis que venía desde las PASO y se había profundizado a partir de la renuncia de Guzmán. En el acuerdo con el FMI y el brutal ajuste que conlleva es donde hay que buscar el origen de la misma. Mientras en el pueblo trabajador hay un aumento de la bronca y la decepción con un gobierno que había prometido cambiar el rumbo macrista y en los hechos, durante lo que lleva de gestión, significó su continuidad, la burguesía (consciente de la debilidad del gobierno) reclama avanzar más a fondo para cumplir las metas con el Fondo y aumentar sus ganancias. Entre la presión de los de arriba y la decepción de los de abajo, el poder de Alberto se fue debilitando hasta el punto de poner en peligro la subsistencia del propio gobierno.
Un gobierno de los ricachones y el FMI. Sin embargo, desde el punto de vista económico, las medidas anunciadas por el flamante ministro son la continuidad y profundización de la hoja de ruta trazada por Guzmán y luego por Batakis. En sintonía con sus antecesores, la prioridad pasa por calmar a los mercados, y para eso anunció todo tipo de concesiones a las grandes empresas y especuladores. Desde un tipo de dólar más favorable (una devaluación controlada -por ahora- que seguirá licuando salarios), un quite mayor de subsidios a la energía (tarifazo más salvaje), más incentivos a empresas y reducción del déficit (más recortes de presupuestos sociales). Para los sectores populares se anunció poco y nada, apenas un bono para jubilados y algunos trabajadores del que no hay mayores precisiones. Ahora se discute si es una suma fija, un bono o reapertura de paritarias, pero en un marco inflacionario creciente (que se estima cercano al 8% en julio) puede anticiparse que los salarios, jubilaciones y programas sociales seguirán perdiendo. A tono con su trayectoria, el gobierno de Massa será el de las corporaciones, los especuladores y el FMI.
Malas compañías. La presencia en el acto de asunción de empresarios como Brito, Mindlin, Vila y Manzano por un lado y la designación como colaboradores de personajes de la derecha ligados a las finanzas y el agronegocio como Rigo, Daniel Marx o Juan José Bahillo por el otro, son una clara muestra del rumbo que seguirá el «nuevo gobierno». Quienes se suponía que venían para impedir que gane la derecha, gobiernan aplicando los planes de la derecha. Ningún discurso progre puede tapar esa realidad. Quienes votaron al FdT tienen razón al sentirse estafados, porque el rumbo y el gobierno que se impuso seguramente no fue lo que eligieron en 2019; muestra de un régimen que además de todo es profundamente antidemocrático. Las expectativas de algún sector de que Cristina diese una pelea para cambiar de rumbo se esfumaron rápidamente. La vicepresidenta es parte fundamental del nuevo armado, que está en consonancia con sus expresiones de los últimos meses.
Burocracia y oposición: garantes de la gobernabilidad. La decisión de aplicar un ajuste brutal sobre una situación de crisis social que presenta casi un 50%de pobreza es echar leña a la caldera social. Por eso en la perspectiva no puede descartarse la posibilidad de un estallido social. Sin embargo, hay un amplio frente trabajando para mantener la gobernabilidad y canalizar la bronca hacia las elecciones del año que viene. Por eso, más allá de algún que otro discurso de barricada, la oposición de derecha no hace muchas olas. Más que la desestabilización que denuncian quienes intentan justificar con ello las decisiones «pragmáticas» de Cristina y el Frente de Todos, el juego de la derecha es presionar para que el gobierno haga lo más posible del trabajo sucio del ajuste y al mismo tiempo seguir desgastándolo al servicio de sus planes electorales. Además de no terminar de solucionar sus diputas internas, ya se ven como sucesores y saben que asumir el poder en el marco de un estallido social es muy peligroso.
La marcha de la CGT: una estafa. Consecuente con su rol entregador al servicio de la estabilidad capitalista, la central obrera viene dejando pasar el ajuste desde hace dos años y fueron los primeros en salir a apoyar la designación de Massa. Para descomprimir un poco la bronca por abajo preparan la marcha del 17 de agosto, pero no para enfrentar el plan de ajuste sino para apoyar al gobierno. ¡Una vergüenza! Un rol similar siguen las diferentes alas de la CTA. Por eso desde el MST y el FITU llamamos a no concurrir a su marcha del 17 de agosto, porque lo que hace falta es un camino opuesto: movilizar contra el ajuste y no para apoyar al gobierno que lo lleva adelante.
El 17 marchar con el sindicalismo combativo, los piqueteros y la izquierda. A pesar de las entregadas de la burocracia sindical las luchas crecen. En la docencia la fuerza y la bronca que se expresa con fuertes luchas en varias provincias han llevado a que la propia CTERA tenga que convocar a un paro nacional. Y en la base de muchos sectores se discute la necesidad de salir a pelear por el salario. La unidad de todas esas luchas es la que hace falta para potenciar el enfrentamiento al plan del gobierno y el FMI. Por eso el 17 hay que marchar con los luchadores y la izquierda Plaza de Mayo, en el camino de seguir impulsando y exigiendo un plan de lucha y el paro general que hace falta para derrotar el ajuste del gobierno al servicio del FMI y las patronales. A todos los desencantados que tuvieron expectativas en este gobierno los llamamos a sumarse ese día con el MST a la movilización unitaria a Plaza de Mayo y todo el país.
¿Massa, quién te votó? Que se vayan todos y decida el pueblo. En una crisis tan profunda, con un cambio de calidad que parece un nuevo gobierno al que nadie votó y un ataque mayor a las condiciones de vida del pueblo trabajador se requiere además una salida política distinta. Como lo venimos planteando desde el MST en el FITU hay que pelear para que se vayan todos: los que están y también la derecha que fue parte responsable de traernos a este desastre. Es el pueblo el que tiene que debatir cómo salir de la crisis, qué hacer con la deuda y el FMI, con las privatizadas, con los especuladores y un plan económico obrero y popular. Para eso es necesario convocar elecciones urgentes a una Asamblea Constituyente libre y soberana que refunde el país sobre nuevas bases. Nosotros plantearemos un modelo socialista de país y un gobierno de la clase trabajadora y los sectores populares para hacerlo posible.